Ignorancia con premeditación: la FAO y las plantaciones industriales de árboles

Imagen
WRM default image

Desde hace mucho tiempo, la Organización de las Naciones Unidas para la Agricultura y la Alimentación (FAO) actúa a favor de la industria forestal. Una de las estrategias de la FAO para apoyar la expansión de los monocultivos es fingir que las plantaciones industriales de árboles son bosques.

En diciembre de 2008, Forest Products Journal publicó un informe titulado “Wood from planted forests: A global outlook 2005-2030”, escrito por Jim Carle y Peter Holmgren, dos de los expertos en forestación de la FAO. El informe repite el mito de que las plantaciones son bosques, como si por repetirlo el mito se volviera realidad. 

Carle y Holmgren parecen estar tan seguros de sus afirmaciones que no les interesa leer nada que pueda contradecirlas. La literatura citada en sus informes no incluye ninguno de los muchos informes, artículos o videos que documentan el impacto social y ambiental de las plantaciones industriales de árboles. Por el contrario, escogen las evidencias que les convienen en fuentes favorables a la industria.

Según Carle y Holgren, “los bosques plantados tienen un papel importante en la generación de beneficios sociales y económicos, y en la erradicación de la pobreza en los países en desarrollo y en países industrializados donde los grupos marginados y los pueblos indígenas fueron previamente excluidos de los beneficios de los procesos de desarrollo.” Su fuente para esta declaración es un libro publicado en 2005 por el Instituto Internacional de Medio Ambiente y Desarrollo (IIED).

Un año antes, el IIED produjo un informe sobre las plantaciones industriales de árboles en Sudáfrica, el cual llegó a una conclusión muy distinta: “los empleos generados por la industria forestal no pueden sacar de la pobreza crónica a la vasta mayoría de trabajadores forestales, principalmente mujeres, ni evitar que caigan aún más en la pobreza.” Carle y Holmgren están al tanto de este informe, o al menos deberían estarlo. Se los envié en junio de 2008 solicitándoles sus comentarios. Como no contestaron, lo volví a enviar en setiembre de 2008. Pero Carle y Holmgren tienen una estrategia simple para enfrentar todo lo que contradiga sus conclusiones predeterminadas: ignorarlo.

Una de las fuentes citadas en su trabajo es un informe del año 2003, “Fast-Wood Forestry: Myths and Realities”, publicado por el Centro de Investigación Forestal Internacional (CIFOR). Este informe señala que, si bien se afirma que las plantaciones industriales de árboles restan presión a los bosques naturales, “tal afirmación es muy tendenciosa”. El informe de CIFOR explica que “Podría ser cierto para un pequeño número de países – Nueva Zelanda y Sri Lanka son citados a menudo – pero existe poca evidencia que sugiera que las plantaciones de árboles de crecimiento rápido hayan disminuido la presión sobre los bosques naturales en otros lugares.”

Si Carle leyó esto, no lo entendió. “Los bosques plantados pueden, en cierta medida, restar presión a los bosques indígenas,” dice en un video publicado en el sitio web de la FAO. “Sin duda hay muchos ejemplos de países que han tenido un programa de desarrollo de bosques plantados, en los cuales, ahora, el 90 o 100 por ciento de la producción de madera rolliza se obtiene de los bosques plantados. Y han reservado sus bosques indígenas básicamente para la conservación, el manejo de áreas protegidas, los parques nacionales, las reservas, el uso recreativo.” 

Carle no dice de qué países está hablando. Tampoco explica que la actual expansión de las plantaciones industriales de árboles se da en el Sur global, para satisfacer el consumo excesivo del Norte. No describe la enorme destrucción de los bosques de Indonesia para alimentar las fábricas de pulpa y papel. En los últimos años, las plantaciones industriales de árboles de Brasil se expandieron más rápido que en la mayoría de los países. Pero Brasil tiene también uno de los niveles de deforestación más altos del mundo. Esto no significa que las plantaciones sean la causa de la deforestación, sino más bien que las plantaciones no han aliviado la presión sobre los bosques naturales. Cuando los bosques son talados para dar paso a los cultivos agrícolas, como es el caso en Brasil, es difícil ver cómo las plantaciones de árboles podrían reducir la deforestación. Alguien que trabaja para una organización cuyo nombre incluye las palabras “Alimentación” y “Agricultura”, por cierto debería ser capaz de captar esto.

En setiembre de 2008, Raquel Núñez, del Movimiento Mundial por los Bosques Tropicales (WRM), se reunió con Jim Carle, Peter Holmgren y José Antonio Prado, funcionarios de la FAO, y les entregó una declaración titulada “Los monocultivos de árboles no son bosques”. Dicha declaración, firmada por más de 100 profesionales y estudiantes forestales de 29 países, señala algunos de los impactos que las plantaciones generan sobre las comunidades locales, en especial la pérdida de biodiversidad, los cambios en el ciclo del agua, la mengua de la producción de alimentos, la degradación del suelo, la pérdida de culturas indígenas y tradicionales, los conflictos con las empresas forestales, la disminución del empleo, la expulsión de las poblaciones rurales y la destrucción del paisaje natural. Pero Carle y Holmgren son absolutamente coherentes, e ignoraron la declaración.

En su sitio web, la FAO ilustra su comunicado de prensa sobre el informe “Madera de bosques plantados” con una fotografía de los monocultivos de eucaliptos de Veracel en Brasil. La leyenda dice: “Producción industrial de madera rolliza de un bosque plantado, Brasil.” No nos queda duda de que los “bosques plantados” de los que habla la FAO son, de hecho, plantaciones industriales de árboles. Pero la FAO mantiene el silencio acerca de los impactos de las plantaciones de Veracel. 

Una publicación reciente de la ONG brasilera CEPEDES documenta el impacto de las plantaciones de Veracel sobre el agua, el medio ambiente, los trabajadores y las comunidades rurales. CEPEDES cita a un trabajador rural: “me siento atacado por tener que vivir cada día frente a ese 'mar de eucaliptos'. Cada día vemos que nuestros arroyos, estanques y manantiales se secan…Y ahora lo único que nos queda es extrañar la belleza del lugar, el olor, el color y las bandadas de pájaros.” 

En lugar de seguir haciendo caso omiso de la evidencia, la FAO debería escuchar a la gente que vive con los impactos de las plantaciones. La ignorancia premeditada de la FAO debe terminar. 

Chris Lang, http://chrislang.org