Una de las falsas soluciones del capitalismo a sus crisis: tornar más fuerte el patriarcado

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Hoy nos enfrentamos a una fuerte reestructuración del sistema capitalista para mantener el orden de opresión y explotación que evidencia y amplía los mismos mecanismos violentos de acumulación que estaban en su origen.

En tal proceso de acumulación actual, conocido como “acumulación por desposesión”, todo se convierte en mercancía – agua, aire, bosques, semillas, servicios como educación, salud -; aumentan la desigualdad y la concentración de riquezas y quien paga los costos de la crisis del capital son los sectores pobres y medios de la sociedad. Según la OIT (Organización Internacional del Trabajo), en 2009, año de agudización de la crisis, mientras que el desempleo ha crecido más un 10% en relación a 2007, los ricos (aquellos con más de un millón de US$ para inversión) han aumentado su riqueza total en 18%. Hoy día, en vista de la “crisis”, el sistema está operando un gran ajuste en la relación capital/trabajo y la transferencia de costos de la producción capitalista a las mujeres y al trabajo reproductivo que realizan es parte de este ajuste. El trabajo reproductivo es el trabajo de cuidar a los demás, la preparación de alimentos, limpieza, etc. que es realizado sobre todo en el espacio doméstico y por las mujeres. Las mujeres gestionan la precariedad en sus domicilios. Así que, en la mayor parte de los casos, son ellas quienes se ocupan de las personas cuando se reduce el número de camas o se cierran hospitales, se cierran centros infantiles, o no se provee alimentación escolar.

La deslocalización de la producción de mercancías se combina con una deslocalización del trabajo de cuidados con un enorme contingente de mujeres del sur y de áreas más pobres migrando hacia el norte o áreas más ricas para cuidar de niños, ancianos y enfermos, mientras nadie cuida de ellas.

En países donde aún es más fuerte la represión de la lucha por los derechos, las condiciones de trabajo son aún más dramáticas, lo que se evidencia en episodios como el incendio y desmoronamiento de las oficinas de costura ocurrido en Dhaka, Bangladesh, en 24 de abril de 2013, cobrando la vida de 1.127 personas, la mayoría mujeres.

El control sobre el cuerpo y la vida de las mujeres

El patriarcado combinado con el capitalismo no trata solamente de apropiarse del trabajo de las mujeres, sino del origen mismo de su capacidad de trabajo, o sea de sus cuerpos. En el periodo inicial del capitalismo (la acumulación originaria o primitiva), no solo se instrumentalizó la división sexual del trabajo, sino también la sexualidad, instituyendo el matrimonio heterosexual y la maternidad como norma, a veces promoviendo la prostitución, otras veces condenando a las mujeres en la prostitución y persiguiendo a las mujeres que tenían conocimientos sobre prácticas contraceptivas.

A la economía de mercado de la explotación del trabajo no remunerado de las mujeres corresponde una sociedad de mercado que presupone la organización de las y los trabajadores en familias nucleares. Podemos comprobar que en las últimas dos décadas ha habido un aumento continuo del conservadurismo, que valoriza el rol de las mujeres en la familia para justificar su sobrecarga de trabajo y responsabilidad frente al recorte de políticas públicas de apoyo a la reproducción social (en países donde estas existían) o para impedir la aprobación de tales medidas. Al mismo tiempo, hay una creciente presión que empuja a las mujeres a salir del mercado de trabajo como forma de disminuir las tasas de desempleo. Entre los mecanismos utilizados están la oferta de salarios más bajos para las mujeres, la imposición del recorte a los servicios públicos que resultan tanto en mayor desempleo de mujeres (que son mayoría en el sector público) como en más tareas de cuidados asumidas por ellas sin costos para el Estado o el sector privado.

El acaparamiento del cuerpo de las mujeres es más complejo hoy, cuando imágenes opuestas del cuerpo cubierto por una burca o desnudo pueden tener un mismo sentido opresor. ¿Es el “cuerpo para sí” o el cuerpo para el deseo del otro, en general el “otro” masculino? O cuando el discurso feminista sobre la autonomía de las mujeres - traducido en el histórico slogan “mi cuerpo me pertenece” – es cooptado por el sistema y convertido en “mi cuerpo es mi negocio” (“my body is my business”), en una clara transformación del cuerpo en cosa, en objeto que puede ser comercializado. Además el aumento de la influencia de las instituciones religiosas, sean ellas católicas, evangelistas o islámicas, en la regulación de la vida pública está produciendo la no aprobación o el retroceso en derechos relacionados a la autonomía de las mujeres, a su vida afectiva y reproductiva. Al mismo tiempo, en más países, gracias a las luchas de movimientos LGBT (lesbianas, gays, bisexuales, transexuales), se legaliza el matrimonio de parejas del mismo sexo, se establecen derechos de adopción, de herencia etc, pero no sin una fuerte resistencia de los sectores conservadores que incluso aumentan la agresividad en contra de lesbianas, gays y trans.

La militarización, la criminalización y la violencia

Las ventas de la industria de armas en 2011 fueron de US$ 410 billones, 60% del cual por 44 empresas basadas en Estados Unidos y 29% por 30 empresas con sede en Europa Occidental. Frente a una pequeña reducción en las ventas las compañías ya empiezan estrategias de desplazamiento hacia América Latina, Medio Oriente y Asia y a incrementar las tecnologías de control de la sociedad bajo la ilusión de mayor seguridad. El militarismo no se reduce a su dimensión económica y se extiende a la imposición de valores militares (creencia en la jerarquía, obediencia, resolución de los conflictos por la fuerza,...) a toda la sociedad. Estos valores son netamente patriarcales y sus expresiones más agudas son la utilización de la violencia sexual y el incremento de la prostitución, incluso de niñas, asociados a la presencia militar.

La sociedad bajo control también se manifiesta por el incremento de la criminalización de las luchas sociales, traducida muchas veces en distorsión de los mismos instrumentos que creamos en la defensa de la justicia y la memoria, y respecto a los derechos. Ejemplo de esto han sido las reacciones de los militares de Guatemala en respuesta al juicio del dictador Ríos Montt, responsable por el genocidio y la violencia sexual contra el pueblo Ixil. Ellos han acusado a activistas históricas de “terroristas” sea por vías judiciales, sea incitando partes de la población contra ellas, en un proceso de negación de la defensa de los derechos.

Contra las mujeres se suma la violencia patriarcal. Sabemos que la violencia hacia las mujeres es una herramienta de control de nuestras vidas y nuestros cuerpos. La violencia hacia las mujeres ha ganado en visibilidad en el último periodo, sobretodo la violencia sexual cometida en espacio público, y ha movilizado la reacción de las mujeres, pero también de los hombres. Los últimos años fueron marcados por las imágenes de la policía egipcia arrastrando a una activista y por el relato del estupro colectivo seguido de muerte de una joven india. En estos casos, la media “mainstream” se ha llenado de explicaciones culturalistas y muy poca reflexión sobre las causas estructurales de esa violencia. En los pocos análisis que se compartieron sobre el tema, se habló de cómo la conquista de las mujeres de mayor espacio en la vida pública a costa de un enorme esfuerzo personal y colectivo provoca una reacción de llamada al orden patriarcal de manera súper violenta.

A pesar de que en casi todas las partes del mundo el desempleo de las mujeres sea más grande que el de los hombres, las mujeres aún son acusadas de “robar” el empleo de los hombres de la misma manera como en el inicio de la revolución industrial.

Frente a estas realidades, la Marcha Mundial de Mujeres se posiciona para ser un movimiento fuerte, permanente, presente en muchos más países, feminista, anticapitalista, que construye un internacionalismo enraizado en luchas locales, que rompe el aislamiento de las comunidades que sufren directamente los impactos de la militarización y del avance del capital sobre todas las esferas de la vida. Un movimiento que actúa en alianza con otros movimientos mixtos, que por su vez asumen el compromiso con la lucha anti patriarcal en sus prácticas y discurso. Un movimiento capaz de construir alianzas puntuales con otras organizaciones de mujeres, siempre reafirmando nuestras posiciones políticas. Un movimiento que, al fortalecer la solidaridad internacional, fortalece las luchas locales.

Marcha Mundial de las Mujeres, http://www.marchemondiale.org/index_html/es(artículo enviado por Miriam Nobre, MMM, correo electrónico minobre@sof.org.br)