Política sobre cambio climático: ¿quizás el género haga la diferencia?

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Las negociaciones internacionales sobre protección del clima global han sido lentas y han tenido magros resultados. El debate comenzó más de 20 años atrás, cuando se formuló el objetivo de lograr reducir las emisiones de CO2 en un 20 por ciento, y desembocó en el Protocolo de Kyoto que lo bajó a un mero 5 por ciento, pero incluso esto ha sido cuestionado una y otra vez.

Este capítulo se escribe desde nuestra perspectiva, como expertas en género y como activistas sociales que trabajan para generar conciencia sobre las cuestiones de género y el cambio climático, y para integrar las consideraciones de género a la creación de políticas sobre cambio climático, particularmente a nivel internacional. Hemos trabajado en esta área y en el más amplio discurso sobre género y desarrollo sostenible durante más de diez años, y fundamos la red GenderCC – Women for Climate Justice. GenderCC conecta a expertas sobre género y a mujeres de todas partes del mundo, proporcionando información y desarrollo de capacidades sobre estos temas, así como información sobre el proceso de compromiso político, para lograr la integración de las cuestiones de género en la formulación de políticas a través de un creciente conocimiento y una participación activa en la toma de decisiones.

La calidad de la elaboración de políticas permanecerá inaceptablemente baja si el discurso no considera los asuntos de género, incluyendo las diferencias relevantes entre la experiencia de los hombres y las mujeres. Si la inclusión en la agenda de temas como el impacto social de los compromisos y objetivos de las políticas de protección del clima, de mitigación y de adaptación, amplía el debate y lo transforma en una discusión enmarcada en principios de sustentabilidad, será también posible incluir en ella la consideración de las cuestiones de género.

Ampliar el debate podría tener los siguientes efectos positivos para la protección del clima:

•          El debate sobre el clima ha sido muy estrecho y se ha centrado en los efectos económicos del cambio climático, la eficiencia y los problemas tecnológicos. Sin embargo, sería mejor si las políticas y medidas que apuntan a mitigar el cambio climático se basaran en una comprensión más holística de la percepción humana, de sus valores y de sus opciones de comportamiento. Esto incluiría el considerar las características específicas de diferentes grupos de la sociedad, como el de los hombres y el de las mujeres. Las políticas serán más efectivas si son hechas a medida para responder a los intereses y las necesidades tanto de hombres como de mujeres, y para perseguir el objetivo de la igualdad de ambos sexos. Por ejemplo, al hacer campaña por la eficiencia energética habría que tener en cuenta quién usa los aparatos eléctricos y con qué propósito.

•          Considerar la variedad de perspectivas de distintos grupos sociales permitiría adoptar mejores medidas y mecanismos, es decir, soluciones que reflejen los intereses no sólo de los poderosos, sino también de grupos de menor influencia, cuyas voces rara vez se escuchan en las conferencias internacionales.

•          Si los términos del debate fueran ampliados para incluir el impacto social del cambio climático, esto induciría a representantes de organizaciones de mujeres a formar parte de todo el proceso de definición de políticas y a influir sobre el debate.

•          Incluir más voces, y en última instancia desarrollar una política más apropiada y por ende más efectiva, mejoraría también el reconocimiento y la aceptación del proceso político internacional por parte del público en general.

Adoptando una perspectiva de género en las negociaciones sobre el cambio climático se podría también evitar los efectos negativos que las medidas y mecanismos contra el cambio climático podrían tener sobre la igualdad de género. Por ejemplo:

•          Los instrumentos basados en el mercado pueden afectar a las mujeres de distinta manera que a los hombres, por las diferencias en los niveles de ingresos y en el acceso a los mercados y servicios. Estas políticas tendrían que ser diseñadas cuidadosamente y basarse en un análisis completo de las cuestiones de género, para evitar agravar los problemas de desigualdad.

•          Los compromisos asumidos para reducir el carbono emitido por los hogares podrían tener efectos adversos sobre la igualdad de género. La división sexual del trabajo y los estereotipos sobre los papeles de las mujeres y los hombres llevan a que las mujeres terminen realizando una parte desproporcionada de las tareas domésticas. La exigencia de que los hogares usen menos energía tendría entonces un impacto más importante sobre las mujeres. En general, los hogares privados son las instituciones sociales con menor influencia y representación de sus intereses en el contexto de las negociaciones climáticas.

•          Las soluciones tecnológicas no son siempre las preferidas por las mujeres. “Más rápido, más grande, con más alcance” son principios mayormente masculinos, que también podemos encontrar en el proceso político sobre el cambio climático. Las mujeres tienden a creer que las soluciones técnicas, como por ejemplo un mayor desarrollo de los biocombustibles o la captura y el almacenaje del carbono, no son suficientes para cumplir con las exigencias de desarrollar una economía de baja intensidad en carbono.

En conclusión, los instrumentos y medidas para la protección del clima podrían exacerbar las desigualdades existentes, si no tienen bien en cuenta las diferencias y las relaciones de género. Por el contrario, si se les integran consideraciones de género, esos instrumentos y medidas pueden contribuir en gran medida a la igualdad entre los sexos.

Extraído y adaptado de “Engendering the climate-change negotiations: experiences, challenges, and steps forward”, Minu Hemmati y Ulrike Röhr, capítulo 13 de “Climate Change and Gender Justice”, publicado por Practical Action Publishing en asociación con Oxfam GB, 2009