Desarrollo: entendimientos desde de las bases

Imagen
Mural de resistencia Zapatista. Chiapas, México.

La historia del desarrollo está plagada de engaños y devastación en tanto conlleva múltiples dimensiones (neo) colonialistas y abusos de relaciones de poder sumamente desiguales. El WRM habló con aliadas y aliados de Brasil, Gabón, India, México y Mozambique, para escuchar y aprender en conjunto sobre sus entendimientos del desarrollo.

La historia del desarrollo está plagada de engaños y devastación. Una y otra vez las instituciones financieras, los bancos y los organismos para el desarrollo, dirigidos por gobiernos y empresas del Norte global, anuncian la “necesidad” de desarrollar a los países denominados pobres (en su gran mayoría países con recursos estratégicos), para justificar la introducción de infraestructura a gran escala, proyectos extractivistas y mercados. Esas imposiciones, argumentan, transformarían las economías de los países encaminándolas a sociedades modernas y desarrolladas. Mientras tanto, la mayoría de los gobiernos de los países del Sur están ansiosos por recibir nuevos fondos y proyectos que consideran sumamente necesarios.

El WRM habló con aliadas y aliados de Brasil, Gabón, India, México y Mozambique, quienes tuvieron la experiencia de la llegada de proyectos de desarrollo a sus contextos particulares. Quisimos escucharlas y aprender con ellas y ellos sobre sus entendimientos del desarrollo. Por motivos de seguridad guardamos el anonimato de quienes participaron.

Un activista de Santarém, norte de Brasil, afirma que “A lo largo de la historia siempre se habló de desarrollo. Pero el desarrollo aquí en la región es sinónimo de capitalismo, de opresión”. Para él, la apertura de la ruta BR-163, construida con préstamos del Banco Interamericano de Desarrollo, apuntó principalmente a permitir el transporte de soja y otras mercancías (commodities) de manera barata y rápida al puerto de exportación de Santarém, principalmente con destino a China y Europa. Dijo que “todo esto ocurrió con una gran propaganda de que la región se desarrollaría. Que la población tendría mayor acceso a la salud, la educación, la infraestructura, incluso en las zonas rurales, con una mejor calidad de vida, creación de puestos de trabajo, ingresos y demás.” Pero nada de eso se concretó. Mientras tanto, la proyectada vía férrea Ferrogrão (o TrenGrano), que correría paralela a la BR-163, tiene el fuerte apoyo de empresas tales como Cargill, Bunge y Amaggi, y tiene el respaldo financiero del Banco Nacional Brasileño de Desarrollo Económico y Social (BNDES). El Pueblo Indígena Kayapó Mekrãgnoti bloqueó la BR-163 para resistir los planes de construcción de la vía férrea. (1)

Del mismo modo, un activista de la India dijo al WRM que “La llamada Autopista Asiática, que está financiada por el Banco Asiático de Desarrollo, está creada por ellos, para beneficiarlos a ellos - la supervivencia del resto quedará definida por lo que se conoce como el efecto de ‘goteo’. Se trata de hacer carreteras que puedan llevar los recursos del mundo a la puerta de los consumidores. Cada vez más se trata de carreteras que la población local no puede cruzar ni usar, pero que trasladan más rápido las mercancías a través del mundo. Las personas que viven al costado de la carretera y todavía practican la agricultura Jhum (itinerante), que producen alimentos para su familia o para la aldea, son arrojados a la competencia mundial. Pero es evidente que en un mundo globalizado ya no hay competencia alguna - ya no se está en posición de luchar. El ‘libre’ comercio no es posible en un mundo desigual”.

El término desarrollo ha sido protagonista en las instituciones que impulsan y financian la transformación de vastos territorios y espacios de vida al servicio del mercado. Esto incluye a innumerables integrantes de comunidades que han sido obligados a ingresar al trabajo asalariado, un proceso frecuentemente acompañado de expulsiones violentas, despojo, rupturas, agresiones e injusticias. Este término - y las connotaciones con las que se asocia - crea una especie de consenso al convertir los objetivos e ideologías de los poderosos aparentemente en los intereses de “sentido común” de sociedades enteras.  (2) Como resultado, quienes se oponen generalmente son estigmatizados con una propaganda que los acusa de anti-desarrollo, contrarios al progreso, atrasados o que van en contra del “interés nacional”. El mismo activista de la India agregó que “La oposición a la autopista es calificada como anti-desarrollo o anti-gente. Parece haber un ‘desarrollo’ predefinido para el cual  ya hay instituciones y paquetes de políticas definidos así como políticos preparados que implementan ese ‘desarrollo’”.

Si bien se considera un término neutral, la noción de desarrollo conlleva múltiples dimensiones (neo) colonialistas y abusos de relaciones de poder sumamente desiguales.

La experiencia de las mujeres de Gabón que viven dentro y en torno a las plantaciones industriales de palma aceitera de Olam, es reveladora. En 2017, el Banco Africano de Desarrollo (AfDB) financió a Olam para sus plantaciones en Gabón, con el argumento de que el financiamiento es coherente con sus iniciativas “Alimentar África” (Feed Africa) y “Mejorar la calidad de vida para los africanos” (Improving quality of life for Africans). (3) Sin embargo, una mujer de la aldea de Ferra declaró al WRM que “Desde que Olam llegó a la aldea ya no pudimos pescar más como se debe, porque los lagos están contaminados, algunos lagos y estanques están clausurados, ya no podemos cazar más porque nos prohibieron entrar al bosque”. Otra mujer de la misma aldea dijo que “nos estamos empobreciendo, estamos sufriendo, estamos pasando por momentos muy difíciles. ¿Por qué digo esto? Porque los lagos están clausurados, los cursos de agua donde solíamos pescar están clausurados, ahora nos prohíben entrar a los bosques y nos impiden cultivar como lo hacíamos antes. Nos obligan a utilizar las mismas tierras muchas veces, y desgraciadamente ya no producen buenas cosechas. Las mejores tierras son para ellos y nos dejan las malas para nosotras. Nos cazan como animales; nos convertimos en sus esclavos. Son ellos quienes mandan en nuestros bosques y en nuestra aldea.” (4)

Innumerables represas a gran escala, autopistas, trenes, aeropuertos, plantaciones de monocultivos industriales, sitios de extracción y oleoductos de petróleo y gas, minas, proyectos de mega-urbanización, etc., se han construido en el Sur global con la promesa de desarrollo, crecimiento, puestos de trabajo y progreso. Sin embargo, la realidad de quienes “reciben” el desarrollo, en gran medida, ha empeorado.

Un activista de Mozambique que vive en la provincia de Zambézia, afectado por las plantaciones industriales de árboles de Portucel, nos comentó con relación a las promesas que la compañía hizo a las comunidades que “nada de eso sucedió. La empresa prometió hacer muchas cosas, construir escuelas, hacer vías de acceso, bombas para extracción de agua, hospitales, y no se construyó nada. También prometió puestos de trabajo. Dijo: ‘van a trabajar porque vamos a instalar fábricas en Mozambique, en la provincia de Manica o Zambézia, y ustedes van a trabajar.’ Pero ya no se dice nada sobre eso. Solo las plantaciones se han hecho hasta ahora. La gente dejó de trabajar. Esto no es desarrollo”.

De manera similar, una activista mexicana que se opone a lo que llaman el ‘Tren Maya’, apoyado por las Naciones Unidas con el argumento de que “traerá desarrollo a la península,” y que atravesará un vasto territorio donde viven más de 3,5 millones de Pueblos Indígenas, exigió que los promotores del Tren aclararan para quién sería el desarrollo del que tanto están hablando. Ella indicó que: “Nos están diciendo que somos unos tontos, que no sabemos nada, que somos ignorantes, que no sabemos organizarnos, que no sabemos colaborar en el desarrollo de las comunidades, de nuestros pueblos, y que no sabemos trabajar para el crecimiento económico de nuestros pueblos. Para nosotros eso es un insulto. ¿De qué desarrollo nos hablan estos promotores? ¿Cuál crecimiento?  ¿Del de ellos, el de sus empresas, el de los empresarios, el de los que traen la lana [plata]? ¡Porque el desarrollo de los pueblos no es! Es el desarrollo de ellos. A nosotros, pueblos y comunidades de la península [de Yucatán], solamente nos va a traer impactos negativos, como la división, más pobreza, la delincuencia, los robos, los asesinatos, la prostitución, la drogadicción. El arrebato de nuestra lengua, de la forma y manera de hablar, de vestir, de nuestras formas y maneras de gobernarnos. Nos vienen a destruir eso, traen la destrucción a la península. Nosotros tenemos nuestras formas y maneras de vivir, como nosotros creemos desde hace muchos años, desde nuestros ancestros. Nosotros tenemos nuestra propia vida, ésa es la que vienen a destruir. La destrucción de la península, destruyendo la vida de comunidades indígenas y no indígenas.”

El uso (e imposición) de este lenguaje engañoso, que fue creado por quienes detentan el poder político y económico, es sumamente instrumental para perseguir los intereses de los gobiernos y empresas del Norte global. Por lo tanto, también es instrumental para cubrir la opresión, el patriarcado y el racismo implícito que subyacen a tal imposición.

La activista de México agregó: “dicen que van a ‘integrar a los no integrados’; dicen ‘tú campesino, tú indígena, vas a ser socio porque el Tren Maya va a pasar por tu territorio, por tus tierras, entonces serás socio’. Esa es una vil mentira; es una estrategia para despojarnos de nuestras tierras y ser mano de obra barata sirviendo a los turistas; eso es lo que quieren de nosotros. Y lo que en realidad está en juego es la destrucción del territorio. Porque eso es lo que vienen a hacer esos empresarios, junto con el Gobierno Federal. Dicen traer el reordenamiento en la península. ¿Qué van a re-ordenar? ¡Ya está! La península la hemos cuidado desde siglos, nuestras ancestras cuidaron la selva y la seguimos cuidando. Ellos no vienen a re-ordenar nada. Por el contrario, vienen a desordenar lo que ya está ordenado. Entonces no hay ningún desarrollo, no hay ningún crecimiento, no hay ningún reordenamiento. Eso ya está, porque lo hemos hecho nosotras y nosotros.” Y agrega: “De por sí se vive el racismo por el simple hecho de ser de otro color de piel, con otra lengua, forma de hablar, de vestir, forma de expresarte, de gobernarte y de gobernarnos en las comunidades. Por nuestras tradiciones, nuestra cultura. Nos discriminan porque somos ‘los indios’, los que no sabemos. Por eso al traer el dichoso desarrollo, van a traer otros tipos de gente de otros países, porque para el gobierno y las empresas, ellos sí saben trabajar. Es vivir el racismo que desde hace tantos años hemos vivido, pero que ahora se va a incrementar más. Nos van a decir ‘tú solamente sirves para servirle al turista’, para limpiar baños, para trapear, para la cocina, para vender nuestras empanadas. De esa manera nos van a tratar. Porque somos la gente de abajo, de las comunidades, las que no sabemos hablar. Ahí es donde se vive el racismo y se va a incrementar más de lo que ya está. Seremos la mano de obra barata con trabajos forzosos, seremos los esclavos de los empresarios, de las empresas, de este mismo gobierno.”

Un artículo del boletín del WRM de 2014 que reflexiona sobre los debates en torno a las ‘alternativas’ (5) aclaró los impactos reales de esas intervenciones del desarrollo: “En 1990, periodistas europeos que estaban de visita en Tailandia le preguntaron a algunos aldeanos que intentaban detener la construcción de la represa Pak Mun, cuál era su alternativa. Los aldeanos pacientemente respondieron que las ‘alternativas’ ya estaban allí. Tenemos nuestra pesca, dijeron. Tenemos nuestros bosques comunitarios. Tenemos nuestros campos. Tenemos nuestros templos, nuestras escuelas, nuestros mercados. Todo eso es lo que la represa va a destruir. Claro que tenemos problemas, expresaron, pero tenemos que lidiar con ellos a nuestra manera, y la represa nos quitaría lo que necesitamos para hacer eso.” En este sentido, la alternativa al desarrollo - que generalmente se la presenta como la única opción para ‘ayudar’ a las comunidades en el Sur - es el no desarrollo. Quizás esta reflexión ayude a abrir el espacio para que surjan numerosas realidades y ‘alternativas’ diversas que todavía existen en muchos lugares, a pesar que tienden a ser destruidas o debilitadas en gran medida por el mismo desarrollo.

Para las mujeres de Gabón que viven dentro y en los alrededores de las plantaciones de palma aceitera de Olam, las alternativas a este desarrollo impuesto debe ser suyo y no de afuera de sus aldeas. Para ellas, “Nuestro desarrollo es tener nuestra propia tierra para poder vivir como antes, del cultivo, la pesca y otras actividades rurales”. Y agregaron: “[esto nos permitiría] desarrollar nuestros propios proyectos para asegurar nuestro bienestar en la aldea. Esto es lo que queremos: que podamos ir donde están nuestros cultivos, nuestros bosques, para poder ser libres en nuestra aldea, una libertad que perdimos desde que llegó Olam. Es realmente primordial que nos devuelvan nuestra tierra”. Fundamentalmente, concluyeron, “Queremos libertad”.

* Muchas gracias a quienes contribuyeron y dedicaron tiempo para hablar con el WRM para hacer posible este artículo.

(1) Mongabay, Key Amazon grain route blocked by Indigenous protest over funding, Grainrail, 2020
(2) Ferguson J. and Lohmann L., The anti-politics machine: "development" and bureaucratic power in Lesotho, 1994
(3) AfDB, Loan for Olam Africa Investment, Program, 2017
(4) Más información sobre los impactos de las actividades de Olam en Gabón, aquí (solo en inglés, francés o portugués)
(5) Boletín 209 del WRM, Una alternativa a las “alternativas”, 2014