Ony available in Spanish.
Más de 100 personas entre estudiantes, ambientalistas, activistas sociales y dirigentes comunitarios, se congregaron el domingo 21 de septiembre en inmediaciones de la vereda El Manzano 20 kilómetros al suroriente de Pereira. La cita era en el marco de la jornada mundial contra los monocultivos forestales, justo en esta zona rural donde la multinacional Smurfit kappa Cartón de Colombia acapara grandes extensiones sembradas en eucaliptos y pinos.
¿Cambiar agua por basura?
El veterano Guillermo Castaño Arcila, profesor universitario y fundador del ambientalismo popular en el país, tomó la palabra comenzando la caminata: “esta es la mayor estrella hídrica de la región, acá nacen las quebradas y ríos que abastecen decenas de acueductos rurales en Risaralda y Quindío”. El acueducto Tribunas-Córcega, del que toman agua más de 15.000 personas tiene su bocatoma a pocos metros. Sufrió racionamientos por pérdida del caudal en el río Barbas con la reciente oleada de calor. “No es posible que estemos cambiando la riqueza más grande de nuestra ciudad, de nuestra región, que además es de un inmenso valor histórico y natural, por unos cultivos que sólo sirven para hacer cartón, un producto que va a terminar en la basura”.
Ricardo Gómez, ingeniero forestal representante de la compañía Smurfit Cartón de Colombia aseguró hace pocos días a un periódico local que no existen estudios demostrando el impacto de las plantaciones sobre las fuentes hídricas, aunque la sabiduría popular lo contradice. Viejos habitantes de la región, como Gilberto Bedoya, conocedores de las primeras siembras de especies nativas usadas para reforestación en los años 60, confirman que las coníferas y los eucaliptos “secan las quebradas”.
Víctor Fernández, de la Organización Ambiental Chinampa, describió cómo se altera el crecimiento de las especies extranjeras en el trópico. Con abundante luz y lluvia disponible todo el año, un eucalipto que en países con estaciones requiere hasta treinta años para ser cosechado, acá tarda apenas 8 o 9. “La consecuencia es que para crecer tan aceleradamente los árboles están consumiendo una cantidad de agua tres veces mayor a la que necesitan en sus zonas de origen” explica. Aquello se complica con la estructura del monocultivo; a diferencia de los bosques nativos, no posee varios estratos de vegetación que puedan retener la lluvia cuando hay abundancia para liberarla en tiempos secos. Mientras el bosque es un regulador hídrico por excelencia, el monocultivo perturba los ciclos propiciando borrascas en invierno y agotamientos de caudal en verano.
Desiertos verdes
Aunque la escasez de agua es la consecuencia más visible de los monocultivos forestales tras el reciente verano intenso, no es el único impacto. La siembra continuada de pinos y eucaliptos causa deterioros severos a los suelos acabando sus nutrientes, erosionándolos, volviéndolos ácidos. También se rompe el equilibrio natural impidiendo el tránsito de especies de fauna y flora, en todo sentido un “desierto verde”: franja de árboles, sí, pero sin interacciones con el resto de especies nativas. Un desierto que además está expulsando en silencio a las comunidades campesinas. Algunos datos señalaban 480 hectáreas con terrenos de la multinacional al oriente de Pereira, cifra amañada si se considera que propietarios independientes cultivan eucaliptos y coníferas que luego venden a la compañía. Se calculan más de mil hectáreas de eucalipto y pino sembradas sólo en las cuencas del Consota, Otún, Barbas y Cestillal, muchas de tales siembras (como en la vereda Alto Corozal) talan toda la vegetación sobre los nacimientos y bordes de quebradas violando la ley con evidente impunidad. La situación es peor en zonas montañosas de Santa Rosa, Filandia, Salento o Guática.
Gritos por la memoria, gritos contra el gran capital
Tras constatar cómo Smurfit Cartón de Colombia taló por completo afloramientos de las quebradas San Pablo y El Manzano, de las que dependen un distrito de riego y más de mil habitantes en los caseríos de La Bella y La Florida respectivamente, los caminantes tomaron el almuerzo en la finca Achi Chavari. Acompañaron intervenciones artísticas, música, poesía, videoconferencias que conectaron primero protestas simultáneas en Nueva York, luego activistas de Uruguay compartiendo experiencias similares. Un visitante chileno que participaba de la caminata resumió los conflictos ambientales de su país. Se trata siempre de problemáticas con un mismo patrón. La gran minería, los latifundios del modelo agro exportador, la privatización del agua, las madereras, las semillas transgénicas: pueblos contra corporaciones que dictan todas las leyes.
Tarde hubo un homenaje simbólico a dirigentes sociales y campesinos asesinados que compartían una extraña coincidencia: todos se opusieron en sus regiones a este negocio forestal que arrastra las ganancias hacia otras latitudes, sin compasión con la destrucción del entorno social y natural de las comunidades.
En La Florida, el caserío vecino donde concluyó la caminata, cualquier campesino puede demostrar nada más con el sentido común, por qué entre pinos o eucaliptos no es frecuente escuchar ruidos, ni murmullos. Ningún pájaro anida en esas plantaciones, ningún animal descubre comida cerca. No se equivocan los campesinos, este es un silencio de tumba.
Camilo de los milagros
Fotografías de Rodrigo Grajales