Mujeres y plantaciones: cuando la violencia se vuelve invisible

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"Día Internacional de lucha contra los monocultivos de árboles 2017. Necesitamos nuestra tierra para sobrevivir. SOCFIN arrebató nuestras tierras para su beneficio. Queremos dialogo". Manifestación de mujeres en Sierra Leona.

En el Día Internacional de las Mujeres, este boletín busca visibilizar y denunciar muchas de las realidades que por lo general se mantienen ocultas detrás de los llamados “impactos diferenciados” que sufren las mujeres que viven dentro y alrededor de las plantaciones de monocultivo.

El WRM ha venido apoyando las luchas contra las plantaciones de árboles industriales desde hace más de dos décadas. En este camino hemos aprendido sobre uno de los impactos más violentos y, al mismo tiempo, una de las formas más crueles de opresión, explotación y dominación: el abuso y la violencia sexual contra las mujeres producto del establecimiento de plantaciones industriales de árboles. Con este boletín, al celebrarse el 8 de Marzo, Día Internacional de la Mujeres, queremos contribuir a que se escuchen las voces y las historias de miles de mujeres que sufren de esta violencia, queremos visibilizar lo que sistemáticamente se ha invisibilizado. Y queremos, además, rendir un homenaje a todas las mujeres que a pesar de las adversidades se organizan, resisten y mantienen la alegría y la esperanza de que otro mundo es posible.

Violencia histórica y sistemática

El establecimiento del modelo de producción del monocultivo a gran escala necesitó imponer una fuerte violencia contra los sistemas de reproducción de la vida, es decir, de la organización colectiva, la soberanía alimentaria, el conocimiento ancestral, entre muchos otros aspectos. Por ende, la violencia fue dirigida específicamente contra las mujeres, eje fundamental en la vida comunitaria. Vale recordar las plantaciones de antaño en las Américas y la violencia contra las esclavas y esclavos, que en el caso de las mujeres era extremadamente brutal.

La activista y escritora Silvia Federici denuncia que “el capitalismo se inició con una guerra contra las mujeres”. (1) Su investigación ha dado cuenta de cómo el capitalismo desde el comienzo requirió de la destrucción de estos sistemas de reproducción para crear la necesidad de trabajos asalariados y dependencia en los mercados. Y claro, para destruir los diversos sistemas de reproducción de vida, una forma “efectiva” y persistente en la expansión del “desarrollo capitalista” ha sido el ataque, asesinato y acecho de las mujeres.

Violaciones sexuales, abusos físicos y psicológicos, acoso, persecución, trabajo a cambio de sexo, golpes, embarazos violentados, presencia de guardias armados dentro y alrededor de sus casas y comunidades, salarios más bajos y jornadas más largas, trabajos sin paga, uso continuo y sin protección de productos tóxicos, condiciones laborales deplorables, afectación de su salud reproductiva y sexual, imposibilidad de tomar decisiones sobre temas relacionados a la tierra, pérdida de acceso a la tierra, privación de sus medios de vida y sustento - lo que se traduce en un trabajo doméstico más fuerte, intenso y por más horas, son solo algunos de los llamados “impactos diferenciados” que las plantaciones industriales arrojan hoy en día sobre los cuerpos y vidas de las mujeres.

La creciente militarización de la vida diaria de estas mujeres glorifica, además, modelos de masculinidad violentos y agresivos, que en su mayoría actúan con total impunidad. La misma impunidad que reciben las corporaciones que acaparan tierras fértiles, contaminan ríos, destruyen bosques, despojan comunidades y contratan agentes de seguridad privados para “proteger” sus inversiones.

Esta violencia diaria, por cierto, no se opone a las gestiones de instituciones internacionales como el Banco Mundial o las Naciones Unidas, que influencian fuertemente en la política internacional y abogan por expandir la economía capitalista a todos los rincones del planeta. Detrás de sus salvaguardas, códigos de conducta y responsabilidad social, están las políticas y proyectos que afianzan un sistema que desde su creación fue y seguirá siendo estructuralmente patriarcal y racista.

Sin embargo, en medio de este contexto tan violento para con las mujeres, son ellas las que toman las riendas de la organización y movilización contra el acaparamiento de sus tierras y vidas. Su rol en la resistencia es esencial y ha sido el enfoque de varios boletines del WRM (2).

El boletín cuenta con dos artículos desde Indonesia que detallan los sistemáticos abusos que deben sobrellevar las mujeres (y niñas) que viven en y alrededor de las plantaciones de palma aceitera. Uno se enfoca en los muchos abusos laborales, y el otro resalta la violencia más estructural de estas plantaciones. Asimismo, tres artículos desde Camerún nos relatan la situación de las mujeres en ese país que confrontan los monocultivos palmícolas. Uno se centra en los impactos y abusos generados a nivel de país con la expansión de estas plantaciones; el segundo es un recuento de los tipos de violencia específicos que se generan así como un llamado al cambio; y el tercero es un artículo-testimonio de cómo una comunidad tiene que vivir y resistir desde la llegada de la empresa SOCAPALM a sus tierras. Otro artículo busca resumir los casos de dos comunidades, una en Guatemala y la otra en Colombia, donde las mujeres, confrontadas a las plantaciones de palma aceitera, son las que con más ahínco luchan por defender sus tierras y medios de vida. Desde la India, un artículo nos alerta sobre la creciente expansión de plantaciones de árboles con el programa estatal de compensaciones y cómo las mujeres no solo son afectadas sino que además son un pilar de la resistencia en ese país. Otro artículo desde Liberia destaca la importancia de tener una voz en los procesos de decisión y cómo las mujeres allá se están organizando para lograrlo. Y finalmente desde Brasil, otro artículo nos narra los peligros e impactos de la exposición de las mujeres a los agrotóxicos, tarea común de las mujeres en los monocultivos industriales.

Este boletín entonces es un llamado a una solidaridad directa y radical con aquellas mujeres que sufren, resisten, se organizan y movilizan contra esa violencia y abuso diario que acarrean las plantaciones industriales.

 

(1) “Calibán y La Bruja. Mujeres, cuerpo y acumulación originaria”, Silvia Federici, 2004. Puede descargar el libro gratuitamente aqui.
(2) Ver por ejemplo:
Boletín 211, 2015: Mujeres en resistencia: Defendiendo los territorios y la vida
Boletín 200, Marzo 2014, La lucha de las Mujeres: Una lucha de todas y todos
Boletín 187, Febrero 2013, Las mujeres en las luchas de resistencia