Madagascar: comunidades del bosque sufren los impactos de una mina de Río Tinto

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Madagascar es la cuarta isla más grande del mundo y se la identifica a menudo como uno de los países más pobres de África, con más de tres cuartos de su población dependiente principalmente de la agricultura para su subsistencia.

La región de Anosy, ubicada en las montañas del sudeste de Madagascar, es el hogar de aproximadamente medio millón de personas. Es una región húmeda con una biodiversidad variada que va desde el bosque de litoral, el bosque húmedo y el de transición hasta el pantano y el matorral boscoso.

Desde 2005, la principal ciudad de la región, conocida como Fort Dauphin, ha sido el objetivo de la inversión financiera en un programa de “polo de crecimiento” del Banco Mundial que puso la minería en el centro de la estrategia de desarrollo regional. La mina es propiedad privada de QIT Minerals Madagascar (QMM), una subsidiaria de Río Tinto. Durante los próximos sesenta años, dicha empresa extraerá y exportará a Canadá aproximadamente 750.000 toneladas de ilmenita (mineral procesado para obtener dióxido de titanio, el cual se utiliza para producir pigmento blanco de uso industrial).

La mina provocó cambios dramáticos en las vidas de los pobladores rurales que viven en los alrededores y dependen de los bosques situados en la trayectoria de la mina. Aproximadamente 6.000 hectáreas de paisaje costero se encuentran bajo custodia del proyecto de extracción de QMM. Unas 1.097 hectáreas fueron designadas como áreas de conservación, con acceso restringido.

Las nuevas “áreas de conservación”, establecidas por QMM y el Servicio Forestal, emplean un sistema que restringe el acceso al bosque. Esto significa que muchos aldeanos – que antes dependían de sus propios sistemas de gestión tradicional – deben ahora pagar (o ser multados) por entrar y tomar productos del bosque. La mayoría de ellos son agricultores y pescadores de bajos recursos, que venden sus productos en el mercado ganando menos de un dólar por día y que ahora se ven excluidos de este recurso vital.

Algunas comunidades ya fueron desplazadas de sus tierras para permitir la construcción de un nuevo puerto, una cantera, caminos y viviendas para los trabajadores de la mina. A otros se les restringió el acceso a sus sitios de pesca tradicionales. Se estableció un sistema de indemnización para quienes fueron desplazados, pero hay problemas en cuanto al monto de las compensaciones otorgadas. La mayoría considera que son insuficientes para equilibrar la pérdida de acceso a las tierras cultivables o a las zonas de pesca que han sustentado a sus familias por varias generaciones.

La mayoría de los lugareños (86%) viven de la tierra como agricultores de subsistencia. Definen la propiedad de su tierra por medios tradicionales que son reconocidos a nivel comunitario. La tenencia legal es difícil de obtener y costosa, y de aproximadamente un 90% de los agricultores malgaches que poseen tierras, sólo el 8% tiene títulos de propiedad formales. Los procesos de compensación inevitablemente favorecerán a aquellos que puedan demostrar su titularidad legal.

A continuación se detallan algunos testimonios de la gente local sobre los impactos causados por el proyecto minero:

Una mujer de 22 años llamada Fanja cuenta: “Tengo que juntar palos del bosque para cercar la huerta y evitar que los animales domésticos se coman las plantas y las semillas. Pero juntar palos se ha transformado en un problema porque el bosque pertenece a los extranjeros (QMM). Es sorprendente cómo un bosque que crece en nuestra región puede volverse propiedad de extranjeros. Ahora mismo, los lugareños necesitan autorización para cortar árboles. Lo peor es que tenemos que pagar para obtener un permiso… No teníamos que comprar leña [antes]… Los hombres iban a juntar madera para construcción y traían lo necesario para construir una casa. Las mujeres aprovechaban la leña gratuita y hacían un pequeño negocio vendiéndola a otras personas… Además, la gente no compraba medicamentos. Las plantas medicinales estaban disponibles para nosotros en el bosque… Todavía dependo del bosque para cubrir mis necesidades, sobre todo para recolectar mahampy para mi ocupación [el tejido de cestos]… [En el pasado], si no podía recolectar mahampy podía juntar leña y ganar algo de dinero… Ahora, todo ha cambiado. El bosque es un lugar prohibido… Si tales restricciones continúan caeremos en una penuria crónica.”

Constand, un hombre de 31 años, explica cómo se transforma el bosque en “área protegida”: “QMM llegó a la aldea… Dijeron que necesitaban que el bosque estuviera protegido… Juntaron firmas de cada individuo en la aldea para obtener la aprobación para transferir a ellos el manejo del bosque… La comunidad local, junto con la ONG del lugar, expresaron su oposición al plan de QMM de manejar el bosque. Pero esto no evitó que QMM se apropiara del bosque alrededor de St Luce… [Dijeron] que la deforestación amenazaba St Luce y que era tiempo de tomar medidas… El pueblo de St Luce lo creyó… aún tendrían acceso al bosque… Por eso no se opusieron al plan con suficiente vehemencia.

Desafortunadamente, [nuestras] penurias se acentuaron, porque QMM ya no permite el acceso al bosque… Se ha llevado tantos recursos que la gente necesita para sustentar sus vidas… La gente es pobre; por ello necesitan el bosque… en lugar de construir casas de ladrillos, utilizan recursos del bosque... En segundo lugar, la tierra boscosa es fértil y provee una buena cantidad de mandioca, boniatos y arroz. Entonces muchos agricultores talan el bosque para expandir sus cultivos. En tercer lugar, el bosque proporciona muchas cosas buenas, como plantas medicinales… Lo único que la gente aún puede hacer es recolectar madera para leña, pero el guardia forestal de QMM debe supervisar a todo aquel que quiera hacerlo…

En el pasado, la comunidad local manejaba el bosque directamente; ellos cobraban un derecho a los turistas que venían a ver el bosque y su biodiversidad. La cantidad de turistas ha aumentado año tras año, y ahora muchos estudiantes extranjeros vienen para realizar investigaciones científicas. Dichas visitas mejoran los ingresos de la gente.

Esos beneficios [ahora] desaparecieron… Ahora el equipo de QMM marcó a la mayoría de los animales que viven en el bosque. Pronto, QMM reclamará que esos animales marcados le pertenecen…

Llegué a la conclusión de que sólo el gobierno puede lograr un acuerdo para que las comunidades locales recuperen sus derechos… Redactar una carta y enviarla a las autoridades respectivas es un enorme problema para la gente. La mayoría de nosotros somos analfabetos… La única oportunidad para la gente de St Luce es expresar sus quejas a través de entrevistas como ésta.”

Bruno, un hombre de 43 años, recuerda: “En el pasado había un bosque denso, pero desde que QMM tomó el control es como si el bosque se hubiera achicado… Esto ha complicado nuestra supervivencia, ya que nuestras vidas dependen tan directamente de los productos del bosque… Nuestros hijos van a tener dificultades para encontrar madera para construcción y no tienen dinero para comprarla en otro lado…

Otro problema es la restricción para juntar leña, a pesar de ser nuestro principal medio para cocinar los alimentos. [Ahora] la gente se ve obligada a ir a Fort Dauphin para comprar carbón…

Si hay visitas en casa, nuestra costumbre es ofrecerles algo de comer… Ahora no tengo una provisión de leña; no puedo preparar una comida rápidamente… Me veo obligado a salir a buscarla… [Mi visitante] podría irse sin haber comido, lo cual, en mi cultura, es vergonzoso para mi.”

Como explica Zanaboatsy, un hombre de 58 años, “[QMM] se aprovechó de nuestra situación, de que éramos demasiado débiles para oponernos a ellos. Además, somos en general gente sin educación; entonces, tuvimos que aceptar – contra nuestra voluntad – lo que ellos [proponían].” Zanaboatsy resume la situación describiendo a QMM como la “bain-tany” – literalmente la ‘herida de la tierra’, expresión que designa una época de penurias y privaciones – y diciendo que ahora él no tiene “ninguna oportunidad de éxito en la vida ni de proveer un mejor futuro para mi familia.”

Extraído y adaptado de: “Madagascar. Voices of Change”, Andrew Lees Trust & Panos London, 2009. El documento completo (en inglés) se encuentra disponible en:http://www.andrewleestrust.org/Reports/Voices%20of%20Change.pdf.