Indonesia: las plantaciones de palma aceitera y su trazo de violencia contra la mujer

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Ph.: Sawit Watch

Las mujeres sufren muchos tipos de violencia de parte de los empleadores de las compañías de plantaciones de palma aceitera, las fuerzas de seguridad, la policía y el ejército; violencia que refuerza el patriarcado así como los roles y relaciones de la mujer dentro de la sociedad en general.

En nombre del crecimiento económico, el gobierno de Indonesia promueve agresivamente el aceite de palma como un producto básico comercial con el cual competir en los mercados mundiales. Esto, sin embargo, enmascara el hecho de que las plantaciones de palma aceitera no solo están causando deforestación y degradación ambiental sino también violaciones a la ley y a los derechos humanos, así como también desigualdad en los regímenes de tenencia de la tierra. Todo esto conduce a situaciones de abuso, discriminación, pobreza, acaparamiento de tierras, pérdida de sistemas sociales y culturales, conflictos sociales y mucho más.

¿Por qué las plantaciones de palma aceitera afectan especialmente a las mujeres?

Las mujeres enfrentan numerosas injusticias asociadas a sus roles de género, su posición y sus relaciones con miembros de la familia, la comunidad, el Estado y la sociedad en general. Estas injusticias se profundizan con la agresiva economía neoliberal y los flujos de capital basados ​​en la producción contaminante, la codicia y la ignorancia de una verdadera sustentabilidad socioambiental. En este contexto, las plantaciones industriales de palma aceitera en Indonesia son origen de conflictos a nivel de las comunidades, al tiempo que ignoran las experiencias de las mujeres y su papel esencial en la reproducción social. Es así que las mujeres están expuestas a las condiciones más bajas, más pobres, más marginadas y más desatendidas.

El tema de la violencia y el abuso de las mujeres apenas si se discute en la industria de las plantaciones de palma, ni entre otros actores relevantes. De hecho, la gran mayoría de los discursos de las empresas y gobiernos referidos a las plantaciones industriales de palma aceitera omiten la realidad de violencia y abuso contra las mujeres en estas plantaciones. En la mayoría de los eventos relacionados con las industrias extractivistas, tales como las industrias de la palma aceitera, la celulosa o la extracción maderera, las historias de las mujeres están ausentes. A menudo, las políticas gubernamentales se centran en expandir la producción y la demanda, aumentando los beneficios de las empresas, entre otros. Estas políticas no tienen interés en advertir sobre los impactos que esta industria acarrea consigo. Por el contrario, la expansión de estos monocultivos solo empeora la situación de las mujeres y las comunidades en general, y la contaminación de los ríos y las fuentes de agua es solo uno de sus numerosos impactos. Las mujeres empleadas en las plantaciones son plenamente conscientes de esto; aún así, no tienen otra opción económica para mantener a sus familias.

Una investigación realizada por la Comisión Nacional sobre la Violencia contra la Mujer junto con organizaciones de la sociedad civil de Indonesia como WALHI, RMI, Bina Desa, Dayakologi Institute y Debt Watch, encontraron que en el sector de los recursos naturales las mujeres experimentan varios estratos de violencia. (1) Utilizando un análisis de ecología política feminista, la investigación pone de relieve cómo la violencia contra las mujeres es una realidad dondequiera que se hayan establecido las plantaciones industriales de palma aceitera en Indonesia.

Abuso estructural de las mujeres

Con la llegada de las plantaciones de palma aceitera a gran escala, las mujeres han perdido el acceso y control sobre la tierra, lo que finalmente las empuja a convertirse en trabajadoras en las plantaciones. En muchos casos, las mujeres que trabajan en estas plantaciones tienen poca o ninguna protección legal. En su mayoría tienen que rociar fertilizantes y plaguicidas, que son perjudiciales para su salud (ver otro artículo sobre Indonesia en este Boletín).

En un estudio sobre las plantaciones de palma aceitera en Kalimantan Occidental, varias mujeres expresaron que no tenían idea de que su tierra o la tierra familiar estuviera ahora en manos de la compañía. La falta de información de las mujeres también se ve reforzada por la situación general en Indonesia, en la que usualmente los dueños de la tierra son los hombres.

En consecuencia, la empresa considera que lo único que importa es involucrar a los hombres en las llamadas reuniones de socialización. Además de las muchas estrategias de intimidación utilizadas por las compañías, las tentadoras promesas de beneficios ofrecidas a las familias si se inscriben en los planes “plasma” (programas para pequeños propietarios o cultivadores muy comunes en Indonesia que han dejado endeudadas a numerosas familias), lo que los convierte en trabajadores de la compañía en su propia tierra, han llevado a numerosas familias a perder su tierra. No existe un Consentimiento Libre, Previo e Informado (CLPI) de las comunidades, especialmente de las mujeres que sufren impactos excesivos y específicos cuando las plantaciones de palma aceitera, ávidas de tierra y agua, entran a sus aldeas. En muchos lugares son las mujeres quienes cargan con la responsabilidad de buscar agua; por lo tanto, cuando hay una crisis de agua por sequía o contaminación, la carga de trabajo de las mujeres se incrementa.

Para las mujeres que viven en las zonas de plantaciones y alrededor de ellas, ser “brondol” es una forma de supervivencia para cubrir las necesidades básicas de sus familias. Las mujeres “brondol” recogen los frutos de palma aceitera que quedan en el suelo. Desde la mañana hasta la noche recorren un largo camino para llegar a las plantaciones de palma aceitera, con alto riesgo de ser atrapadas por los oficiales de seguridad de las compañías. A pesar de que las compañías se apoderan de grandes cantidades de tierra, agua, bosques y otros recursos comunales, estas consideran que la búsqueda de frutos de palma aceitera sobrantes es un robo.

También hay muchas mujeres que trabajan como jornaleras en las plantaciones de palma aceitera. Las empresas consideran que las mujeres son más minuciosas, cuidadosas y diligentes como trabajadoras, y, por lo tanto, emplean a muchas de ellas para la plantación de semillas y para la aplicación de fertilizantes. Particularmente la aplicación de fertilizantes es, en realidad, una actividad muy tóxica y muy dañina para la salud de las mujeres. Los trabajadores hombres se ven obligados a traer miembros de sus familias para ayudarlos a alcanzar los objetivos de la empresa. Pero una cosa es segura; las esposas e hijos no perciben un salario. Las prácticas laborales de estas grandes plantaciones de palma aceitera son ampliamente citadas como una forma de esclavitud moderna. (2)

La alta criminalización de quienes se oponen a las plantaciones ha ocasionado numerosas detenciones de activistas, e incluso asesinatos. Las mujeres que perdieron a sus maridos, padres o hijos se ven obligadas a ganar dinero para mantener a sus familias mientras se ocupan de las tareas domésticas. Esta doble carga es extremadamente difícil para las mujeres cuya jornada de trabajo generalmente comienza antes del amanecer y termina mucho después de la puesta del sol.

Pero las mujeres sufren otros tipos de violencia de manos de las fuerzas de seguridad, la policía y el ejército, que a su vez refuerzan los roles de género, posiciones y relaciones que se les atribuyen.

Apuntando a su “femineidad”

Las mujeres que luchan por mantener su espacio vital y rechazan la presencia de plantaciones de palma aceitera son objeto de una mayor criminalización y violencia.

También es importante señalar que existe una mayor vulnerabilidad para las mujeres que luchan por sus derechos. Una de las violaciones a sus derechos es la que apunta a su “femineidad”, que tiene como objetivo silenciar su lucha. La “femineidad” en este caso se define como la relación de las construcciones sociales, culturales y religiosas para las funciones y los roles de las mujeres, que en su mayoría todavía están fuertemente influenciados por la cultura patriarcal.

Los conflictos no se dan solamente por las diferencias de percepción entre las comunidades locales y los actores de la industria de la palma aceitera, tanto empresariales como gubernamentales, sino también porque se han ignorado los conocimientos y la experiencia de las mujeres en el manejo de los recursos vivos, particularmente como cuidadoras y administradoras de los sistemas de producción. Por eso es justo decir que descuidar una entidad que posee el conocimiento y la experiencia heredados como parte del orden social significa descuidar la existencia de tal entidad; y eso constituye definitivamente una violación de los derechos básicos.

Khalisah Khalid, Jefe del Departamento de Campaña y Redes

WALHI – Amigos de la Tierra Indonesia

(1) Meretas Jejak Kekerasan terhadap perempuan dalam pengelolaan sumber daya alam, sebuah tawaran dialog (Komnas Perempuan 2008)

(2) Ver SawitWatch (en Bahasa): http://sawitwatch.or.id/2016/02/catatan-singkat-akhir-tahun-perburuhan-sawit-watch-2015/ ;

Artículo del Boletín 197 del WRM, diciembre 2013, https://wrm.org.uy/es/articulos-del-boletin-wrm/seccion1/la-esclavitud-de-los-tiempos-modernos-en-las-plantaciones-de-palma-aceitera-los-casos-de-malasia-e-indonesia/

Accenture for Humanity United: Exploitative Labor Practices in the Global Palm Oil Industry, http://humanityunited.org/pdfs/Modern_Slavery_in_the_Palm_Oil_Industry.pdf;

Schuster Institute for Investigative Journalism: Forced Labor and Child Labor on Palm Oil Plantations, http://www.schusterinstituteinvestigations.org/#!slavery-palm-oil-plantations-indonesia/cqcc