El financiamiento de las plantaciones industriales de árboles en el Sur en tiempos de crisis: ¿qué crisis?

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Las noticias que llegan de Europa o de Estados Unidos describen un escenario de crisis económico-financiera grave, con escaso o nulo crecimiento de la economía, con falta de inversiones y altas tasas de desempleo. Pero desde que comenzó esta crisis - hace aproximadamente cinco años - también vemos un intenso proceso cada vez mayor de inversiones en tierras y plantaciones de monocultivos de árboles y otros cultivos en Latinoamérica, África y Asia, mediante varios fondos de inversiones, provenientes, en su mayoría, de los países industrializados del Norte en crisis. Algunos ejemplos son los fondos de pensión y los fondos que hacen inversiones específicas llamadas ‘forestales’. Entonces, ¿de qué crisis estaríamos hablando?

Obviamente no es una crisis de falta de dinero. Los fondos de inversiones parecen disponer de un enorme volumen de recursos, como muestra, por ejemplo, el artículo en este boletín sobre la actuación de estos fondos en Mozambique. Por un lado, para el pueblo no es fácil entender cómo funcionan estos fondos; por otro, hay un mensaje bastante claro y similar que está presente en todos ellos: nosotros le podemos ofrecer a usted, inversionista, un buen retorno, un beneficio 'atractivo'. Y debido a la competencia entre los diversos fondos, lo que buscan son inversiones que puedan generar más retorno, más beneficios, y poco importa cuál es la actividad y dónde se lleva a cabo, siempre y cuando haya un buen 'clima', una 'seguridad' local para las inversiones. Es lo que ocurre, por ejemplo, en muchos países del Sur en los que los gobiernos han abierto sus puertas a estos inversionistas.
El alto desempleo en los países en que los grandes fondos de inversiones mantienen sus sedes y las tragedias vividas por los individuos, las familias y las comunidades afectadas no parecen ser algo que esté entre sus preocupaciones; lo que los mueve, antes que nada, es la búsqueda de oportunidades para aumentar sus capitales.

Según las informaciones divulgadas por los Fondos, la crisis realmente no les atañe. Siempre hablan de “oportunidades” y demuestran una ambición desmedida. Creen que plantar miles de hectáreas de monocultivos puede mejorar las condiciones de vida de las comunidades rurales.

Pero cuando dichas comunidades se ven afectadas por esos proyectos de monocultivos de árboles en gran escala, suele iniciarse o agravarse una real situación de crisis para las comunidades. Disputas por la tierra, pérdida de biodiversidad, amenazas a la soberanía alimenticia, problemas con el agua y conflictos laborales de una minoría de la comunidad que consigue empleo son algunos de los impactos más denunciados por las comunidades.

Hay otra crisis, más profunda, por tras de ello: la opción de los gobiernos que facilitan las inversiones privadas en grandes proyectos y que no priorizan políticas para atender a las necesidades más urgentes y a los derechos más básicos de la mayoría de la población. En ningún caso conocido por el WRM de promoción de proyectos de plantaciones de monocultivos de árboles en gran escala, se consulta debidamente a las comunidades ni se respetan sus derechos. Y más aún, esas comunidades suelen tener propuestas bien diferentes: piden apoyo para el incentivo a la agricultura familiar, campesina, para tener acceso a la vivienda, a una educación de calidad y diferenciada, o sea, adecuada a su realidad, entre otros pedidos. Generalmente, los gobiernos alegan que faltan recursos para atenderlos.

De hecho, la inversión para satisfacer estos pedidos es ínfima, principalmente si se compara con las sumas de dinero que moviliza el mercado de inversiones en el agronegocio y otros sectores que causan graves impactos a la población y al ambiente. Adicionalmente, esos grandes proyectos suelen contar con recursos, ‘seguridades’ e incentivos públicos - en los que se destaca también el creciente papel de grandes bancos públicos de los países del Sur -, generalmente para producir materia prima o mercaderías para exportación y/o accesibles solo para una minoría de la población, con el fin de mantener un sistema de producción y consumo, en buena parte desmedido y degradante para el ambiente.

Insistir en este camino - en este modelo que atiende a la lógica de la acumulación de capital para satisfacer a unos pocos, mientras se mantienen y aumenten las desigualdades sociales y ambientales - quizás sea una de las mayores crisis que el mundo enfrenta actualmente.