A diez años de la Cumbre de la Tierra los gobiernos se reunirán nuevamente en Johannesburgo, aparentemente en un esfuerzo por encontrar y poner en práctica soluciones a los crecientes problemas sociales y ambientales que afectan al planeta y sus pueblos.
Contrariamente a lo que ocurrió hace diez años, hoy los activistas en defensa de los bosques tienen un sentimiento generalizado de desesperanza con relación a los resultados de esta Cumbre. La razón es simple: durante estos últimos años, tanto la situación social como la ambiental empeoraron como resultado de la falta de voluntad política de los gobiernos --del Norte y del Sur-- para resolver el tema. Por el contrario, han trabajado --voluntaria o involuntariamente-- en estrecho contacto con instituciones multilaterales para asegurar la apertura de los recursos naturales del mundo a la explotación y el control de las grandes empresas.
Esto es particularmente cierto en la región de bosques tropicales, donde los gobiernos han acordado facilitar inversiones de las transnacionales --y hasta implorado por ellas-- como forma de asegurar el pago de la deuda externa. El resultado ha sido generación de pobreza y destrucción ambiental.
Las obras de infraestructura como carreteras, represas hidroeléctricas, oleoductos y gasoductos, han sido objetivos prioritarios de la alianza entre gobiernos y empresas, en muchos casos impuestas y al mismo tiempo financiadas por instituciones multilaterales como el Fondo Monetario Internacional, el Banco Mundial, y los bancos regionales de América Latina, Africa y Asia.
El madereo industrial, la minería, la explotación de petróleo y gas, la agricultura comercial a gran escala, la ganadería, las plantaciones para la producción de madera, celulosa y aceite de palma, el cultivo industrial de camarones, han sido todas actividades que se han beneficiado de las obras de infraestructura y al mismo tiempo han conformado la segunda oleada de ataque contra los bosques y los pueblos que los habitan.
Los gobiernos lo saben. También lo saben las instituciones multilaterales y bilaterales, y hasta las propias empresas. Las causas de la deforestación de los bosques tropicales son muy bien conocidas por todas las partes involucradas. A pesar de eso, no solo hay omisión en abordar las causas de la pérdida de bosques sino que, por el contrario, se las promueve aún más.
El mundo ha llegado a un punto en que ya no le es posible seguir creyendo en las declaraciones y compromisos de los gobiernos, de las instituciones multilaterales o de las empresas. Lo que se necesita son acciones reales que demuestren que finalmente las cosas se encaminan en la dirección correcta. Pero las pruebas existentes demuestran exactamente lo contrario. He aquí algunos ejemplos:
- el FMI continúa aplicando los programas de ajuste estructural, reconocidos como causa subyacente de deforestación
- la nueva política forestal del Banco Mundial incrementará el madereo en los trópicos
- la Organización Mundial de Comercio impone sus normas, avasallando los acuerdos ambientales multilaterales, lo que provocará una mayor destrucción de los bosques
- crecientes inversiones de empresas en madereo, minería, explotación de petróleo y gas, con el consiguiente resultado de deforestación y degradación generalizada del bosque
- falta de voluntad de los gobiernos del Norte para encontrar soluciones equitativas a temas tales como los términos de intercambio injustos y la deuda externa, que obligan a los gobiernos del Sur a explotar los recursos naturales de manera insustentable
- similar falta de voluntad de los gobiernos del Norte para encarar en serio el tema del cambio climático --que de por sí tendrá impactos considerables sobre la biodiversidad de los bosques-- mediante la reducción de las emisiones de combustibles fósiles, promoviendo, en su lugar, las plantaciones de árboles como "sumideros de carbono" que como resultado aumentarán la sustitución de los bosques
- falta de voluntad de los gobiernos del Sur para reconocer legalmente los derechos territoriales de los pueblos indígenas y otros pueblos que dependen del bosque, cuyo reconocimiento podría constituir un primer paso para detener la pérdida de bosques
- igual falta de voluntad de los gobiernos del Sur para aplicar la reforma agraria en zonas agrícolas como solución para evitar la emigración de campesinos sin tierra hacia zonas de bosque
Peor aún, todo indica que las empresas se han apropiado del proceso de la CMDS y han logrado colocarse como parte de la solución a pesar de ser el principal componente del problema. En lugar de ser controladas por los gobiernos, aparentemente terminarán siendo "socias" en el desarrollo sustentable.
Desde la perspectiva de los bosques, alcanza con ver cuáles son las empresas que están dispuestas a crear "sociedades" para saber cómo termina la historia. Algunos nombres de las empresas líderes en el proceso de la CMDS son: Río Tinto (minería destructiva en zonas de bosque), Shell Company (explotación destructiva de petróleo en zonas de bosque), Aracruz Celulose ("desierto verde" de monocultivos de árboles en zonas de bosque tropical en Brasil, a expensas de tierras de pueblos indígenas), UPM-Kymmene (destrucción de bosques en Indonesia para producción de celulosa).
Por todo lo expuesto, el Movimiento Mundial por los Bosques Tropicales declara que para que los gobiernos y las instituciones internacionales correspondientes sean creíbles en sus compromisos respecto a la conservación de los bosques, deben ofrecer --como mínimo-- cierta evidencia de su voluntad política para cambiar el rumbo actual, declarando públicamente la necesidad de:
- reconocer los derechos territoriales de los pueblos indígenas y otros pueblos del bosque
- una reforma agraria
- una moratoria al pago de la deuda externa
- un instrumento internacional legal para el control de las empresas
- relaciones de intercambio Norte-Sur equitativas
- reducir el consumo excesivo en el Norte
- profunda reforma de las instituciones multilaterales (FMI, Banco Mundial, bancos regionales) para ponerlas al servicio de la gente y el medio ambiente
- moratoria a la explotación petrolera, gasífera y minera en las zonas de bosque tropical
En caso de que la CMDS adoptase algunos de los puntos arriba mencionados, se abriría una esperanza para el futuro y ciertamente sería apoyada por los activistas defensores de los bosques. De lo contrario, significará que el sistema de las Naciones Unidas ha aceptado que el poder empresarial prime sobre el sistema democrático.