Papua Nueva Guinea: algo tiene que cambiar . . . ¡y rápido!

Imagen
WRM default image

Papua Nueva Guinea, que alberga una de las mayores superficies de bosque tropical que quedan en el mundo, está sufriendo un destructivo proceso de deforestación. Con el propósito de aumentar las exportaciones para enfrentar la severa crisis económica que viene atravesando, el gobierno ha adoptado una política de abrir el país a compañías madereras extranjeras, otorgándoles concesiones y haciendo la vista gorda a la tala ilegal que amenaza con devastar la selva.

Compañías malayas, también responsables de haber destruido los bosques de su propio país, están practicando las peores formas de tala comercial en Papua Nueva Guinea. En promedio, por cada árbol de cien o doscientos años de edad que es cortado, otros 16 son dañados o destruidos. Su madera es utilizada para alimentar las fábricas de pulpa y para construir muebles con destino al mercado asiático. La tierra liberada de bosque queda entonces pronta para ser ocupada por plantaciones de palma aceitera, un cultivo de exportación que se está expandiendo a lo largo y ancho del país, generando una serie de problemas sociales y ambientales.

Como siempre sucede, estas decisiones centralizadas y autoritarias en pro del “desarrollo” acaban por impactar negativamente sobre las poblaciones locales. El pueblo indígena Kosuwa –uno de los últimos cazadores-recolectores del mundo- ha denunciado que sus tierras tradicionales, bosques y aguas están siendo destruidos por las empresas madereras. Formulando la falsa promesa de traer dinero, nuevas casas y carreteras, lo que este “desarrollo” ha traído a los Kosuwa es la pérdida de su ambiente y medios de vida. Incluso los empleos en las operaciones de madereo son pobremente pagados, temporarios y generalmente ocupados por personas de fuera de la comunidad. Por cada metro cúbico de la valiosa madera extraída de sus tierras los exportadores ganan alrededor de U$S 75, mientras que los nativos reciben solamente U$S 4. Una enorme concesión por 800.000 hectáreas ha sido otorgada recientemente a una poderosa compañía malaya en el territorio de los Kamula. Al igual que los Kosuwa, éstos se están preparando para resistir la invasión. En este caso, hasta la propia Autoridad Forestal había aconsejado claramente no otorgar la concesión. Sin embargo el gobierno prefirió no atender el consejo.

Si las cosas no cambian la industria y el comercio madereros habrán de agotar por completo los bosques de Papua Nueva Guinea en apenas 15 años. En el interín, algunas compañías madereras extranjeras amasarán fortunas, algunos personeros locales se enriquecerán, pero la mayoría del país será más “desarrollada” y más pobre. Algo tiene que cambiar . . . ¡y rápido!

Fuente: Glenn Barry, 28/7/99, basado en: Australian Broadcasting Corporation, 19/7/99.