Shalmali Guttal, Focus on the Global South
Impactos
Los impactos son complejos y evidentes en varios niveles. En mi opinión, en este período es particularmente importante el comprender los vínculos entre los aspectos políticos, económicos y sociales de estas medidas de emergencia. El Covid-19 le ha servido a los líderes políticos de numerosos países como una buena cobertura para promulgar políticas que favorecen sus intereses, con el pretexto de responder a la pandemia. Estas políticas pueden institucionalizarse - varias medidas de emergencia que supuestamente protegen a las personas durante circunstancias excepcionales pueden convertirse fácilmente en un elemento de nuestras vidas incluso después de que las circunstancias excepcionales hayan pasado o estén bajo control. El Covid-19 es una oportunidad casi hecha a medida para que los regímenes fascistas consoliden su poder.
Las cuarentenas generales y estrictamente obligatorias aplicadas en los países asiáticos - por ej. India, Filipinas, Indonesia - han tenido graves efectos negativos en las formas de vida de los pueblos y las comunidades del bosque, que dependen de este ecosistema para obtener alimentos, plantas medicinales, combustible, fibras y materiales para vivienda y usos cotidianos. A pesar que sus localidades alejadas les otorga alguna protección contra el virus, la recolección y venta de “productos forestales no madereros” es una fuente crucial (a menudo la única) de ingresos para ellos. El cierre de los mercados locales y las restricciones de movimiento han llevado a un aumento de la pobreza en términos de acceso a dinero.
Las áreas de bosque han sido por mucho tiempo lugares de conflicto sobre la tierra y la riqueza de la naturaleza entre, por un lado, comunidades/poblaciones que viven en estas regiones y sus alrededores, y, por el otro lado, el gobierno, el ejército, la policía y otras fuerzas de seguridad, y las empresas extranjeras. El acaparamiento de tierras y bosques, la tala y las industrias extractivas, la caza furtiva y la conversión de tierras/territorios a proyectos de infraestructura no se han detenido por el Covid-19. Y los permisos, la planificación y las actividades vinculadas a las represas, la minería, las ferrovías y las carreteras han continuado durante este tiempo en Laos, Filipinas e India.
El gobierno de Laos, por ejemplo, anunció la construcción de otra represa más, aun cuando miles de familias devastadas por el colapso en 2018 de la represa Xepian Xenamnoi todavía no han recibido ninguna compensación o apoyo. En Filipinas, los conflictos entre las comunidades y la mina de oro y cobre OceanaGold Philippines llegaron a un punto crítico a principios de abril, cuando el gobierno central utilizó la “cuarentena comunitaria reforzada” (lockdown) como cobertura para enviar a la policía a disolver las “barricadas populares” que habían impedido que la empresa llevara a cabo sus operaciones.
En India, el gobierno otorgó una autorización virtual (debido al Covid-19) para la construcción de carreteras y ferrovías nacionales a través de parques nacionales y santuarios de vida silvestre, incluso cuando a las comunidades del bosque se les niegan sus derechos legales de tenencia de los bosques. Debido a las restricciones de movilidad por la cuarentena, no se realizaron evaluaciones de impacto ni consultas con quienes viven en estas zonas y sus alrededores. El Ministerio de Medio Ambiente, Bosques y Cambio Climático (MoEFCC, por su sigla en inglés) está utilizando el Covid-19 para entregar los bosques a la minería, a pesar de la creciente evidencia en todo el mundo que muestra que la deforestación aumenta los riesgos de propagación de nuevos patógenos, infecciones y epidemias. El gobierno también impulsa una nueva notificación para realizar Evaluaciones de Impacto Ambiental (EIAs) que flexibilizarán las reglamentaciones ambientales, facilitarán la actuación de las empresas en zonas de bosque y reducirán las oportunidades de participación de las comunidades que habitan en los bosques en las audiencias públicas de proyectos que afectan profundamente sus vidas y derechos.
Muchos gobiernos en la región asiática justifican estas acciones con el argumento de que es para estimular y reiniciar economías gravemente dañadas por la pandemia. Debido a las restricciones legales impuestas a la movilidad y a las reuniones públicas, así como a la suspensión general de las libertades civiles, las personas no pueden salir a reunir información y pruebas, ni protestar y generar resistencia a estas medidas. Al mismo tiempo, muy pocos gobiernos aumentaron el financiamiento de la salud pública, la protección y seguridad social, los programas alimentarios y apoyo a los medios de vida y sustento. Los desalojos de las poblaciones locales, la destrucción del ambiente, la fragmentación de territorios biodiversos y la destrucción de ecosistemas cruciales para la alimentación y la salud locales, así como los arrestos y encarcelamientos de quienes se resisten, continúan sin cesar, a pesar de la pandemia. Los habitantes de los bosques y las comunidades que dependen de los bosques están particularmente en desventaja y prácticamente no tienen acceso a atención médica ni a un apoyo adecuado ante las crisis sanitaria y ambiental.
Estrategias para la resistencia
Tenemos que seguir organizándonos: reunir pruebas y testimonios de poblaciones locales y amplificar sus voces al resto de la sociedad y al mundo, e intensificar la educación popular sobre los vínculos entre los regímenes autoritarios, el poder de las empresas y la profundización de la explotación capitalista de la naturaleza y las personas.
Necesitamos expandir y fortalecer en gran medida la solidaridad basada en la justicia y la protección de los derechos: recaudar recursos para brindar apoyo legal y material a todos quienes se alzan en resistencia. Estamos en una lucha contra el fascismo (es decir, poderes dictatoriales extremos, ultraderechistas y ultranacionales que reprimen violentamente la oposición), el estatismo (cuando el Estado tiene un control centralizado sustancial sobre los asuntos sociales y económicos) y el corporativismo (control significativo sobre la sociedad, la economía y la política por parte de corporaciones), y éstas no son batallas que se puedan librar efectivamente sin recursos, ni si estamos fragmentados. Los gobiernos y el capital ven la ventaja de fragmentar la naturaleza y las sociedades: esto les facilita poder controlar, extraer valor y “darle un nuevo propósito” a la naturaleza y a las personas, según convenga al capital: pequeños parques nacionales, ciudades inteligentes, productores y trabajadores precarios, consumidores inseguros, etc.
Igualmente importante es que debemos unir esfuerzos con comunidades progresistas para construir sociedades y economías armoniosas, democráticas, equitativas, diversas y respetuosas desde la base. Por su propia existencia y vitalidad, esas sociedades y economías podrán desafiar los regímenes y sistemas de explotación violentos y extractivos, y nos darán esperanza y fortaleza para continuar construyendo resistencia.