Con motivo del 21 de septiembre de 2022, Día Internacional de Lucha contra los Monocultivos de Árboles, el WRM lanzó el informe “12 Respuestas a 12 Mentiras sobre las Plantaciones Industriales de Árboles”.
Este informe fue publicado originalmente en 1999 con el título “Diez respuestas a diez mentiras”. En ese momento había una expansión de las plantaciones de monocultivos de eucalipto, acacia, pino y caucho en numerosos países. En ese contexto, el WRM identificó la necesidad de elaborar una herramienta sencilla que proporcionara a los activistas de comunidades y organizaciones de base información que pudiera contrarrestar las declaraciones más engañosas difundidas por las empresas para la promoción de dichas plantaciones de árboles.
Desde entonces, las empresas de plantaciones han seguido perfeccionando su respuesta frente a las críticas formuladas por comunidades, activistas y organizaciones. Tal como era de esperar, en lugar de abordar las críticas, las empresas han ideado nuevas mentiras. Esto, junto con el renovado impulso de las plantaciones industriales de árboles en numerosos países, motivó a WRM a publicar una nueva edición del informe de 1999.
La campaña del WRM contra las plantaciones de monocultivos de árboles
El informe publicado en 1999 se hizo en el contexto de la campaña del WRM contra las plantaciones de monocultivos de árboles, lanzada en 1998. Como parte de esta campaña se elaboraron diversas herramientas y se realizaron actividades para apoyar a las comunidades en sus luchas contra los monocultivos de árboles. La campaña continúa hasta hoy.
¿Por qué el tema de las plantaciones industriales de árboles ha tenido un papel tan importante en el trabajo del WRM por tanto tiempo?
Una de las razones es que el fomento de las plantaciones de monocultivos de árboles ha sido un ingrediente clave de las principales políticas internacionales elaboradas en los últimos 30 a 40 años para dar respuesta a la deforestación, a pesar de que tales plantaciones son una de las causas de deforestación. El fomento de las plantaciones industriales de árboles fue, por ejemplo, uno de los pilares del Plan de Acción Forestal Tropical, lanzado en 1985 por la Organización de las Naciones Unidas para la Agricultura y la Alimentación (FAO, por su sigla en inglés), en asociación con el Banco Mundial y otras instituciones. El mecanismo REDD+, por su parte, lanzado en 2007, planteaba, entre otras cosas, que se trataba de “aumentar las reservas de carbono forestal”, con lo que se abría la puerta a la promoción de plantaciones a gran escala de árboles dentro de los proyectos REDD+.
Confundir deliberadamente a las plantaciones con “bosques” –siendo que la única similitud entre ambos es la presencia de árboles– es una razón más para que el WRM otorgue un papel central al tema de las plantaciones de árboles en su trabajo. Hasta el día de hoy, las plantaciones industriales de árboles de especies a menudo exóticas, incluso árboles genéticamente modificados, son consideradas “bosques” por la FAO, la principal agencia de la ONU que lidia con los bosques. Probablemente también sea la principal mentira que las empresas de plantaciones han difundido y de la que se han beneficiado.
Una razón más por la que el WRM se enfoca en las plantaciones de árboles es el hecho de que el Sur global se ha convertido en la región a la que más apunta la expansión de las plantaciones industriales de monocultivos de árboles en los últimos 30 a 40 años. La principal razón es que en el Sur global las empresas encuentran condiciones más favorables para obtener beneficios, entre los que figuran tierras baratas y fértiles, mano de obra barata y un clima que favorece el rápido crecimiento de los árboles, en particular los eucaliptos.
Además, especialmente en el Sur global, el ‘modelo de plantaciones’ tiene una larga historia que se remonta a la época colonial, cuando las potencias europeas robaron tierras de las comunidades para establecer lucrativas plantaciones en régimen de monocultivo orientadas a la exportación y basadas en mano de obra esclava. Aunque en casi todos los casos las luchas de liberación pusieron fin a la época colonial, el ‘modelo de plantaciones’ sobrevivió. Las empresas afirman que hoy en día las plantaciones han ‘modernizado’ sus condiciones de trabajo, que son ‘socialmente responsables’ y ‘sostenibles’ y que tienen sus prácticas ‘certificadas’. Sin embargo, las principales características del ‘modelo de plantaciones’ se mantienen intactas, como la explotación laboral, el acaparamiento de grandes extensiones de tierras y bosques comunitarios y la destrucción y contaminación de los medios de vida de las comunidades. Las plantaciones neocoloniales de la actualidad continúan reflejando y fortaleciendo principalmente los intereses capitalistas del Norte. También continúan oprimiendo a las comunidades indígenas y negras y en particular a las mujeres del Sur global, manteniendo y fortaleciendo el racismo y el patriarcado.
Nuevas mentiras de las empresas de plantaciones
Las empresas de plantaciones continúan utilizando la mayoría de las mentiras que ya usaban en 1999, entre ellas llamar ‘bosques plantados’ a las plantaciones de árboles; decir que las plantaciones industriales de árboles se establecen en tierras degradadas; que las plantaciones mejoran el ambiente y contrarrestan el cambio climático; que protegen los bosques nativos y que contribuyen a la generación de empleo y a mejorar las economías locales.
A esa lista, se le suma una serie de nuevas mentiras. Por ejemplo, que al sustituir los combustibles fósiles, las plantaciones pueden contribuir a la llamada ‘bioeconomía’. Con este argumento, promueven las plantaciones de árboles para la generación de electricidad a través de ‘plantaciones para biomasa’, o para la producción de productos de consumo masivo como plásticos, textiles o medicamentos en base a la madera. Intentan con esto contrarrestar las críticas de que las plantaciones de árboles contribuyen a la destrucción de los bosques y de otros biomas, agravando aún más el cambio climático.
¿Cómo pueden las plantaciones industriales, con todos sus impactos negativos, ser la base de una ‘bioeconomía’ que pretende respetar la vida y la naturaleza? Poner en práctica el plan de las empresas de plantaciones implicaría plantar eucaliptos en países enteros del Sur global. Probablemente, la principal motivación de los dueños de las plantaciones sea otra: una nueva y gigantesca oportunidad de negocios.
Otra mentira que propagan las empresas es que los conflictos sobre la tierra con las comunidades, la contaminación del agua, las condiciones de trabajo, etc., pueden solucionarse con la ‘certificación’ de las plantaciones. El FSC (sigla en inglés del Consejo de Manejo Forestal), por ejemplo, otorga un sello a una empresa si demuestra que se dedica a la ‘gestión sostenible’ de sus plantaciones. El sello del FSC ha sido un éxito para las empresas. Muchas de ellas lo recibieron incluso cuando los documentos mostraban que sus títulos de propiedad eran ilegales o que la empresa estaba involucrada en conflictos con las comunidades locales. El hecho de que el FSC no cumpla con sus promesas tiene que ver con que no cuestiona las principales características del ‘modelo de plantaciones’: su gran escala, la siembra de árboles en régimen de monocultivo, el acaparamiento tanto de tierras fértiles comunitarias como del agua de la zona.
Siguiendo la Iniciativa de las Naciones Unidas, varias empresas ahora también afirman que están comprometidas con el empoderamiento de las mujeres en los lugares de trabajo, el mercado y la comunidad. Las políticas de género de las empresas surgieron en respuesta a las críticas y luchas de las mujeres contra el modelo de plantaciones. El hecho de que las empresas de plantaciones hayan implementado tales políticas es también una respuesta a las luchas comprometidas de las mujeres, en particular contra las plantaciones industriales de árboles.
Pero la supuesta ‘igualdad’ de oportunidades laborales ofrecida a las mujeres, esconde la práctica habitual de las empresas de aprovecharse al contratar más mujeres que hombres para tareas peligrosas y mal remuneradas, si creen que las mujeres las realizan de manera más eficiente. Entre los ejemplos figuran el trabajo muy preciso realizado en los viveros de árboles y en la aplicación de agrotóxicos. Por otro lado, las empresas destruyen las tierras de las que dependen las mujeres para el mantenimiento de sus conocimientos y prácticas tradicionales. Las empresas tienden a reforzar aún más las estructuras patriarcales cuando buscan y confían en los procesos predominantemente masculinos de aprobación de la comunidad para usar las tierras comunitarias para plantaciones.
Dondequiera que las mujeres se han levantado por sus derechos, las empresas han utilizado estrategias para quebrar su resistencia intimidándolas y criminalizándolas. Las empresas suelen ignorar el hecho de que sus plantaciones están conectadas con un aumento de la violencia sexual y el acoso a las mujeres, uno de los impactos más silenciados pero perversos del ‘modelo de plantaciones’.
En el continente africano, donde los inversores esperan ganar más dinero en el futuro con las plantaciones, los consultores difunden la mentira de que los países africanos deberían seguir la exitosa historia de las plantaciones de árboles en Brasil y Uruguay. Si la medida del éxito es la riqueza de los dueños de las empresas en estos países, esas plantaciones ciertamente han sido un éxito. El principal propietario de la mayor empresa de plantaciones de Brasil se encuentra entre las familias más ricas del país. Pero las empresas de plantaciones en Brasil han robado tierras de los Pueblos Indígenas así como de las comunidades afrodescendientes y otras, provocando mayor empobrecimiento y racismo contra estas comunidades. En Uruguay, debido a un gran éxodo de habitantes rurales, las plantaciones pueden expandirse con relativa facilidad. Actualmente, solo el 5 por ciento de la población vive en zonas rurales.
Otra mentira propagada por las empresas de plantaciones es que las plantaciones son un negocio muy bueno financieramente y, por lo tanto, merecen ser apoyadas. Pero la razón principal por la que las plantaciones de árboles son rentables para los propietarios y accionistas de las empresas es que las instituciones y los bancos públicos y privados otorgan generosos subsidios e incentivos financieros a las empresas de plantaciones. En realidad, la mayoría de ellas está muy endeudada.
La forma en que las empresas obtienen acceso a nuevos fondos es convirtiendo parte de su deuda en los llamados ‘bonos’. Esto generalmente pueden hacerlo solo las empresas, no personas comunes. Un bono no es más que un documento con un valor por cierta cantidad de deuda. La empresa puede venderlo para recibir financiación adicional. Es un negocio atractivo para los compradores, porque la empresa devolverá el dinero invertido después de un número de años acordado, más una cantidad adicional: la tasa de interés.
‘Bonos verdes’ es el nuevo nombre utilizado por las empresas de plantaciones para referirse a los mismos bonos de antes. Las empresas de plantaciones los llaman ‘verdes’ porque afirman que su negocio es ‘verde’ y que contribuyen significativamente a reducir el cambio climático y conservar el ambiente.
Una última mentira, pero muy importante, es que las campesinas y los campesinos pueden beneficiarse de las plantaciones de árboles. La estrategia de involucrar a las campesinas y campesinos en el negocio de las plantaciones es una reacción a la resistencia generalizada de las comunidades de todo el mundo a las plantaciones a gran escala de árboles. Para evitar tener que desalojar a las comunidades campesinas para poder llevar a cabo su plan, las empresas han promovido cada vez más los sistemas de ‘pequeños propietarios’ o ‘subcontratados’. Esos sistemas implican que los agricultores firman un contrato con una empresa para plantar árboles en sus tierras. Las empresas prometen buenos ingresos a quienes planten árboles y les aseguran a los agricultores que pueden seguir sembrando sus cultivos de alimentos.
En realidad, la mayoría de los beneficios van a parar a la empresa, mientras que la mayoría de los riesgos y costos son problema de los agricultores. Si bien los gobiernos afirman que ese sistema mejorará los medios de vida y los ingresos de las campesinas y campesinos, lo cierto es que hace lo contrario.
En resumen, lo que tienen en común las 12 mentiras presentadas en el nuevo informe del WRM es que todas buscan ocultar la naturaleza dañina del ‘modelo de plantaciones’, que está en la raíz de los conflictos, impactos y opresiones que conlleva el fomento de las plantaciones industriales de árboles. Por lo tanto, la lucha contra las plantaciones es, en esencia, la lucha contra el patriarcado, el neocolonialismo, el racismo y el capitalismo con todas sus diferentes formas de opresión.
Pueden leer aquí la versión completa del nuevo informe "12 respuestas a 12 mentiras sobre las plantaciones industriales de árboles”.
La publicación también está disponible en inglés, portugués y francés.