El G8 y la crisis climática: ¿coincidirán los hechos con las palabras?

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Los gobiernos de algunos de los países más poderosos del mundo se reunieron recientemente en Italia y produjeron un documento titulado “Un Liderazgo Responsable para un Futuro Sostenible”. En su declaración, informan al mundo que están “decididos a asegurar el crecimiento sostenible y a enfrentar los desafíos interrelacionados de la crisis económica, la pobreza y el cambio climático”.

Podría ser divertido, si no fuera porque la situación actual es tan trágica.

El mundo enfrenta una grave crisis económica, la pobreza aumenta en todas partes – y también en esos 8 países – y la crisis climática está cercana al desastre. Todo como consecuencia directa del liderazgo “responsable” de los gobiernos de esos y otros pocos países durante muchas décadas.

Obviamente, nadie puede culpar a países como Tuvalu, Fiji, Laos, Camboya, Papúa Nueva Guinea, Gambia, Namibia, Uruguay, Cuba o la mayoría de los 192 estados miembro de las Naciones Unidas de haber creado dichos problemas. Sin embargo, la mayoría de ellos ya están impactando gravemente sobre sus pueblos.

El G8 ahora promete que “encabezará la lucha contra el cambio climático”, pero la realidad muestra que están haciendo exactamente lo opuesto: en el Reino Unido se criminaliza a militantes que intentan impedir el uso de carbón, se planea abrir Alaska a la explotación petrolera, las empresas petroleras y gaseras de los países del G8 continúan lucrando con los combustibles fósiles, al tiempo que el consumo en dichos países acelera la destrucción de bosques tropicales.

Los países que ya sufren a causa del cambio climático nunca manifestaron el deseo de ser “liderados” por el G8. Al contrario, están exigiendo que ellos y otros gobiernos poderosos acepten su responsabilidad por los problemas que han creado y hagan algo al respecto. No para el 2050 sino ahora mismo. No con declaraciones sino con acciones concretas. No a través de “mecanismos de mercado” sino a través de estrictos mecanismos legales.

El mundo – sus pueblos y ecosistemas – ya no puede tolerar un sistema donde unos pocos gobiernos, en base a su poder económico, político y militar, usan y destruyen el planeta en beneficio propio. En tal sentido, los países del G8 deben recordar el significado de la palabra democracia y aceptar que constituyen una pequeña minoría que no ha recibido de nadie, salvo de ellos mismos, el mandato de liderar a los demás.

El mundo no quiere ni necesita su “liderazgo”, pero sí necesita que actúen de manera “responsable” para enfrentar el desastre climático que han creado. El mundo necesita que hagan coincidir sus palabras con hechos.