Bosques, petróleo y energía: ¡es tiempo de recuperar nuestros gobiernos!

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No REDD

Todos los que luchan por la justicia ambiental y social deberían recordar que el 10 de noviembre de 1995, la junta militar nigeriana ejecutó a Ken Saro-Wiwa y a otros ocho líderes del pueblo Ogoni. Ellos lucharon por la defensa de sus territorios y medios de vida, resistiendo los graves efectos negativos que la extracción de petróleo tenía para sus comunidades. Es algo que no debe olvidarse jamás.

Por esa razón, la red Oilwatch y el Movimiento Mundial por los Bosques Tropicales (WRM) decidieron dedicar el número de noviembre del boletín electrónico del WRM a la lucha de Saro-Wiwa y de sus camaradas, y a dar mayor visibilidad a los muchos otros combates que se libran en todo el mundo contra la destructiva industria petrolera, en especial la que afecta a los bosques y las comunidades que de ellos dependen. Este boletín renueva también el llamado de Oilwatch a “dejar el petróleo en el suelo, el carbón en su agujero y el gas bajo el pasto”, y advierte que todos deberíamos participar en una discusión general, en nuestras comunidades y sociedades, sobre el concepto dominante de “energía” que se nos impone y que está destruyendo nuestro planeta.

La transición hacia una era sin combustibles fósiles se ha vuelto más que urgente. Sin embargo, deberíamos reflexionar sobre este modelo como un todo, para evitar que ponga en peligro nuestros medios de vida o aumente las injusticias debido a falsas soluciones de “energía renovable”, como los agrocombustibles, que están proponiendo los gobiernos a nivel internacional.

La extracción de petróleo en zonas de bosque tropical es quizás una de las actividades más contradictorias y violentas que pueda uno imaginar, para el bosque tropical y para las comunidades que de él dependen. La capacidad de contaminación que tiene el petróleo, para un ecosistema tan rico en biodiversidad pero también tan frágil, es demasiado grande para expresarla con palabras. Esto también es cierto para el nivel de represión, a menudo con la participación de militares, que sufren las comunidades cuando reaccionan contra las actividades tremendamente lucrativas de los gigantes petroleros. Las empresas pueden ser privadas, públicas o mixtas, pero la represión es la misma y produce víctimas día tras día. Las empresas petroleras y energéticas suelen estar entre las mayores del mundo. Cuentan con fuerte apoyo de los gobiernos, especialmente interesados por las regalías, oficiales o no tanto, que pueden obtener de dichas empresas, mientras repiten las mismas vaguedades y falsedades: que al respaldar la extracción de petróleo fomentan el “desarrollo” y la “mitigación de la pobreza”. Aun cuando, en algunos casos, las comunidades y la población del país obtengan beneficios, los perjuicios que acarrea la extracción de petróleo siguen siendo inaceptablemente graves si se tiene en cuenta todos los impactos que provoca, ahora y en el futuro.

No es extraño que la iniciativa Yasuní de mantener el petróleo en el subsuelo en una zona determinada del país se refiriera precisamente a una región de bosque tropical única, de enorme importancia y diversidad. Pero en agosto de este año, el gobierno ecuatoriano declaró que se veía obligado a iniciar la explotación de petróleo en dicha zona, afirmando que se aplicarían “los mejores métodos” para causar “impactos mínimos”. El presidente Rafael Correa explicó que se veía obligado a extraer petróleo debido a que los gobiernos no habían mostrado interés en financiar la propuesta de no extraer, lo cual habría compensado en parte los ingresos “no generados”. Lo que Correa olvidó fue la opinión de las muchas personas que habían apoyado plenamente la iniciativa, en Ecuador y en todas partes.

La iniciativa Yasuní atrajo enorme interés y reconocimiento de personas, organizaciones y movimientos que luchan por un mundo más justo en lo social y lo ambiental. Así, la decisión del gobierno ecuatoriano es un ejemplo del modo perverso como funciona hoy nuestro mundo: las corporaciones han capturado a nuestros gobiernos, y los verdaderos problemas de la gente y el medio ambiente son considerados menos importantes que las ganancias de aquéllas y los ingresos de éstos.

Es indispensable liberar a nuestros gobiernos cuanto antes. ¡Los pueblos deben recuperar sus gobiernos!

El petróleo es una amenaza mundial y, al ser el principal factor determinante del calentamiento global, está provocando catástrofes en todas partes, mucho más allá de las comunidades que viven en los campos petroleros. Los recientes desastres en Filipinas, Somalia e incluso Canadá, pueden ser atribuidos a las consecuencias de la quema insensata de combustibles fósiles, aunque los científicos digan que no pueden sacar tal conclusión en forma definitiva. Lo que está sucediendo no es sólo el resultado de tifones, ciclones y huracanes, sino del cambio climático, y de una vulnerabilidad cada vez mayor de las comunidades, porque sus gobiernos siguen fomentando actividades que destruyen los bosques, como la extracción de petróleo, la minería y la explotación de la madera.

¿Acaso no estamos en plena época de responsabilidad ambiental y social de las empresas? ¿No es ésta la era de REDD+, que ha puesto los bosques en el centro del debate ambiental? ¿Por qué no puede el mundo escuchar lo que dice la sabiduría de los dueños de los bosques? Cada vez más pruebas demuestran que REDD+ es una falsa solución, porque lleva integrada la idea de “compensar” la destrucción y la contaminación por medio de la preservación en otro lugar, lo cual termina provocando más emisiones, más destrucción de bosques y más acaparamiento de tierras.

La extracción de petróleo es una de las causas directas e indirectas de deforestación que el sistema REDD+ deja intactas, mientras que algunas empresas petroleras ya se están beneficiando con proyectos de tipo REDD que se han vuelto parte de su negocio. Acre, en Brasil, es uno de los lugares del mundo donde REDD ha avanzado más. Ahora, las actividades de extracción de petróleo están llegando a Acre, así como están ingresando en otras zonas boscosas conservadas de Brasil y de la Amazonía. Podemos decir sin temor a equivocarnos que REDD+ y el petróleo no son contradictorios: van de la mano, detrás de la cortina de humo que representa la responsabilidad corporativa social y como parte de la “economía verde”. Mientras el discurso se maquilla de verde, las violaciones de los derechos de la gente siguen incambiadas.

Este boletín reflexiona también sobre el verdadero problema de la energía y sobre el tipo de energía que queremos tener en el futuro. ¿Qué podemos aprender de las comunidades del bosque que siguen conservando su autonomía y no dependen de nuestros sistemas de generación y distribución de energía, centralizados y dirigidos por corporaciones? La muerte de Ken y sus camaradas, hace 18 años en Nigeria, no habrá sido en vano si logramos concentrar “nuestra energía” en construir movimientos más amplios en todos los países, y conectarnos como fuertes redes y movimientos, globales y locales, para construir medios de vida y formas de energía que sean justos para la sociedad y el medio ambiente. ¡Si lo hacemos, estaremos ciertamente en vías de recuperar nuestros gobiernos!
Oilwatch International y WRM