¿Qué significa para el capital el creciente número de pandemias (humanas y no humanas) en una perspectiva histórica larga?

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Larry Lohmann, The Corner House, UK

El Covid-19 y el fin del cuerpo de trabajo moderno
En los últimos años, los movimientos ecofeministas en América Latina han estado explorando en profundidad la idea de cuerpo-territorio.

Han reflexionado acerca de cómo las empresas mineras “masculinizan” los territorios en los que causan estragos, desvalorizando las múltiples formas que sostienen las relaciones ecológicas. Han expuesto los vínculos históricos entre la colonización de tierras y la colonización de cuerpos femeninos. No menos importante, han insistido en que las luchas por defender el territorio deben ir de la mano con las luchas por recuperar el cuerpo - no solo los cuerpos de las mujeres sino también los de pueblos indígenas, negros y campesinos, así como los cuerpos de los seres no humanos, incluidas las piedras y los espíritus.

Ahora, a medida que la crisis del Covid-19 se expande por todo el mundo, puede ser el momento de aplicar esta idea más ampliamente.

En un libro reciente, (1) James C. Scott, el gran académico anarquista, aporta algunos antecedentes útiles desde una dirección inesperada.

Al examinar el surgimiento de los primeros Estados de Medio Oriente, entre 8.500 a 3.600 años atrás, Scott señala que el apoyo a las jerarquías políticas de soldados, aristócratas, sacerdotes, artesanos y empleados requería la producción de excedentes de mijo y cereales.

¿De qué otra manera se podrían obtener estos excedentes sino concentrando “la mayor cantidad de tierra cultivable y de personas para trabajarla como fuera posible dentro del radio más pequeño” (2) dentro de los límites estatales?

Eso estimuló el crecimiento de territorios donde se juntaron y “domesticaron” toda una gama de seres vivos, incluidas plantas alimenticias, ganado, especies forrajeras y humanos nómadas. Atraídos por el festín biológico que suministraban tales concentraciones permanentes, llegaron intrusos como la avena (una maleza agrícola que luego se convirtió en cultivo) y animales como ratas, gorriones, perros y cerdos, seguidos a su vez por un ejército de parásitos, entre ellos pulgas, mosquitos, piojos, gorgojos y virus.

Todo era cuestión de territorio. Para simplificar un poco, por un lado estaban los territorios semi-cerrados de los constructores estatales, con un suelo labrado y trabajos relativamente carentes de libertad. Por otro lado estaban los territorios sin fronteras de los “bárbaros” que tendían a preferir una vida independiente y móvil, más estrechamente ligada a los ritmos de los animales migratorios y la maduración de las plantas silvestres.

Pero también todo se trataba del cuerpo humano. Como escribe Scott, “las mujeres de las aldeas donde se cultivaba cereales tenían como característica los dedos de los pies doblados y las rodillas deformadas, producto de estar largas horas arrodilladas y balanceándose de un lado a otro mientras molían el grano”. (3)

Scott concluye que vivir en uno de los nuevos Estados agrarios “implicaba un trabajo mucho más pesado que cazar y recolectar y no era nada bueno para la salud”. (4) Los cultivos de cereales no proporcionaron los mismos nutrientes que las plantas silvestres. La gente se achicó. Incluso sus animales eran más enfermizos y pequeños.

Lo peor de todo es que los microbios tuvieron fabulosas oportunidades de saltar y multiplicarse entre las diferentes especies amontonadas bajo el gobierno de los nuevos Estados. Los humanos, los animales y los cultivos podían ser devastados por epidemias sin precedentes.

La investigación de Scott nos ayuda a recordar que el vasto y nuevo “territorio” actual del capitalismo multinacional también está constituido en parte por tipos particulares de cuerpos humanos.

Uno de esos cuerpos es el cuerpo del trabajador asalariado. El trabajador que se supone que debe presentarse puntualmente todos los días. El trabajador que tiene derecho solo a determinados días de enfermedad por mes. El trabajador en quien se puede confiar que venga y le haga ganar dinero al jefe, año tras año.

La empresa suele asumir que la salud de ese cuerpo es predecible. Del mismo modo que da por sentado que el permanente trabajo no remunerado realizado por “las mujeres, las colonias y la naturaleza” del mundo (5), siempre estarán ahí para ser explotados - incluyendo el trabajo no remunerado de los organismos prehistóricos que crearon el carbón, el petróleo y el gas alrededor del mundo.

Ahora, con la crisis del Covid-19 expandiéndose por todo el mundo, puede ser el momento de aplicar esta idea más ampliamente.

Un mensaje de la crisis del Covid-19 es que esa predictibilidad pueda que ya no exista más.

Repentinamente resulta que el cuerpo del trabajador se comporta de manera predecible solo cuando está inmerso en un tipo particular de territorio mundial. Un territorio aún no devastado por los monocultivos de los agronegocios ni por las vastas unidades de engorde de la cría intensiva e de animales donde surgen las pandemias. Un territorio donde muchos virus potencialmente peligrosos “se quedan en casa”, por citar una reciente entrevista a una mujer chamán de Indonesia.

El problema para las empresas es que ese territorio ya casi no existe. (6) Los microorganismos están saltando entre especies, brincando continentes y mutando rápidamente para alterar, al azar, la vida de todo tipo de cuerpos. El oportunismo del Capital en un territorio mundial donde los virus “se quedan en casa” ha llegado casi a su fin, al igual que prácticamente ha llegado a su fin el oportunismo del que ha disfrutado en ancas de combustibles fósiles baratos. (7)

Mientras se arrasaban los bosques ​​y se expandían los monocultivos, es posible que dentro del cuerpo del trabajador haya perdurado por un tiempo una especie de “memoria” del antiguo territorio. Pero, tal como ahora el Covid-19 lo ha dejado abruptamente en claro, el cuerpo de trabajo que enriqueció a los negocios modernos ha estado viviendo con tiempo prestado. A medida que lleguen las pandemias, los cálculos del capital se alterarán una y otra vez. El trabajo puede volverse casi tan “precario” para los capitalistas como lo es para los propios trabajadores.

¿Hasta qué punto los capitalistas se preparan para este desafío histórico? ¿Hasta qué punto se están preparando para el tipo de revuelta en las relaciones entre trabajadores y la élite que le siguió, por ejemplo, a la Peste Negra de la Edad Media? ¿En qué medida están buscando un nuevo y diferente tipo de cuerpo de trabajo  que vaya a trabajar para ellos?

Las respuestas todavía no están claras.

Por supuesto, la primera reacción de algunos capitalistas ha sido simplemente negar que se están produciendo cambios fundamentales. Donald Trump aconseja a los trabajadores beber lejía con la esperanza de que eso sea suficiente para que vuelvan a trabajar. El magnate de los autos eléctricos, Elon Musk, exige que el Estado ponga fin a los cierres inmediatos para que los trabajadores puedan ingresar a su fábrica como en los viejos tiempos. Las empresas mineras y de plantaciones obligan a sus “trabajadores esenciales” a permanecer en el trabajo a pesar de los riesgos para la salud. Mientras tanto, Wall Street “todavía ve el mundo a través de lentes pre-pandémicos” (8) y supone que el Banco de la Reserva Federal de Estados Unidos puede resolver cualquier futura crisis del cuerpo-territorio tan solo imprimiendo más dinero para entregar a las grandes empresas. Pero, tras los bastidores, los capitalistas más previsores seguramente están considerando otras formas de lidiar con la crisis del cuerpo de trabajo moderno.

¿Y qué hay de los movimientos populares? ¿Cómo se están preparando para los próximos cambios?

Para redes como el WRM, ésa puede ser la pregunta del momento. (9)

(1) James C. Scott, Against the Grain: A Deep History of the Earliest States, New Haven and London: Yale University Press, 2017
(2) Ibid., p. 124.
(3) Ibid., p. 83.
(4) Ibid., p. 18.
(5) Maria Mies, Patriarchy and Accumulation on a World Scale: Women in the International Division of Labour, Londres y Nueva York: Zed Booksm 2014
(6) John Bellamy Foster e Intan Suwandi, “COVID-19 and Catastrophe Capitalism: Commodity Chains and Ecological-Epidemiological-Economic Crises,” Monthly Review, 1 de junio de 2020
(7) Raj Patel y Jason W. Moore, A History of the World in Seven Cheap Things: A Guide to Capitalism, Nature, and the Future of the Planet, Berkeley: University of California Press, 2017
(8) Foreign Ploicy, Why are stocks soaring in the middle of a pandemic?, mayo de 2020
(9) Gracias a Ivonne Yañez, Soumitra Ghosh, Nick Hildyard and Hendro Sangkoyo por sus útiles sugerencias.

>>> Lea aquí todos los artículos de “Reflexiones en medio de la pandemia por parte del Comité Asesor del WRM”