Producción y consumo de alimentos: la resistencia contra la dominación

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Producción alimenticia

Para comenzar a discutir con profundidad la producción, y también el consumo, de alimentos, en especial en un país como Brasil, se hace necesario recordar y mencionar una serie de hechos.

En primer lugar, siempre debemos recordar que comer es un hecho de la existencia humana, no un hecho menor. Cuarenta días sin comer pueden ser fatales para cualquier persona. No tenemos la capacidad que tienen las plantas de consumir minerales directamente y sostenernos con ellos. Necesitamos alimentos producidos por plantas y animales (1), que la naturaleza por sí misma no es capaz de producir para los miles de millones de seres humanos. Por eso, es necesario el cultivo de plantas y la crianza de animales para producir alimentos.

En segundo lugar, vivimos el modo de producción capitalista, donde el Capital está obcecado por su reproducción y acumulación. Transforma todo y a todos en mercancías producidas para vender y generar lucro. Así, cuanto más el modo de producción capitalista “se desarrolla, más la lógica mercantil invade, penetra y satura el conjunto de las relaciones sociales”, es decir, la forma mercantil se universaliza (2). En esa lógica de producción, los alimentos también son transformados en mercancías. En otras palabras, son “unidades que sintetizan valor de uso y valor de cambio” (3), es decir, se producen para vender. En el campo, toda esta lógica se denomina agronegocio, que en Brasil, más allá de ser un sistema de producción, es una asociación directa entre capital financiero, multinacionales de biotecnología y química pesada, industria metalúrgica y tradings articulados y patrocinados por el Estado.

En este contexto, la producción y el abastecimiento alimentario sufrieron transformaciones para atender los intereses del Capital. La reducción de los alimentos a meras mercancías generó y genera un conjunto de contradicciones y, consecuentemente, problemas en el campo y en la ciudad, en el que se destacan el hambre y la desnutrición.

En tercer lugar, la mayor parte de los alimentos (en el caso de Brasil, un 70%) (4) son producidos por la agricultura campesina. Por tanto, la comercialización de la producción campesina es una necesidad y lo hacen todas las familias campesinas. Hay varias formas de comercialización, como ferias, intermediarios, industrias, exportadores, comerciantes de cereales, etc. Esas formas de comercialización dependen de un conjunto de factores, como, por ejemplo, los productos producidos, la distancia y el tamaño de la ciudad abastecida.

Por fin, actualmente la población enfrenta un conjunto de enfermedades (diabetes, hipertensión, gastritis, problemas cardiovasculares, obesidad, cáncer) directamente asociadas a la alimentación inadecuada y contaminada. Esto es resultado de una producción agrícola que utiliza agrotóxicos, pero también de la producción industrial que agrega conservantes químicos a los productos. Otra grave amenaza es el fantasma del hambre, que vuelve a rondar a millones de hogares brasileños de bajos ingresos, sea por la pérdida de ingresos de estas familias, sea por el aumento del precio de los alimentos.

Partimos, por lo tanto, de estas cuatro constataciones: necesitamos el alimento para vivir, éste es producido y circulado (5) en el contexto  del modo de producción capitalista, la mayor parte de los alimentos son producidos en sistemas no capitalistas de producción (6) y el modelo agroalimentario actual es un problema de salud pública y de profunda injusticia social.

La dominación en los alimentos

Bajo la lógica capitalista, el primer espacio ocupado por el capital fue el de la intermediación entre los productores de alimentos y los consumidores. Al ocupar este espacio, busca alterar el estándar alimentario y el sistema de cultivo, permitiendo la generación de una mayor tasa de ganancia. Por ejemplo, la soja corresponde a cerca de un 60% de la zafra brasileña. En el año 2016 la zafra de frijol fue muy reducida. Soja y frijol son plantas parecidas, son de la misma familia y donde se produce una es posible producir la otra. La pregunta es: ¿por qué, entonces, faltó frijol? La respuesta es simple: el frijol no es una buena mercancía, su tiempo de almacenamiento es corto y sólo tiene una finalidad: la alimentación humana. A pesar de varias recetas, el frijol, en su gran mayoría, se cuece in natura. En cambio, a partir de la soja se produce aceite, grasas, leche, jugos, chocolate, galletas y carnes, es decir, una infinidad de mercancías.

Así, las corporaciones capitalistas como intermediarias de la producción ganan mucho al comprar barato y vender caro, y van determinando al agricultor qué y cómo se produce, y al consumidor qué y cómo se consume. En este sentido, el mercado no es un intermediador, sino un determinador del modelo agroalimentario.

El problema en ese modelo es que la centralidad está en la generación de lucro, en la acumulación de capital, y no en el ser humano. En una punta está el agricultor, siempre en condiciones económicas precarias, y en la otra punta el consumidor, que paga caro y consume un alimento envenenado, pues el modelo agroalimentario impuesto por el agronegocio lleva a un uso intensivo de productos químicos en la producción y, principalmente, en la circulación, cuando se agregan conservantes, radiación, baños de fungicida, entre otras prácticas destinadas a aumentar la vida útil de los alimentos.

La consecuencia son los graves problemas de salud pública extendidos a escala global y la continuada reducción de la población del campo, donde, pese a la reducción en su intensidad, el proceso continúa. En gran medida, no son familias las que migran, sino los jóvenes. Eso ocurre debido a la interacción de las siguientes cuestiones: i) la renta de las familias campesinas es cada vez menor, pues hay un aumento de los costos de producción sin que haya correspondencia en los precios de venta de los productos, lo que reduce los ingresos de la familia y hace necesario que miembros de ésta busquen ingresos externos; ii) faltan infraestructuras en el campo que permitan condiciones adecuadas, desde atención médica, escuelas, espacios culturales y deportivos, entre otros, lo que desanima a las personas a permanecer en el campo; iii) el prejuicio contra los campesinos y el trabajo manual hace que, sobre todo los jóvenes, sientan vergüenza de vivir y trabajar en la huerta ; iv) la propaganda del espacio urbano como espacio de oportunidades; v) relaciones de género que oprimen a la juventud, sobre todo a las mujeres.

En este proceso de dominación en los alimentos existe un proceso de violencia y persecución contra la producción campesina, que va desde la legislación sanitaria, las restricciones de crédito bancario para la producción de alimentos, combate a las ferias libres e intensa propaganda para divulgar el agronegocio y afirmar que esa es la única forma posible de producción de alimentos.

La resistencia

Es en este escenario que los movimientos campesinos en Brasil, en especial el Movimiento de los Pequeños Agricultores (MPA), convoca a todas las familias campesinas a que intensifiquen la producción de alimentos, tanto para su propio consumo, como para abastecer a las ciudades con alimentos saludables a precio justo. ¿Cómo hacerlo?

Sobre la producción, mucho ya se ha hecho como campesinas y campesinos. Por eso, tenemos experiencia práctica y teórica para avanzar en la masificación de la producción agroecológica. El mayor desafío que debemos enfrentar es el tema de la comercialización. Con la política de Estado del Programa de Adquisición de Alimentos (7) estábamos dando buenos pasos, pero con el desmonte de esa política por parte del gobierno golpista que tomó el poder en 2016 (8), tenemos que buscar otros caminos. Para eso, no hay una receta, pero compartiremos aquí brevemente algunos principios, además de algunas experiencias que se están realizando.

Primero, es importante tener claro que es posible concretizar un escenario en el cual la totalidad de las familias campesinas practique la agroecología, en conjunto con una política de abastecimiento popular masiva. Esto en base a una política de Estado clara y contundente, que tenga como centro a la persona humana y no al capital, por lo tanto, una política anticapitalista.

En segundo lugar, tenemos que tener claridad acerca de la amplitud del significado de lo que estamos haciendo en términos de experiencias de producción agroecológica y diversas formas de venta y distribución directa al consumidor. Con eso estamos probando en la práctica que somos capaces de abastecer a la humanidad de alimentos saludables. Estamos mostrando que nosotros, campesinos, somos parte del futuro y no un residuo del pasado. Y también estamos probando que producir alimentos sin agrotóxicos es posible y estamos rompiendo con la alienación entre quien produce y quien consume.

Así, la comercialización, en la estrategia política de los campesinos y del MPA en este momento histórico, va MUCHO MÁS ALLÁ DE SIMPLEMENTE VENDER. Nuestro proceso de comercialización debe cumplir una función de legitimación del campesinado, debe ser instrumento de agitación y propaganda junto a los campesinos, pero, fundamentalmente, junto a la población urbana que necesita entender la problemática del campo y entrar en la pelea para defender a las campesinas y a los campesinos. De cierta forma, el estómago acaba siendo un camino para llegar a la población urbana y convocarla para la lucha anticapitalista.

Por lo tanto, producir alimentos saludables, comercializar y consumir alimentos saludables, debe ser entendido por todos como un acto político de profundo enfrentamiento al orden, es un enfrentamiento directo a la lógica agroalimentaria impulsada por el capitalismo. Y en este sentido, la comercialización es el puente que liga campo y ciudad.

Lo que estamos haciendo y podemos hacer:

- En las ciudades del interior, en las pequeñas ciudades en que tenemos presencia, incentivar a las familias a que organicen ferias libres; discutir con iglesias, escuelas, sindicatos urbanos, organizaciones y asociaciones sobre la importancia de los alimentos saludables y de las ferias; hacer de las ferias espacios de formación política sobre los alimentos, lucha y resistencia campesina; mercados populares o tiendas campesinas también son importantes mecanismos de comercialización y proyección del MPA y sus debates.

- En las ciudades regionales: potenciar las ferias que ya existen e incentivar a las familias que tengan condiciones a que participen. Podemos organizar el transporte colectivo de la producción, organizar estructuras de almacenamiento y distribución en estas ciudades, abrir nuevos puntos de feria de alimentos saludables. Otras posibilidades son la venta de cestas de alimentos, la creación de redes de consumidores de alimentos saludables, la creación de mercados populares en colaboración con organizaciones urbanas, abastecimiento de restaurantes y cocinas comunitarias. Estas ciudades tienen más posibilidades de relación política y tenemos condiciones de alcanzar un conjunto mayor de personas. Así, nuestro debate político podrá ganar un eco mayor, pero tenemos que hacer nuestra parte, tanto en la articulación y en el establecimiento de relaciones entre el MPA y otras organizaciones, como en la relación directa con el pueblo consumidor.

- En las capitales y grandes centros: es donde hoy se encuentran más agudas las contradicciones del modelo agroalimentario. Por un lado, un centro rico obeso y enfermo y, por otro lado, una periferia conviviendo con la restricción de alimentos y que debe elegir qué va a colocar en la mesa. En estos grandes centros hay muchas organizaciones, por lo tanto pequeñas acciones de comercialización podrán generar un impacto político de gran efecto. Todas las posibilidades de comercialización colocadas en el punto anterior son factibles también en esos centros, pero exigen mayor nivel de organización, para que los alimentos lleguen a buen precio y con buena calidad, dando resultados al MPA y a las familias y, al mismo tiempo, haciendo agitación y propaganda alrededor de los alimentos.

Poco se ha dicho aquí acerca de las políticas públicas de comercialización. Tenemos que luchar por ellas, inclusive para que estén subordinadas a la lógica que se ha expuesto arriba. Es decir, éstas deben servir para la lucha política contra el modelo agroalimentario. En la práctica, tenemos que convocar a la población de los barrios populares a la lucha junto a nosotros por retomar la política pública de compra directa de alimentos mediante el Programa de Adquisición de Alimentos, perjudicado por el actual gobierno. A partir de ese debate y de la lucha por los alimentos, se debe realizar el debate de la salud, del campesinado, de la lucha contra el sistema capitalista.

Así, es fundamental que quede muy claro que la comercialización es un medio para hacer política, no en el sentido electoral, sino en el sentido de debatir las cuestiones generales, los rumbos del país, de adquirir consciencia de la realidad en que vivimos y de la necesidad de impulsar transformaciones. Por lo tanto, es la política que necesitamos hacer en estos tiempos de golpe en Brasil, de resistencia ante la retirada de los derechos de los trabajadores y trabajadoras del campo y de la ciudad. Por tanto, en nuestra planificación siempre debemos tener eso en mente o, de lo contrario, desarrollaremos buenas experiencias económicas que no tendrán impacto político y, por eso, las experiencias serán de corto plazo, no tendrán aliento para sostenerse.

El camino recorrido ha demostrado que nuestras experiencias continúan cuando tienen sustentación organizativa, pues el agronegocio, con total apoyo del Estado, rápidamente actúa para desmontar nuestras experiencias. En Brasil, tenemos dos casos emblemáticos. El primero ocurrió en São Gabriel da Palha, Espírito Santo, en el Mercado Popular de Alimentos: con pocos meses de funcionamiento el Ministerio de la Agricultura realizó una operación que incautó productos, denunció a la asociación y profirió amenazas. Luego, fueron realizadas audiencias públicas, movilizaciones, recolección de firmas por parte de los consumidores, entre otras acciones que llevaron al Ministerio a retroceder y, hasta ahora, no se han producido nuevas acciones. El Segundo caso ocurrió en Alta Floresta do Oeste, Rondônia: un agricultor aprendió a hacer sal mineral alternativa y su ganado fue incautado, el agricultor sufrió amenazas: decían que sacrificarían a todo su rebaño. Con la movilización local y nacional del MPA se impidieron las acciones y se exigió el análisis de la sal mineral hecha por el agricultor. En ese análisis no se constató ningún tipo de problema, a no ser que fue hecha por el agricultor y no comprada de empresas del agronegocio. Esos dos casos muestran que la construcción de caminos alternativos no es simple, y que el agronegocio reacciona, criminaliza y combate todas nuestras experiencias.

Por lo tanto, para resistir es necesaria la organización de agricultores y consumidores, y una relación directa entre éstos, pues para que llegue alimento saludable a la mesa de las familias es necesario enfrentar el poder del agronegocio.

Marzo de 2017

Raul Ristow Krauser,  raul2308 [at] gmail.com

Agricultor, militante del Movimiento de los Pequeños Agricultores, Economista, Especialista en Gestión Pública, cursando Master en Política Social

(1) Sobre la cuestión de los animales y la alimentación humana existe un extenso debate. No entraremos en esa discusión aquí, pero consideramos que sistemas agrícolas sostenibles requieren la integración animal y vegetal —basta ver cómo dependen las plantas de los polinizadores—, por lo tanto, aunque de forma indirecta, la producción de alimentos depende de los animales. Además, existe una profunda diferencia entre el sistema industrial de crianza, en confinamiento, de animales a base de maíz y soja y la crianza en sistemas campesinos.

(2) NETTO, José Paulo, y BRAZ, Marcelo, 2010. Economia Política: uma introdução crítica. São Paulo: Cortez, p. 85.

(3) Idem, p. 80

(4) O Estado Da Segurança Alimentar E Nutricional No Brasil: Um retrato multidimensional. RELATÓRIO 2014. Páginas 8 y 55.

(5) Se entiende aquí como circulación todo el proceso posterior a la producción, que engloba desde el procesamiento mínimo hasta la industrialización, bien como almacenamiento y distribución.

(6) Son producidos en régimen familiar o comunitario, donde no hay explotación de mano de obra de terceros, no hay extracción de plusvalía en el proceso productivo; sin embargo, cuando estos alimentos circulan el capital se apropia de ellos, transformándolos en mercancías destinadas a la generación de lucro.

(7) Programa que compraba alimentos de los campesinos y los distribuía a personas en situación de inseguridad alimentaria, este programa fue creado en el marco del programa FOME ZERO, por el Gobierno LULA.

(8) En referencia al proceso de impeachment contra la presidenta electa Dilma Roussef en 2016, que resultó en que su vice asumiera la Presidencia de Brasil.