Tailandia: pueblos desplazados acusados injustamente de destruir el bosque

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Una investigación realizada por la ONG Amigos sin Fronteras (Friends without Borders), muestra que las comunidades de refugiados que viven en las zonas fronterizas de Tailandia y que fueron desplazadas por la guerra y los conflictos civiles de los países vecinos, están siendo acusadas injustamente de la destrucción de bosques en Tailandia.

Desde 1984, se ha venido produciendo el éxodo en masa de los pueblos de las etnias Karen, Karenni, Mon y Shan, que escapan de la guerra y las violaciones de los derechos humanos perpetradas por la dictadura militar en Birmania. En la frontera con Tailandia, se instalaron 10 campamentos fronterizos con más de 115.000 refugiados en el año 2000. Además, unos 100.000 miembros del pueblo Shan, a los que no se concedió la calidad de refugiados, están viviendo y trabajando como trabajadores migrantes. La mayoría de los campos de refugiados están ubicados en reservas forestales nacionales, que brindan alimento y refugio a las comunidades.

Esto ha conducido a acusaciones que culpan a los campos de refugiados por la destrucción de los bosques de Tailandia. Sin embargo, el estudio demuestra que como los refugiados son pueblos indígenas, conservan prácticas tradicionales sustentables de manejo de los bosques que les impiden la recolección de recursos del bosque más allá de lo que la capacidad de uso del bosque. Estos pueblos han sido capaces de autoregular sus prácticas de recolección en forma eficaz y sustentable, empleando métodos de corta selectivos (en lugar de la tala masiva), tal como dejar sin cortar los brotes jóvenes de bambú rojo, cuyo sabor es más amargo, en cada grupo y no extraer los brotes de bambú que quedan enterrados. Saben que si se talan los brotes de bambú, potencialmente, se degradan los bosques, pero que si se cortan las cañas porque se pueden sacar más brotes que cañas en un solo viaje. Los campamentos investigados también tratan de reducir de diversas formas el consumo de leña, por ejemplo promoviendo el uso eficiente del combustible mediante la utilización de estufas de arcilla. La recolección de ramas muertas y madera seca en las áreas de bosques para usar como leña también sirve como método de prevención de incendios.

En áreas que rodean los campos de refugiados investigados, se está practicando agricultura comercial bajo un sistema predominante de cultivo intensivo caracterizado por el uso de semillas importadas, semillas modificadas genéticamente, y fertilizantes y plaguicidas químicos, y la explotación de la mano de obra de los refugiados. En las zonas investigadas, los bosques de las colinas han sido totalmente talados en los últimos diez años, para dar lugar a las plantaciones de frutales. En estos casos, la causa principal de la deforestación ha sido la agricultura comercial y no los refugiados.

La producción forestal a gran escala (con financiación adicional de la industria de la celulosa y el papel) ha impulsado tanto el madereo ilegal como la reforestación comercial promovida por el gobierno. La participación de refugiados en el madereo no solo se ha constatado como insignificante, sino que también la alta visibilidad de los campos de refugiados ha protegido los bosques vecinos del madereo ilegal. Los refugiados y los pobladores tailandeses están preocupados por el impacto que tendrán los programas de reforestación (monocultivos forestales) sobre la biodiversidad, los suelos, los recursos hídricos y la tenencia tradicional de la tierra: la producción comercial de madera atraería competencia contra sus frágiles derechos de tenencia de la tierra, y es posible que se ocupen sus tierras de barbecho para plantar árboles. La promoción oficial de especies foráneas para reemplazar árboles nativos es un elemento más que contribuye a la ruptura del equilibrio del bosque.

La investigación concluye que la protección de los refugiados no causa degradación ambiental más allá de la capacidad de uso de los bosques de Tailandia. Cuando se produce deforestación, la misma está asociada a la agricultura comercial y la producción forestal comercial (no instrumentadas por los refugiados) o a formas de agricultura de subsistencia inducidas por restricciones estatales sobre la tenencia tradicional de la tierra y las prácticas agrícolas tradicionales. En casi todas las poblaciones de refugiados investigadas, los pobladores han establecido bosques comunitarios para manejar la conservación y el uso de tierras públicas y privadas en forma sustentable. A pesar de la alta densidad de las poblaciones de refugiados, las prácticas de recolección que usan estos pueblos en los bosques siguen siendo sustentables y no amenazan la diversidad biológica.

Aunque los pueblos refugiados y los pobladores locales no han sido los agentes principales de la deforestación de los bosques, es significativo que son estos grupos los que sufren la mayor parte de las consecuencias sociales y políticas de la destrucción de los bosques, que ha dado lugar a políticas oficiales que restringen el uso de las áreas de bosque por parte de las comunidades, por ejemplo, en la rotación de cultivos y la recolección de productos no madereros, amenazando así sus formas de sustento, su seguridad alimentaria y sus necesidades de vivienda.

Cuando se trata de diversidad biológica, siempre que la misma se altera tarde o temprano los pueblos resultan afectados. Y los más pobres se ven afectados antes, por supuesto. En este caso, los refugiados y las poblaciones locales de Tailandia lo saben muy bien.

Artículo basado en información obtenida de: "Taking shelter under trees: Displaced Peoples and Forest Conservation", de Friends Without Borders, Watershed, People's Forum on Ecology, Vol. 7, No. 2, noviembre de 2001-febrero de 2002.