¿Qué revelan las críticas a la encíclica del Papa de aquellos que promueven el mercado del carbono y REDD?

 

La nueva encíclica “Laudato Sí” del papa Francisco que aborda la crisis ecológica, en especial la climática, ha sido muy comentada en este último mes. Ver a tantas organizaciones y personas comentar una encíclica papal no es nada común. Aunque no tomó en cuenta temas importantes como el papel y el lugar de la mujer en estos asuntos, el documento fue bastante incisivo y eficaz en su análisis y cuestionamiento sobre el actual modelo de súper-producción y consumo globalizado y capitalista. Con esto, la encíclica reforzó aquello que los movimientos sociales y otros grupos vienen afirmando y denunciando desde hace mucho tiempo.

En este documento el Papa también cuestionó algunas de las falsas soluciones a la crisis climática que se han presentado a los pueblos del mundo. El documento afirma que el mercado de carbono “puede conducir a una nueva forma de especulación, que no ayudaría a reducir la emisión global de agentes contaminantes”. Afirma también que este mecanismo “no implica de ninguna manera un cambio radical a la altura de las circunstancias. Por el contrario, puede transformarse en un desvío que permita sustentar el consumo excesivo de algunos países o sectores”. Esto incomodó a algunos de los defensores del mecanismo de compensación de las emisiones de carbono que permite la venta y compra de créditos de carbono, también llamado mercado de carbono. La pregunta entonces es: ¿qué revelan las críticas publicadas por algunos de ellos?

Dichos defensores comienzan sus respuestas afirmando que la compra y venta de créditos de carbono es un instrumento excelente y efectivo porque ya habría mostrado resultados, con proyectos que incluso fueron “certificados”, recibiendo “sellos de calidad”. Esta postura defensiva revela una tutela intransigente del mercado de carbono, sin disposición a darle la debida importancia a las muchas críticas contundentes a los mecanismos del mercado de carbono en general (1), así como a las experiencias en campo con instrumentos que buscan comercializar el carbono en los bosques tropicales como REDD (2). Asimismo, los defensores del mercado de carbono no pueden dar respuestas mínimamente elaboradas al contenido de cada cuestionamiento levantado en las frases del Papa.

A pesar de algunos elogios al análisis de las causas de la crisis climática en la encíclica del Papa, los defensores terminan evaluando como débil las soluciones que este presenta; son vistas como irreales, en parte porque costaría una cantidad de dinero que no existiría. Para ellos, defender un “cambio radical” parece sinónimo de no tener los “pies en la tierra”.  Esto revela como intentan convencernos de que debemos aceptar el mundo tal cual como es, sobre todo el hecho de que es dominado por una economía capitalista de mercado. Aparentemente no les importa que esta economía sea controlada tan solo por algunas centenas de corporaciones que, a pesar de ser las principales responsables de la crisis climática, reciben todo tipo de concesiones de nuestros gobiernos - y para eso sí hay dinero - y no aceptan límites para ampliar cada vez más sus mercados y ganancias a costa de la mayoría de los pueblos y de la destrucción ambiental. Algunos ejemplos de esto se pueden ver en los artículos de este boletín sobre la expansión de proyectos a gran escala de monocultivos en Papúa, así como la expansión de la minería en Madagascar y la criminalización de los movimientos en India al luchar contra la construcción de una represa. El hecho de que los defensores del mercado de carbono no hablan, y mucho menos defienden, la necesidad urgente de limitar drásticamente esas concesiones, revela cómo estos viven y colaboran con el mundo de las instituciones financieras y empresas que representan al gran capital. Son también esas las instituciones y empresas que hasta hoy han sacado mayor provecho de la existencia del mercado de carbono y son esas las principales interesadas en este nuevo mercado y en su potencial especulativo. En la ansiedad por mostrar los buenos resultados del mercado de carbono, sus defensores revelan también otra postura: aquella del “técnico", del “especialista” que “sabe” y entiende que su rol es el de informar a aquellos y aquellas que (todavía) “no saben” sobre estos temas llamados de “complejos”, como el “CO2” y los “créditos de carbono”, ya que solo él, el “técnico” o “especialista” generalmente proveniente de los países del Norte, realmente entiende.

Esta mirada es sentida en la piel de las comunidades afectadas por los proyectos REDD. Son los “técnicos” quienes llegan a las comunidades proponiendo proyectos y son ellos quienes deciden cual es la información a la que los “beneficiarios” del proyecto tendrán acceso y a cual no. No suelen informar, por ejemplo, que el mecanismo REDD no reduce los impactos de la crisis climática porque permite que la contaminación y destrucción continúen, por lo que en la práctica es un verdadero “desvío” del problema principal. Además, el tiempo y la energía invertidos en REDD en las conferencias sobre el clima han corroborado por qué todavía no existen decisiones para aprobar e implementar verdaderas soluciones, como la reducción drástica de las emisiones de carbono por los principales responsables. Los “especialistas” tampoco informan que al continuar con esta situación por más tiempo, los cambios climáticos serán intensificados, afectando en especial los medios de sustento de las comunidades rurales y/o de los que viven en los bosques­ - incluso porque la crisis climática compromete el futuro de los bosques de los cuales muchas comunidades dependen. También se excluye informar que a raíz de los proyectos REDD, otras comunidades aledañas a las empresas contaminantes en países como Estados Unidos y Canadá, que compran créditos de carbono para supuestamente “compensar” sus emisiones, seguirán sufriendo más y por más tiempo a causa de sus actividades, tales como la extracción y/o refinamiento de petróleo, que ahora habría sido “compensada” con REDD. Esas comunidades suelen ser comunidades indígenas y/o negras que desde hace años sufren de racismo ambiental por ser vecinas de empresas petrolíferas (3).

Finalmente, hay defensores que buscan argumentar que la crítica del Papa no corresponde ya que el instrumento del mercado de carbono ya fue aceptado por los gobiernos, es decir, que ya forma parte de las negociaciones rumbo al nuevo acuerdo global sobre el clima a ser decidido en Paris a fines de este año. Esto revela como los defensores del mercado de carbono han podido avanzar en su estrategia de capturar a los gobiernos para atender a sus intereses. Pero sobre todo revela como a esos defensores no les parece molestar el hecho perturbador de que los pueblos en general no son invitados y mucho menos pueden influenciar en las decisiones extremadamente importantes que definirán el rumbo que el mundo tomará en relación al combate - o no - de los cambios climáticos, cuyo impacto será sentido por todas y todos. El desinterés en tener más participación y voz popular tiene un motivo: Si los pueblos estuvieran realmente presentes, éstos podrían ver de cerca como buena parte de sus representantes - los gobiernos y la ONU - están “presos” de los intereses de un pequeño grupo de corporaciones y ONGs que, para evitar cambios estructurales, desde hace años vienen “vendiendo” falsas soluciones a la crisis climática, principalmente con la idea del mercado de carbono, incluyendo REDD. Si los pueblos realmente estuvieran representados y presentes en estos espacios, se podrían rebelar y cambiar el rumbo de las cosas.

Reafirmamos la necesidad de que nuestros gobiernos a fin de año en Paris deben tomar decisiones “a la altura de las circunstancias”. El “cambio radical” defendido desde hace años por muchas organizaciones y movimientos sociales, radica simplemente en practicar el ejercicio de sacar conclusiones del análisis de los hechos que llevaron y agravaron cada día la destrucción ambiental y la crisis climática; es decir, ¡tan solo mantener los “pies en la tierra”! Nuestros gobiernos también deberían hacer eso si tomaran en serio su rol y si se preocuparan por el futuro de los pueblos que supuestamente representan. Significa también que las falsas soluciones, como el mercado de carbono y REDD, que no representan ningún cambio real ni estructural, deben ser rechazados.

Pedimos a todas y a todos unirse al Llamado a la Acción para rechazar REDD y las industrias extractivas firmado por más de 150 organizaciones y movimientos sociales a nivel mundial - vea también artículo en este boletín -, que fue lanzado a puertas de la conferencia del clima en Lima, Perú, en 2014.

  1. Vea por ejemplo: http://www.fern.org/pt-br/comerciodecarbano
  2. Vea por ejemplo: http://wrm.org.uy/pt/livros-e-relatorios/redd-uma-colecao-de-conflitos-contradicoes-e-mentiras
  3. Vea por ejemplo, http://www.ienearth.org/category/climate-justice/carbon-trading-and-offsets/