Este artículo forma parte de la publicación "15 años de REDD:
Un mecanismo intrínsecamente corrupto"
La empresa británica Envirotrade inició un proyecto REDD+ en 2003 que involucró a comunidades de la zona de amortiguamiento del Parque Nacional Gorongosa, en el norte de Mozambique. El proyecto vendió créditos de carbono en el mercado voluntario. Envirotrade reclutó a cientos de comuneros para plantar árboles. Las familias que recibieron pagos durante solo siete años se vieron obligadas a cuidar los árboles por muchos años más. En 2018 la empresa abandonó la región, dejando atrás obligaciones incumplidas, deudas con los pobladores y cientos de familias perplejas.
La actualmente extinta empresa británica, Envirotrade, inició un proyecto REDD+ en 2003, entre las comunidades ubicadas alrededor y dentro de la zona de amortiguamiento del Parque Nacional Gorongosa, en la provincia de Sofala, en el centro de Mozambique. Con el llamado “proyecto comunitario de carbono de Sofala”, se afirmó que habría desarrollo en el uso sostenible de la tierra y en actividades para lograr el desarrollo rural en la región. (2) Siendo este un emprendimiento con fines de lucro, el carbono capturado a partir de la agroforestería, la conservación de bosques y la deforestación evitada, era vendido en el mercado voluntario de carbono. Envirotrade también reclutó a centenares de miembros de familias de la región de Pungwe, donde se ubica Nhambita, como ‘productores’ para la plantación de diversas especies de árboles. Sus contratos establecían pagos por siete años, a pesar que la responsabilidad de los productores de cuidar y proteger los árboles continuaba más allá de ese período.
Además de estas actividades agroforestales, el proyecto incluía el establecimiento de una carpintería y un aserradero local que utilizaría materiales locales de manera sostenible, así como el establecimiento de un vivero de plantas frutales, entre otras especies. El vivero tenía como objetivo apoyar las actividades agroforestales y empleaba principalmente a mujeres. Por lo tanto, más allá de los productores, la empresa tenía vínculo contractual con carpinteros, viveristas, técnicos extensionistas y agentes que patrullaban los bosques para evitar la deforestación y las quemas.
Quince años más tarde, en 2018, el proyecto finalizó y dejó compromisos sin cumplir y centenas de familias preocupadas. Según los antiguos productores, la empresa abandonó la región sin despedirse de las comunidades, y dejando pendiente pagos por la plantación y cuidado de los árboles.
“Envirotrade no se fue en buenos términos. Le debe pagos a muchas personas. En primer lugar, le debe a los productores la cantidad de tres años de trabajo de plantío. En segundo lugar, le debe a las viveristas que hacían las mudas de las plantas también por una cantidad de tres años de trabajo. En tercer lugar, le debe también a los hombres que se ocupaban de proteger el área, haciendo los cortafuegos, también por tres años [en valor de deudas]. En cuarto lugar, le debe también a las personas que pertenecían a las áreas individuales [de bosque], por el carbono, también tres años. Por último, deben la indemnización a los trabajadores”. (3)
Según la ex-empresa de gestión de carbono Envirotrade, que rechaza las declaraciones antes mencionadas, las actividades terminaron debido al estancamiento del precio del carbono en el mercado global y la consiguiente falta de viabilidad financiera, pues los ingresos del carbono sustentaban el proyecto. (4) Más allá de esto, la empresa considera haber sido víctima de una ‘campaña anti-REDD+’ que supuestamente desacreditó el trabajo de muchos años de Envirotrade.
La cuestión sobre si el proyecto resultó efectivamente en el desarrollo de la región, es una cuestión que divide la opinión en Nhambita. Sin embargo, algunos antiguos productores y técnicos de Envirotrade lamentan la finalización del proyecto, principalmente por la pérdida de los beneficios económicos que recibían anualmente.
Efectos, legado, panorama y estrategias
Existe una duda en el seno de la comunidad de Nhambita sobre la posibilidad que Envirotrade, ‘u otros agentes interesados’, retomen el proyecto. (5) Entre la incertidumbre y la expectativa, algunos productores continúan, por un lado, preservando los árboles plantados, aun sin tener la necesidad de cuidarlos, y por otro lado, despejando nuevas áreas para la agricultura. Mientras Envirotrade estuvo en la región, los productores tenían prohibido según los términos contractuales de despejar nuevas áreas para otras actividades, incluso para la agricultura, ya que a la empresa le interesaba mantener la mayor cantidad posible de vegetación y bioma, para tener una mayor capacidad de secuestrar carbono.
Las visitas realizadas a las familias en Nhambita constataron la presencia de abundantes árboles frutales, principalmente mangos y castaños de cajú, que fueron plantados en el marco del proyecto. Algunos de los productores visitados firmaron varios contratos, adoptando distintos sistemas (bordadura, consorciação, quintal). Esto era posible sobre todo para aquellos productores que disponían de una mayor cantidad de tierra.
Una de las preocupaciones planteadas por los productores entrevistados es el no saber qué hacer con los árboles. Esto levanta la duda sobre el grado de conocimiento de los productores respecto a los objetivos y especificidades del proyecto.
Según un productor,
“Nosotros solo nos quedamos con las plantas (…) hay una zona [donde] estaban cortando los árboles por los nervios, porque no estaban recibiendo sus pagos, en las plantaciones también, ya estaban cortando árboles. Yo les pregunté por qué cortaban los árboles, dijeron [que porque estuvieron] prohibidos por muchos años y no recibieron sus pagos. El campo está lleno de árboles y ellos [dicen], ‘nosotros los vamos a cortar’”. (6)
Más allá de la asimetría de la información entre la empresa y los productores, se destaca también que los discursos sobre la mejora en la calidad de vida de las comunidades como resultado de los proyectos ambientales, en los hechos no se concretan. Se comprobó que la empresa creó un nivel significativo de dependencia económica en el seno de las comunidades, lo que resultó en un quiebre en sus ingresos y el nivel de subsistencia luego del abandono de la empresa. No se desarrollaron estrategias para promover la soberanía y la independencia - todo lo contrario.
Soberanía alimentaria
Una de las principales críticas de los investigadores y activistas al proyecto de carbono de Nhambita se relacionaba con el riesgo potencial que este proyecto representaba para la seguridad alimentaria de la región. (7) Los productores contratados (unas cuantas centenas de ellos) tenderían a descuidar la producción de alimentos para dedicarse a la plantación y el cuidado de los árboles.
Esta fue de hecho la percepción de una maestra de la escuela local de enseñanza básica, después de observar las dinámicas de la implementación del proyecto durante casi 10 años. Ella constató que, con el proyecto, la comunidad de Nhambita presentaba una particularidad que no se verificaba en las otras comunidades donde trabajó. Comprobó que los campesinos dedicaban menos horas de trabajo a sus cultivos para poder invertir su tiempo en las actividades de agroforestería. “[Los campesinos] se perdieron un poco porque estaban más interesados en la empresa, y la producción de alimentos ya era la segunda prioridad”. A pesar de compensar la subsistencia alimentaria con el rendimiento de la plantación de árboles, “al dejar la producción de alimentos terminaron perjudicados”, dijo.
Las evidencias sugieren que los campesinos parecen haberse sumado al proyecto por el simple hecho de recibir dinero. Si bien no se puede minimizar el valor de los árboles plantados por la comunidad ya que, por ejemplo, proveen de fruta y sombra (8) o por la protección que brindan en caso de vientos fuertes o ciclones, en una perspectiva más amplia, los árboles plantados no parecen tener mucha utilidad para los productores. Mientras algunos optan por despejar nuevos áreas, otros cortan algunos de los árboles plantados (en pequeña escala), lo que indica que el proyecto terminará produciendo el efecto opuesto al deseado por sus defensores, es decir Envirotrade, sus financiadores y los compradores de carbono. Lo que ciertamente determinó la aceptación del proyecto en la comunidad es la falta estructural de empleo rural en Mozambique.
Obviamente, sin un estudio específico es prematuro evaluar los cambios ocurridos en Nhambita en lo que respecta a la reducción de producción local de alimentos y la dieta. El fenómeno que parece surgir con el término del proyecto es el proceso de ‘retorno a la agricultura’, demostrado por la recuperación de las prácticas agrícolas como actividad principal de los hogares.
Percepciones sobre el impacto
Como se mencionó anteriormente, las opiniones sobre los impactos económicos del proyecto en la comunidad son divergentes. Para los ‘nostálgicos’, el proyecto le permitía a los contratados adquirir ciertos bienes materiales y de consumo, como bloques de cemento y zinc para la construcción de casas mejoradas, y ciertos electrodomésticos (radios, paneles solares, entre otros), aunque las casas construidas con material no-local son pocas, según observó nuestro equipo de investigación.
Entre las voces mas escépticas, se destaca la del jefe (régulo) de la comunidad de Nhambita, para quien Envirotrade simplemente “explotó a las personas”. Este líder comunitario se negó a volverse un productor de Envirotrade, por considerar que los beneficios económicos ofrecidos estaban por debajo del esfuerzo requerido para mantener los árboles vivos y saludables, y que los términos del contrato beneficiaban solamente a Envirotrade. Junto con su familia, este líder decidió continuar apostando a la producción de alimentos. Del mismo modo, varias familias optaron por no involucrarse con el proyecto.
La experiencia de algunas mujeres es diferente a la del resto de los productores del proyecto. Al entrevistar a una productora, ella nos relató que fue contratada para trabajar en el vivero de Envirotrade, desde las 6am hasta las 4pm. Ella trabajó en su parcela antes y después de estos horarios; sin mencionar además las actividades de reproducción social del hogar. Cuando se le preguntó sobre la carga de trabajo que tenía y por el bajo salario que recibía, ella sostuvo que era necesario para su subsistencia y en particular para la salud y educación de sus hijos. Luego del abandono de la empresa, las mujeres como ella, que aún debían recibir dinero por parte de la empresa, perdieron su fuente de ingresos con el trabajo, perdieron su fuente de ingresos de los árboles plantados, y tuvieron que volver a depender de sus tierras para subsistir.
¿Cómo queda el carbono?
A pesar de esta divergencia de opiniones, hay una sospecha compartida entre varios miembros de la comunidad de Nhambita: “los árboles que ellos plantaron y cuidaron, ¿continuarán capturando carbono? ¿Seguirá Envirotrade vendiendo los créditos de carbono, aún después de haber dejado de pagarles?”.
Como se mencionó anteriormente, el modelo usado en el proyecto de carbono de Nhambita consistía en pagar a los productores durante siete años luego de la plantación. Según la empresa, estos eran pagos por adelantado, ya que el productor debía asumir la obligación de cuidar y proteger los árboles por un período mucho más largo, de hasta 100 años. (9)
En el caso de REDD+ no sería ilógico pensar que Envirotrade continúa vendiendo el carbono, incluso cuando para los campesinos de la región el proyecto parezca abandonado. Esta sospecha fue desmentida por el antiguo gestor de carbono de Envirotrade (10), quien afirmó que el proyecto había finalizado por completo.
Lo que genera esta sospecha entre los campesinos es el hecho que los campesinos recibieron a un equipo en 2019 que intentaba verificar el inventario forestal, después de que Envirotrade abandonara la región. Existen dudas sobre si los árboles continúen sirviendo su propósito inicial (captación de carbono) sin que los productores reciban los beneficios económicos correspondientes – además de las deudas pendientes.
Las trampas de las soluciones para la crisis climática desde arriba
Nhambita y otros proyectos ambientales para la captura de carbono muestran la fragilidad y las contradicciones de aquello que los/as autores/as de este artículo consideran ser soluciones y políticas climáticas desde arriba. La narrativa de los defensores de este proyecto lo presenta como un proyecto que, por un lado, promovería el uso sostenible de la tierra y protegería la biodiversidad local y, por otro lado, permitiría el desarrollo rural mediante el pago de servicios ambientales a los campesinos contratados. Sin embargo, este proyecto fracasó en los siguientes aspectos:
a) Condescendencia ambientalista
Más allá de que este proyecto fue diseñado desde arriba, sus proponentes desestimaron las opiniones, conocimientos, experiencias e intereses reales de los beneficiarios. Si bien los campesinos fueron informados de los impactos y beneficios ambientales del proyecto, los productores no tenían conocimiento de sus objetivos económicos. Por ejemplo, no sabían que el carbono es un bien negociable y que sería vendido en el mercado internacional, ni a quién se lo venderían o a qué precio, para qué servía, etc. O sea, se verificó una considerable asimetría en la información sobre los objetivos económicos reales del proyecto: captura de carbono y posterior venta de sus créditos en el mercado internacional. De igual modo, los productores tampoco fueron informados sobre el hecho de que tales créditos de carbono son finalmente usados para dar lugar a actividades contaminantes en otras regiones del mundo.
El hecho de que el proyecto haya sido diseñado sin considerar las aspiraciones y prioridades de los productores significó que cuando la empresa se retiró, los productores sintieran un quiebre repentino en sus ingresos. Después de todo, habían invertido tierra y trabajo en el proyecto para obtener beneficios económicos a partir de los árboles, en lugar de concentrar sus esfuerzos en actividades que proporcionaran beneficios a largo plazo y sin dependencia económica de la empresa.
A pesar de que los beneficios del inventario forestal fueron mencionados, actualmente los productores se encuentran con sus tierras ocupadas por árboles frutales y otras especies con poca utilidad económica. Por falta de mercado y de unidades de procesamiento, la fruta termina podrida. El escenario actual en Nhambita es el resultado de políticas que no se ajustan a las realidades y prioridades locales, y que facilitan intereses económicos externos.
b) El fracaso de REDD+ y del mercado de carbono
No se conocen proyectos REDD+ que hayan sido exitosos en su objetivo de frenar la deforestación, pero varios han logrado cumplir con el objetivo de compensar actividades contaminantes. No obstante, algunos estudios ya presentan evidencias de que este tipo de proyectos, además de tener efectos sociales adversos, no es eficaz para alcanzar los objetivos ambientales. O sea, cuestionan la eficacia de tales políticas para la mitigación y el combate del cambio climático. (11) Es preciso reflexionar y preguntarse acerca de la lógica de políticas como REDD+ que dependen del estímulo del mercado internacional para su materialización. Por ejemplo, como ya se mencionó, una de las causas que llevó al fracaso de la empresa Envirotrade en Mozambique fue el estancamiento del precio del carbono en el mercado internacional. Sin la venta de créditos de carbono, el proyecto se volvió financieramente inviable, lo que revela una dependencia de la variabilidad del precio y de los estímulos del mercado internacional.
En los últimos 5 años, el precio de los créditos de carbono, como podrá ser el caso de este tipo de proyecto REDD+, varió de US5 a 36 dólares por tonelada. (12) Esta variabilidad implica riesgos para la implementación y sustentabilidad de los proyectos REDD+ que dependen de la venta de créditos de carbono. Además del riesgo económico, este factor representa riesgos sociales en la medida en que un precio bajo del carbono puede significar aún menos beneficios para los grupos familiares afectados por el proyecto, o incluso puede significar el fracaso del proyecto, tal como sucedió con Envirotrade en Mozambique. Sin embargo, existe también un riesgo relacionado con este sistema que proviene de la volatilidad de la tasa de cambio del dólar y el metical (moneda local). Cuanto mayor el precio del dólar respecto al metical, mayores serán los ingresos en moneda local, y más recursos estarán disponibles para los proyectos sociales. Sin embargo, lo contrario representa un riesgo. Por lo tanto, más allá de la dependencia del precio del carbono, el éxito de estos programas también depende de la volatilidad de la tasa de cambio. O sea, la subsistencia de los productores involucrados dependerá de dinámicas del mercado internacional y las tazas de cambios, y estará sujeta a todos los riesgos que esto implica.
Por lo tanto, la forma en que REDD+ fue concebido, no solo representa riesgos sociales y de intensificación de la pobreza rural, sino que también promueve un esquema que continúa debilitando el ambiente en la medida en que permite que actores contaminadores reproduzcan sus actividades contaminantes. Es decir, la lógica de mercado en la que funciona REDD+ hace que su componente económico tenga mayor peso que los objetivos ambientales y sociales.
c) Necesidad de construir justicia climática
La implementación de REDD+ en Mozambique, en particular el caso de Nhambita, revela cómo la injusticia climática se materializa. Históricamente, Mozambique está entre los países con menor huella ambiental del mundo. Sin embargo, el país se ha vuelto anfitrión de múltiples proyectos de captación de carbono, con altos costos sociales, para permitir que grandes emisores como China y EE.UU., así como empresas transnacionales, continúen produciendo e industrializando. Estas empresas, además de operar en sectores como la extracción minera (carbón, mena, gas), las plantaciones industriales (eucalipto, pino, caucho, etc.) y la agricultura industrial, afectando negativamente a miles de campesinos, estas se benefician también de los mercados de carbono. Esta estrategia sirve para limpiar la imagen de estas empresas que se autodenominan ‘neutras en carbono’.
Proyectos para brindar soluciones a la crisis climática desde arriba pueden ser atractivos para el campesinado rural por las promesas monetarias y de mejoras en las condiciones de vida. Pero este modelo no ha sido sostenible, como muestra la experiencia de Nhambita. Además de sufrir los efectos adversos de estas políticas, Mozambique ha sido escenario de eventos climáticos extremos, con efectos devastadores. Esto significa que los países que menos contribuyen a la crisis ambiental son los que más sufren sus impactos y los que además albergan las ‘falsas soluciones’ para el cambio climático.
Es en este contexto que se subraya la necesidad de profundizar la noción y el concepto de justicia climática, buscando políticas y soluciones para la crisis ambiental que sean económicamente sostenibles y socialmente justas, teniendo en cuenta la huella histórica de contaminación y las diferentes prioridades de países con distintos niveles de industrialización y desarrollo económico. O sea, la concepción y el diseño de políticas de mitigación y adaptación al cambio climático no deben estar alejados de los principios que guían a la justicia climática.
Boaventura Monjane, Investigador asociado del Centro de Estudios Africanos (CEA, UEM) e investigador de posdoctorado en el Institute for Poverty, Land and Agrarian Studies (PLAAS, UWC). Académico del Grupo Internacional sobre Autoritarismo y Contra-estrategias (IRGAC), de la Fundación Rosa Luxemburgo.
Natacha Bruna, Investigadora del Observatorio del Medio Rural.
Euridse Samuel, Asistente de investigación.
Fotografías: Elton Júlio/Puzzle Pictures
(1) Este artículo es el resultado de una investigación académica financiada por la Beca Queen Elizabeth (BRE), de la Universidad de York, Canadá, con apoyo editorial del Movimiento por los Bosques Tropicales. Los autores de este artículo visitaron Nhambita en julio de 2021 y realizaron entrevistas semi-estructuradas y grupos focales con los cerca de 20 miembros de la comunidad, entre los que se encontraban antiguos productores, técnicos de la empresa Envirotrade, líderes y representantes del gobierno local.
(2) Sofala Community Carbon Project (formerly the N'hambita Community Carbon Project)
(3) Entrevista a antiguo técnico local de Envirotrade.
(4) Para além do gás e carvão: créditos de carbono na corrida extractivista aos recursos naturais em Moçambique
(5) Entrevista 1, antiguo productor
(6) Entrevista 2, antiguo técnico y productor de Envirotrade
(7) Mozambique : Carbon Trading and REDD+: farmers ‘grow’ carbon for the benefit of polluters
(8) Algunos campesinos entrevistados asociaron el hecho de que Nhambita y las comunidades vecinas hayan sufrido efectos atenuados del ciclón tropical IDAI, que devastó la provincia de Sofala en marzo de 2019, a la existencia de muchos árboles en la región.
(9) FERN, Carbon Discredited. Why the EU should steer clear of forest carbon offsets
(10) De hecho, este proyecto y Envirotrade no cuentan con portales virtuales donde se venden los créditos de carbono.
(11) Recent academic review describes REDD readiness in Indonesia as a “failure”
(12) IHS Markit Global Carbon Index
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