Doble discurso: el lenguaje de las negociaciones sobre el clima

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Una de las consecuencias del cambio climático es el aumento y el agravamiento de fenómenos naturales como las sequías, las inundaciones y las tormentas. Para empeorar las cosas, las consecuencias del actual cambio climático provocado por el ser humano se vuelven aún más graves debido a una serie de actividades destructivas, entre las cuales hay dos en las que nos enfocaremos: la deforestación y el monocultivo de árboles. 

Si bien las lluvias torrenciales son naturalmente frecuentes en los trópicos, la actual inundación en el estado malayo de Sarawak puede ser atribuida a mayores precipitaciones debidas al cambio climático. Sin embargo, debemos hacer hincapié en el hecho de que, por más de dos décadas, el gobierno de Sarawak ha promovido la destrucción de los bosques al apoyar la explotación forestal industrial. A pesar de la fuerte oposición local organizada con el apoyo de ONG internacionales contra la tala (la “Campaña de Sarawak”), los intereses corporativos prevalecieron y la mayor parte de los bosques primarios de Sarawak desaparecieron. Como resultado de ello, los bosques dejaron de cumplir su función de reguladores de las lluvias, la erosión del suelo aumentó, los lechos de los ríos perdieron profundidad a causa de la sedimentación, y las inundaciones resultantes devastaron el sustento y la vida de las poblaciones locales (ver detalles en el artículo correspondiente de este boletín).

De manera similar, las sequías son fenómenos naturales en Uruguay, y algunos culpan al cambio climático por la duración de la que está ocurriendo ahora. Sin embargo, las políticas forestales gubernamentales que promueven el establecimiento de monocultivos de eucaliptos y pinos han tenido, sin duda alguna, un papel fundamental en la actual crisis del agua. Vastas extensiones de plantaciones de árboles de crecimiento rápido están absorbiendo ahora los ya escasos recursos hídricos, agravando así los impactos de la sequía (ver más detalles en el artículo correspondiente de este boletín). Como en el caso de Sarawak, el gobierno uruguayo eligió ignorar la oposición nacional (a las plantaciones en este caso) y, por el contrario, apoyó la creación de plantaciones por parte de empresas extranjeras como la finlandesa Botnia, la estadounidense Weyerhaeuser, la española Ence y la sueco-finlandesa Stora Enso.

Los dos ejemplos anteriores no son en modo alguno excepcionales, y es fácil encontrar casos similares en la mayoría de los países que enfrentan los impactos de la deforestación, o los relacionados con la expansión de las plantaciones de crecimiento rápido, o ambos. 

Al vincular situaciones como éstas a las negociaciones internacionales sobre el cambio climático, la conclusión es que dichas negociaciones se están llevando a cabo en un lenguaje muy cínico que sólo puede calificarse de doble discurso.

Los gobiernos están todos de acuerdo en que el cambio climático es un hecho y que es necesario abordarlo, tanto a nivel local como internacional. También están de acuerdo en que los combustibles fósiles y la deforestación son las dos causas principales del cambio climático. Hablan de mitigación, compensación y adaptación. Y luego, o bien no hacen nada, o bien hacen lo contrario de lo que debería hacerse.

En lugar de declarar criminal la extracción de combustibles fósiles, continúan extrayendo los recursos existentes y explorando en busca de nuevos yacimientos de gas y petróleo. En lugar de declarar ilegal la deforestación a gran escala, discuten formas complejas de hacer negocio con la conservación forestal, al tiempo que continúan destruyendo bosques. En lugar de buscar la forma de preparar a sus pueblos para sobrellevar el cambio climático –el cual tendrá impactos desproporcionados sobre los pobres, las mujeres y otros sectores desfavorecidos de la sociedad– se embarcan en actividades como la deforestación y la plantación de árboles, que agotan recursos indispensables para una adaptación futura, tales como el agua.

Siete años atrás, durante la Conferencia sobre Cambio Climático que tuvo lugar en Delhi, un líder religioso hindú, Swami Agnivesh, hizo frente al doble discurso de los gobiernos con la pura verdad: “¿A quién creen que están engañando? Engañan a sus hijos; engañan a sus nietos.”

Esas palabras siguen siendo hoy tan ciertas como lo fueron entonces.