Sudáfrica: la expansión de la industria celulósica y el acaparamiento de tierras disfrazado de desarrollo comunitario

 

Durante el Apartheid, muchos sudafricanos fueron despojados de sus tierras tradicionales por medio de leyes que provocaron su desplazamiento – a menudo por la fuerza – hacia zonas más pequeñas y remotas con un potencial agrícola marginal. Al mismo tiempo, el gobierno sudafricano de la época se apresuraba a convertir las tierras que arrebató a las comunidades rurales en vastas plantaciones industriales de árboles exóticos con el fin de respaldar a la industria celulósica y papelera, lo cual permitiría disminuir la dependencia de productos importados y el riesgo de sanciones de tipo comercial.

Para ejecutar dicho plan, se creó una compañía estatal llamada SAPPI (South African Pulp and Paper Industries). Si bien luego fue privatizada, el gobierno sudafricano continúa manteniendo una considerable participación en ella a través de la IDC (Industrial Development Corporation). La compañía, que ahora se denomina Sappi Ltd., tiene varias filiales y se ha convertido en una enorme empresa multinacional, propietaria de grandes bienes en tierras y equipamiento en todo el mundo.

En los últimos tiempos, Sappi ha comenzado a abandonar la producción de papel para concentrarse en la fabricación de celulosa química, para la cual parece haber un crecimiento potencial de la demanda, principalmente en China. Con miras a captar una tajada de este nuevo mercado, Sappi se ha embarcado en un importante proceso de transformación que incluye la venta o el cierre de algunas de sus fábricas más pequeñas o antiguas, las cuales causaron grandes problemas de salud en las zonas donde estaban ubicadas, además de dejar un legado de suelos y agua contaminados.

Parte de este proceso implica ampliar dos grandes fábricas en Sudáfrica y una en Estados Unidos, y transformarlas para que produzcan celulosa química, lo cual requerirá un mayor suministro de materia prima barata bajo la forma de troncos de eucalipto. En Sudáfrica, la fábrica de Sappi ubicada en Nogdwana, provincia de Mpumalanga, ha sido convertida y considerablemente ampliada, y requerirá ahora mucha más madera de eucalipto. Esto significa que, además de crear nuevas plantaciones de eucaliptos, habrá que convertir las plantaciones de pinos existentes, lo cual tendrá impactos ambientales mucho peores, especialmente en lo referente al consumo de agua y al carácter invasor del eucalipto.

También ha sido considerablemente ampliada la fábrica de celulosa Saiccor de Sappi, situada en Umkomaas, provincia de KwaZulu-Natal: su capacidad de producción es ahora de casi un millón de toneladas por año. Esto ha llevado a Sappi a emprender una campaña agresiva para obtener más madera de fuentes cercanas.

Como principio general, para que el emprendimiento sea rentable desde el punto de vista del transporte, es necesario obtener la madera a no más de 250 km de distancia de la fábrica. Por este motivo, se ha previsto destinar grandes extensiones de tierras de las comunidades locales que se encuentran dentro de la “zona de influencia” de la fábrica, para el establecimiento de nuevas plantaciones.

La plantación de Sandanezwe (casualmente, éste es también el nombre de un yuyo invasor, Chromolaena odorata), en la región de Ingwe, es uno de esos proyectos, y ocupará 405 ha de tierras comunitarias que figuran en la lista gubernamental de concesiones para nuevas plantaciones en la “zona de influencia” de Unkomaas. Sappi y el gobierno han llevado adelante proyectos como éste por medio de consultoras en “desarrollo comunitario” como Awethu Forestry Investments (Pty) Ltd. y de ONGs como LIMA, fuertemente asociadas a la industria maderera.

Para dichos proyectos se crearon concesiones especiales, basándose en el argumento de que la comunidad local había pedido permiso para la plantación, cuando, en realidad, fue la propia Sappi, actuando entre bambalinas y desinformando a los líderes locales, quien presentó al gobierno las solicitudes de autorización. Se pone énfasis en los supuestos beneficios financieros de las plantaciones, pero se omite mencionar los negativos impactos ambientales y sociales, por los cuales deberán pagar los habitantes y las generaciones futuras que perderán sus derechos sobre las tierras y el agua.

Wally Menne, Coalición Timberwatch, correo electrónico: plantnet@iafrica.com