Agua: corriente de vida y saberes

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Hay una diferencia crucial cuando alguien se refiere al agua como elemento vivo que al agua como “recurso”. La visión occidental pone al ser humano en el centro de todo, como agente dominador del resto de seres vivos. Así también, el capital se (im)pone en el centro de las relaciones sociales. Pero el agua es un ciclo vivo. Se mueve, se transforma, se nutre de otros ciclos vivos y provee de vida. Para el agua, los seres humanos son parte de otros ciclos vivos interconectados. Los proyectos del capital por el contrario se imponen. Buscan dominar y ser el centro de todo lo que los rodea; explotando, extrayendo, intoxicando, exterminando… sin devolver nada. Esta idea de ver al agua como “recurso” nos aleja de concebir al todo: a los ciclos vivos.

“Ocultos a nuestros ojos durante el día, los espíritus se pueden percibir en las voces rugientes de las cataratas, en la luz que brilla y se desgrana a través de la espuma, en el goteo del agua de los estanques, en las horquetas de los árboles gigantes del bosque y en el llamado de los animales y los pájaros. El bosque está vivo.” – comunidad Sanema, Yanomami del norte, Venezuela, Boletín de setiembre de 2002

“El territorio es la madre tierra y ella está compuesta de todo. La madre tierra dejó el río que es la leche que nos alimenta, nos da de beber; y el bosque, que es nuestro techo y nuestro banquete para alimentarnos” - Babau, cacique de la comunidad de Serra do Padeiro, Brasil, Boletín de octubre de 2014.

Los bosques sostienen inmensos tejidos vivos que interconectan seres y ciclos naturales de maneras casi imperceptibles pero cruciales. Entrecruzado en casi todos estos tejidos está el ciclo del agua, es decir, el constante movimiento del agua a través del planeta en forma líquida, de vapor, granizo o nieve. Las poblaciones que viven y dependen de los bosques frecuentemente comparan a los ríos, la lluvia y los arroyos que atraviesan la tierra con las venas y las arterias que llevan y mueven la sangre a través de los cuerpos humanos. Esto simboliza una mirada diferente, en la que el agua no es un componente separado o aislado del resto de tejidos vivos, sino que, por el contrario, el ciclo del agua es parte esencial de los pueblos, por lo que lo conocen, usan y protegen con cautela, humildad y, sobretodo, con mucho respeto.

“Para las comunidades tradicionales, la preservación de los bosques no sólo implica mantener sus derechos sobre la tierra y el territorio sino, fundamentalmente, el proteger su civilización, de la que depende la esencia de su cultura. La cultura de las comunidades implica procesos de adaptación que se pasan a través de las generaciones, equilibrando la vida y la sustentabilidad de los ciclos naturales.”- Zenzi Suhadi, Walhi, Indonesia, Boletín noviembre 2014

Otro(s) significado(s) y valor(es) vital(es) trasciende(n) la dimensión corporal y la necesidad de uso. Estos otros significados, que por lo general se viven, enseñan y aprenden en las comunidades tradicionales, constituyen la base cultural y espiritual de su existencia. Por generaciones, las comunidades comparten conocimientos ancestrales, memorias e identidades que están adscritos al cuerpo común o territorio.

Los abuelos decían que estas zonas [refiriéndose a las lagunas de Celendín, en Cajamarca, Perú] eran sagradas, nadie podía entrar así no más, se hacían cultos y aquí venían los médicos tradicionales a recoger medicina. Los abuelos le llamaban Conga a este lugar” - Rondera (vigía campesina) de Cajamarca, Perú, Boletín de marzo de 2015.

“Nos reunimos en torno al fuego. El techo de coronillas, rama negra, guayabo colorado y talas hacía lo que podía para protegernos de la llovizna que a rachas venía acompañada de viento. Rondaba un sentimiento, indescifrable para mí, mezcla de grandeza de espíritu y seguridad terrenal. Disfrutamos silencios llenos de mensajes, el arroyo cerca incansable y cristalino, los duendes de la noche callados, también las ranas y grillos para dejarnos el tiempo y espacio a nosotras” – Nelly Curbelo sobre el tercer encuentro sobre los ciclos de la mujer y la medicina natural, Uruguay, Boletín de febrero de 2004

Toda el agua de la lluvia y la nieve que va cuesta abajo hasta formar masas de agua - como por ejemplo un río, un lago o un humedal - alimenta a lo largo de sus recorridos a muchos sistemas de vida. No obstante, la mayor parte del agua fluye debajo del suelo. Los bosques y pastos ubicados en la partes altas de las cuencas y a lo largo de las riberas de los ríos y arroyos, mejoran y alimentan las aguas subterráneas.

“Si no fuera por el agua, por el páramo,
no hubiera vida en nuestro planeta y país.
Se habla de dios pero no le vemos,
nosotros vemos a nuestra Pachamama,
nuestra naturaleza” – Josefina Lema, Ecuador, Boletín de marzo de 2015

Así también, los territorios costeros dependen del encuentro de las aguas dulces con el mar, produciendo un sinfín de otros tantos tejidos de vida que son esenciales para las comunidades de esas áreas. El manglar, por ejemplo, es un bosque “sumergido” que brinda sustento y cultura a los pueblos costeros que practican la pesca artesanal y de subsistencia, así como la recolección de conchas, caracoles y cangrejos. Pero sobre todo, el manglar es territorio.

“Nosotras consideramos al ecosistema manglar como nuestra madre, y así lo hemos aprendido todas. Allí está la vida, el ecosistema manglar es una maternidad, es una industria natural que Dios nos ha heredado, para que no seamos pobres” - Colectivo de mujeres de la Reserva Ecológico Cayapas Mataje, Ecuador, Boletín de marzo de 2010

“El fogón es tu cocina
Tus hijos tu diversión
Los montes tu medicina
La sombra tu protección
Un buen pescao tu comida
La chillangua (*) tu sazón
Mangle barrera de vida
Protegerlo es tu razón”

- Fragmento del poema “Mujer del manglar”, Linver Nazareno, Ecuador, Boletín de julio de 2013
(*) Hierba aromática, también conocida como culantro

Cuando el agua escasea o las fuentes habituales están contaminadas, son principalmente las mujeres y niñas las que deben desplazarse largas distancias con cargas pesadas, generándoles daños en el cuello, la espalda y las caderas, entre otros. Asimismo, su conexión con el territorio se ve interrumpida y violentada.

“Solíamos cavar pozos muy pequeños para regar nuestros cultivos. Ahora debemos cavar más profundo y traemos el agua desde muy lejos. El agua potable también se ha vuelto escasa. Tenemos que traer agua para nuestro ganado, para las gallinas y las cabras, además del agua para consumo doméstico.” - Sra. Ziqubu, Sabokwe, Provincia de KwaZulu-Natal, Sudáfrica, comunidad afectada por plantaciones de eucaliptos, Presentación WRM.

“Aracruz [empresa de plantaciones de eucaliptos] cerró el río, porque plantó eucaliptos y se llevó el agua..., entonces fue que se secó el río. Antes tenía una corriente fuerte, y ahora, ¿dónde está?” - Francisca, mujer tupinikim, aldea de Irajá, Brasil, afectada por plantaciones de eucalipto, Presentación WRM.

Por ello, aquellas mujeres con fuertes raíces en sus territorios luchan por recuperar su autonomía y conocimientos, muchas veces incluso equiparando al territorio con sus propios cuerpos.

“A la tierra, nuestra madre, la violentan como nos violentan a nosotras. La quieren explotar como lo hacen con nuestra fuerza de trabajo, no la ven ni la reconocen, la invisibilizan como invisibilizan nuestros aportes y nuestras palabras. Es un mismo patrón de poder la que nos oprime, es que para la cosmovisión capitalista y eurocéntrica ambas somos naturaleza apropiable, explotable, controlable,”espacio de diálogos entre mujeres, Perú, Boletín de marzo de 2015

…Valientes protectoras de sus raíces.

“Cuando era fuerte la resistencia [contra la mina Conga] nos levantábamos a las 3 de la mañana, nos íbamos a los caseríos a convocar para la marcha, más tarde íbamos a buscar alimentos donados en los mercados y en las tiendas solidarias. Una vez en las marchas hacíamos ollas comunes, a nadie le faltaba qué comer. Otras nos colocábamos en la primera fila de las marchas, cantando nuestras coplas nos enfrentábamos a la represión. No nos importó el cansancio, los golpes, muchas veces el grito de nuestros maridos o la incomprensión de la familia. Luchábamos por el agua que es la vida, por nuestros hijos, y los hijos de nuestros hijos,” – guardiana de las lagunas en Cajamarca, Perú, Boletín de marzo de 2015