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Por Isaac Rojas y Lúcia Ortiz, Amigos de la Tierra Internacional.
No todos saben que nosotros ambientalistas estamos en contra de las plantaciones de árboles a gran escala. El 21 de Septiembre es el Día Mundial contra las plantaciones de árboles, es decir, los monocultivos industriales de árboles que producen pulpa para papel, madera, aceites y agrocombustibles.
Estas plantaciones a gran escala se han expandido muy rápidamente en los últimos años –gracias al mundo de la finanza global. Cinco años después de la crisis financiera del 2008, vemos varias crisis en el horizonte próximo: el sistema financiero global no es seguro. [1]
Mientras tanto, varias instituciones, grandes corporaciones y bancos están “financiarizando” la naturaleza.
Pero la naturaleza, la biodiversidad y los bosques necesitan ser protegidos y no ser objeto de especulación en los irresponsables mercados financieros. Seguir financiarizando la naturaleza nos llevaría a un desastre asegurado. Desde hace varios años, en el marco de los esfuerzos para contrarrestar el cambio climático, se consideran las plantaciones a gran escala de árboles como “sumideros de carbono” y han empezado a “generar” créditos intercambiables en los mercados financieros.
De esta manera se perpetúa una lógica que ha facilitado el cambio climático: grandes corporaciones y países industrializados siguen emitiendo dióxido de carbono a la atmósfera, mientras compran créditos de limpieza ficticia de esa atmósfera. Pero considerar plantaciones de árboles como “sumideros de carbono” es una solución a todas luces falsa y no compensa la pérdida de bosques nativos.
Los resultados de la utilización de las plantaciones de árboles como sumideros son tan inciertos que su contribución a la reducción del cambio climático no ha podido ser verificada. Existen serias dudas sobre la cantidad de carbono que realmente fijan las plantaciones (la “adicionalidad”) y sobre la cantidad de tiempo que permanece fijado (la “permanencia”). Las plantaciones de árboles son sistemas agrícolas uniformes que substituyen en muchos casos ecosistemas naturales o sistemas agroecológicos más ricos en diversidad biológica y cultural, donde
muchas comunidades campesinas e indígenas realizan su vida. Las plantaciones no son bosques.
Una plantación no posee la riqueza biológica y social que caracteriza a los bosques y, por el contrario, produce graves impactos negativos: desplazamiento de comunidades enteras, violación a los derechos de los Pueblos, deterioro de la cultura local, violencia generalizada, contaminación por pesticidas, pérdida de diversidad biológica y alteración de los ciclos hidrológicos. Además, estos impactos afectan mayormente a las mujeres.
Lo que necesitamos son más bosques manejados por las comunidades locales y menos plantaciones manejadas y financiarizadas por las grandes corporaciones. Desafortunadamente, los intereses de las grandes corporaciones empujan reformas en políticas internacionales y nacionales que facilitan la toma de control de la biodiversidad y de los bosques.
En la mayoría de los países del mundo, hay una nueva ola de privatización a través de la aplicación de nuevos mecanismos financieros. Contrario al sentido común y a las demandas de la sociedad civil, los mercados financieros penetran cada vez más profundamente en la economía real como una respuesta a la crisis financiera –denominada bajo el concepto de “economía de los recursos naturales”– y así el capital especulativo se presenta como capital productivo.
Lo que hacen los mercados financieros es crear nuevos “activos financieros” generando al mismo tiempo nuevos derechos de propiedad. La financiarización reduce el valor de todo lo que se intercambia a un instrumento puramente financiero –o un derivado de un instrumento financiero– cuyo precio a futuro, en el caso de la naturaleza, crece proporcionalmente a su escasez, o sea, la destrucción del medio ambiente.
Observamos que los mercados financieros, las instituciones financieras y las élites financieras ganan, además de ganancias crecientes, una enorme influencia sobre la política económica y los resultados económicos, capturando cada vez más al Estado para servir a sus intereses.
A su vez, este proceso se traduce en mayor explotación social, laboral y ambiental. De igual forma, genera un desmantelamiento de los derechos conquistados por los pueblos así como el rol del Estado en asegurarlos.
La financiarización favorece a las empresas que contaminan y provocan impactos ambientales, a veces irreparables, y causan enormes impactos en las comunidades locales y en los Pueblos Indígenas. Desafortunadamente, hay muchos ejemplos de destrucción de culturas y derechos
históricos y colectivos.
La fase actual de la financierización ataca directamente la biodiversidad y la naturaleza al convertirlas en activos financieros para apropiárselas y controlarlas. Pero todavía tenemos la oportunidad de detener la financierización de la naturaleza.
Si lo conseguimos, daremos un paso importante para defender bosques, comunidades y Pueblos Indígenas, además de ayudar a detener el control corporativo de la naturaleza.
NOTAS
[1] Leer “Where's the Next Lehman?” The Economist, 7 de Septiembre 2013 – Leader (Editorial) pagina 12 (en Inglés).