En memoria de Ricardo Carrere

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Ricardo Carrere falleció a comienzos de la mañana del 16 de agosto de 2011. Desde hacía un tiempo sufría de cáncer de pulmón, pero había preferido guardar la mayor discreción posible sobre la evolución de su enfermedad. Todo se aceleró en pocos días, y la triste noticia nos tomó completamente por sorpresa.

Creemos que Ricardo Carrere dejará una impronta indeleble. Ante todo, para quienes tuvimos el privilegio de conocerlo, encarnaba una rara combinación de humildad, generosidad y bondad. De él emanaba una suerte de frescura juvenil, y el talento de escuchar a los demás. Dos cualidades muy poco frecuentes. También mantuvo siempre intactos un fervor contagioso sobre la importancia de ser un activista y la capacidad de indignarse ante cualquier injusticia.

Además, desde el punto de vista político la vida de Ricardo Carrere fue extraordinaria. Su importancia, quizás sin que él lo supiera, será considerada esencial en la historia del ambientalismo mundial.

Ricardo se interesó en la política desde muy temprano. A fines de los años 50, el nivel de vida de los uruguayos decayó seriamente, frente a lo cual crece la militancia estudiantil, la agitación obrera y surge la lucha armada. A medida que la policía se volvía más represiva, aumentaron los conflictos sociales y, en 1973, el ejército tomó el control del parlamento y estableció un régimen militar. En este contexto, Ricardo fue arrestado y permaneció preso durante siete años, debido a su afiliación al partido comunista maoísta. No le gustaba hablar de esta experiencia, pero siempre pensamos que su extraordinaria pasión por la vida y la justicia era el resultado de esos años de cárcel. Luego de su liberación, se reunió con su hija en Londres, donde vivió durante un tiempo.

Ricardo Carrere encarna la generación de activistas socialistas que descubrieron la crítica ambiental del capitalismo y que, desde entonces, ya no pudieron actuar como si  no supieran nada. Pensamos que Ricardo nunca perdió el radicalismo de su juventud. En los movimientos socio-ecológicos del Sur encontró una amplia arena ignorada de luchas contemporáneas, a las cuales decidió dedicar su apoyo por el resto de su vida.

Si bien nunca buscó los primeros planos, se le conoce sobre todo como el “líder carismático” del Movimiento Mundial por los Bosques Tropicales (WRM), aunque no fue su fundador. Bajo su impulso, el WRM se convirtió sin duda en la red activista especializada en bosques tropicales más influyente del mundo. Creado en 1986, con base en Montevideo, se convirtió en una ONG internacional con muchas ramificaciones y participó en la defensa de los bosques tropicales del mundo, en la preservación de las tierras y los medios de vida de los pueblos que en ellos viven, y en la promoción de su manejo comunitario. El WRM es sobre todo famoso por denunciar – especialmente en su boletín mensual – los impactos de la tala comercial, las represas, la minería, las plantaciones, las granjas camaroneras y otros emprendimientos que destruyen los bosques del mundo. El boletín, que se publica en cuatro idiomas, es un medio de expresión para las comunidades y grupos que sufren dichos impactos, y sirve además para divulgar, en términos comprensibles, información sobre los bosques y los temas relacionados.  En ese sentido, Joan Martínez-Alier ha sugerido que Ricardo Carrere figura entre los fundadores del Movimiento Mundial por la Justicia Ambiental.

Ricardo fue realmente un internacionalista. Nunca se limitó a las fronteras nacionales. Aunque estudió la silvicultura convencional en el Sur de Francia, se convirtió en un oponente encarnizado de la forestación de tipo “revolución verde”, caracterizada por el modelo de plantación industrial de árboles. Al expandirse en el mundo entero y particularmente en el Sur, dichas plantaciones, que la FAO presenta como “bosques plantados”, tienen numerosos impactos sociales y ambientales negativos sobre las comunidades locales. Su crítica de las plantaciones industriales de árboles logró renombre mundial.

Dicho sea de paso, los conflictos sociales generados por esas plantaciones fueron el tema de una tesis de doctorado para uno de nosotros (J.-F. G.). En 2006, mientras realizábamos una investigación sobre la resistencia contra el monocultivo de palma aceitera y de caucho en el Sur de Camerún, Ricardo escribió a J.-F. G. para decirle que quería ver de cerca lo que estaba sucediendo allí, pues, según dijo, no tenía mucha experiencia en materia de África central. Así, le organizamos un viaje de cinco días en esa zona. Fue así como lo conocimos. Para nosotros, el encuentro fue valioso e inolvidable. Llegó al aeropuerto con su valijita, de cuyo volumen ocupaba un tercio el material para el mate (una infusión tradicional sudamericana). Sus ojos brillantes y expresivos nos impresionaron.

Durante el día, discutimos con campesinos bantúes, trabajadores de las plantaciones y cazadores-recolectores bagyeli, y durante las largas veladas en Kribi, los tres conversábamos sobre política, investigación y experiencias personales. Su humanidad y su talento para comunicarse con personas de diferentes orígenes eran inusuales.

Ricardo permanecía escéptico en cuanto al valor de la ciencia cuando el científico carece de implicación política directa. Nos dijo que conoció los impactos del monocultivo industrial de árboles leyendo los libros de Vandana Shiva, a fines de los 80. Junto con Larry Lohmann, publicó luego “El papel del Sur” (1996), un libro que hizo historia y se convirtió en un clásico de la literatura ambientalista. Ese libro contiene las premisas teóricas del “ambientalismo de los pobres”, incluye estudios de caso bien documentados referentes al mundo entero, y posee también un aspecto político-práctico, de gran ayuda para los activistas.

Dos años después de esa publicación, el WRM lanzó su campaña contra los monocultivos de árboles. Dicha campaña apunta a generar conciencia y a organizar la oposición mundial contra las iniciativas forestales de ese tipo. También exige a la FAO que cambie su definición de bosques, pues incluye entre ellos a las plantaciones de árboles, con un fuerte eslogan que ha dado la vuelta al mundo desde el inicio: “Las plantaciones de árboles no son bosques”. Exhorta a los gobiernos a no incluir las plantaciones de árboles como sumideros de carbono en el Mecanismo de Desarrollo Limpio del Protocolo de Kyoto, y critica con energía la certificación de base comercial, los mercados de carbono y los agrocombustibles. Como su posición es coherente, éticamente sólida y basada en conocimientos de primera mano de activistas locales, varias grandes organizaciones internacionales, como el FSC, el CIFOR y la FAO, no pueden permitirse ignorarla. En ese sentido, el impacto del WRM es sorprendente, dada su orientación política “anticapitalista”. Durante esa campaña Ricardo escribió algunos artículos memorables, entre los que se destaca “Diez respuestas a diez mentiras” (1999).

Luego de esa visita de campo a Camerún, Ricardo volvió varias veces a África. No dejamos de intercambiar mensajes y textos, y volvimos a encontrarnos en Johannesburgo y Quito. Su entusiasmo nunca decayó. El año pasado, escribió a J.-F. G. sobre lo mucho que estaba aprendiendo de sus conversaciones sobre la palma aceitera con la gente de la zona rural de África central. Para nosotros, Ricardo ejemplifica la lucidez y la humanidad del “conocimiento activista”. Fue uno de los mejores ecologistas políticos del mundo. Su espíritu radical permanecerá vivo.

Por Julien-Francois Gerber & Sandra Veuthey