Bangladesh: los manglares son mucho más generosos que la industria camaronera

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Los manglares, el equivalente costero de los bosques tropicales en tierra, también llamados “bosques de agua salada”, han provisto de sustento a numerosos lugareños (ver boletín ? 51 del WRM). Los Sundarbans, el manglar costero más grande del mundo, se extiende sobre casi más de 15.000 km2 a través de la India y Bangladesh, y constituye una barrera natural contra los tsunamis y los frecuentes ciclones que soplan desde la Bahía de Bengala. Con raíces que toleran el agua salada, los mangles alcanzan una altura de 20 metros o más, sobre islas de capas de arena y arcilla gris, depositadas por los ríos que corren por más de 1.600 km desde el Himalaya hasta la Bahía de Bengala.

Durante los últimos 20 años, los exportadores de camarones y langostinos tigre negro han ocupado miles de arrozales y otros cultivos, y los han inundado con agua salada para poder criar dichos crustáceos.

Comprimidos entre la jungla y miles de granjas de camarones y langostinos en expansión, al menos 100.000 aldeanos de Bangladesh se arriesgan al ataque de los tigres de Bengala para pescar, cortar árboles y juntar miel en el bosque Sundarbans. “Para miles de familias que se niegan a irse, la única opción que les queda es la peligrosa tarea de juntar miel, pescar o cortar árboles en el manglar”, dice Abdul Haque, maestro de un pueblo de la isla de Gabura, ubicada en una de las regiones de Bangladesh con mayor concentración de granjas de camarones y langostinos, las cuales se extienden hasta casi 80 km tierra adentro.

“Al arrendar nuestra tierra a los ricos empresarios camaroneros, hemos sido las peores víctimas”, dijo. “Recibimos una única entrega de dinero por la tierra, que gastamos rápidamente”. “Ahora, cuando todo está dicho y hecho, ya no podemos plantar árboles o legumbres aquí. Es indudable que la gente tiene miedo de entrar en la selva. Pero cuando comienzan a sentir hambre, se ven forzados a hacerlo.”

Muchos aldeanos entran al bosque para cortar árboles con los que construir botes de pesca, o vender su madera a fábricas de paneles para muebles o edificios y otros productos. Los recolectores de miel son quienes suelen correr los mayores riesgos, buscando los panales en una vegetación tan densa que la única forma de atravesarla es andando a gatas. Cada primavera, los recolectores de miel se endeudan para alquilar botes para su viaje a través del vasto laberinto de ríos y canales de agua salada y fangosa, que serpentean alrededor de miles de islas de la jungla. Deben aprovisionarse de la comida y los elementos necesarios para viajes que duran hasta tres meses. Y deben además sobornar a los funcionarios forestales corruptos.

Forzados a entrar en la profundidad de los manglares por las granjas camaroneras, los recolectores de miel de la aldea deben luchar para obtener este oro líquido, vigilado de cerca por animales de la selva como la serpiente pitón y la cobra real, los cocodrilos y los tigres de Bengala devoradores de hombres. A pesar de todo, el manglar es mucho más generoso que la industria camaronera…

Artículo basado en información extraída de: “The Lure of Liquid Gold”, Paul Watson, Los Angeles Times, distribuido por Mangrove Action Project (MAP), http://www.earthisland.org/map/ltfrn_166.htm