Con una superficie de 2.719.810 kilómetros cuadrados, Argentina es el segundo país más grande de América del sur. Debido a su extensión en latitud --de los 22 a los 56º LS-- su territorio comprende una variedad de climas, paisajes, flora y fauna. Argentina forma parte del grupo de los 25 países más biodiversos del mundo en cuanto a número de especies que alberga. Los diferentes tipos de bosques que se encuentran en el país están fuertemente relacionados con esos niveles de biodiversidad. No obstante los mismos han venido desapareciendo a tasas alarmantes. A principios del siglo XX Argentina contaba con más de 100 millones de hectáreas de bosques, que actualmente han quedado reducidas a 20 millones de hectáreas, la mitad de las cuales se encuentran en un severo proceso de degradación. Quienes supuestamente son responsables de su conservación han reaccionado con completa indiferencia y en algunos casos incluso promoviendo esa destrucción.
Las causas que llevaron a la presente situación son de carácter histórico. Coincidiendo con la conquista del interior del país por parte del gobierno porteño --centralizado en Buenos Aires-- que tuvo lugar durante la segunda mitad del siglo XIX en nombre de la modernización, los bosques de diferentes regiones del país entraron en un período de decadencia, que ha continuado y se ha agravado en las últimas décadas. El madereo por parte de empresas extranjeras, los proyectos de infraestructura y más recientemente los monocultivos forestales para pulpa y como sumideros de carbono han sido los principales factores involucrados en la pérdida de los bosques.
Casos de deforestación se registran en todo el país. Durante el siglo XIX en la norteña provincia de Santiago del Estero se dio un severo proceso de deforestación, que destruyó los bosques en perjuicio de la población local, formada por descendientes de indígenas quichua y españoles. Los responsables de la misma fueron poderosas empresas madereras europeas –estimuladas por el propio gobierno- quienes, una vez que el recurso se agotó, se fueron del país, dejando tras de si un paisaje de devastación y pobreza.
Un caso parecido es el de la Provincia de Santa Fé, cuya cobertura forestal se redujo en alrededor de 4,6 millones de hectáreas durante los últimos 80 años, con una tasa de deforestación que alcanzó las 121.500 hectáreas anuales entre 1970 y 1984. La compañía inglesa La Forestal, que empezó a operar en la región en 1880, siendo dueña de la tercera parte de la superficie de la provincia para explotar los montes de quebracho (Schinopsis balansae), fue la responsable directa de tal devastación. La conmoción social provocada por la explotación de la naturaleza y de los trabajadores y la violenta represión que le siguió constituyen uno de los casos más serios de conflicto ambiental en la historia de América Latina.
En la provincia de San Luís, ubica en la zona central, las últimas 200.000 hectáreas de bosque de caldén (Prosopis caldenia) se ven amenazadas por un proyecto para la producción de parquet y carbón de exportación a cargo de Orinco Argentina S.A. El caldenal constituye un monte abierto de clima semiárido de características, donde junto a la especie dominante coexisten otras como Geoffroea decorticans, Iodina rhombifolia, Schinus fasciculatus y Prosopis nigra.
La provincia subtropical de Misiones, en la frontera con Brasil y Paraguay, está también sufriendo un proceso de pérdida de sus bosques. A principios del siglo XX el 90% de su superficie se encontraba cubierta por una densa selva subtropical, pero hoy en día quedan en pie tan sólo 1.500.000 hectáreas. En cambio vastas superficies de la provincia están ocupadas por monocultivos de pino para la producción de pulpa.
En febrero ppdo. el gobierno de Tierra del Fuego, en el extremo sur del país, autorizó la corta de 130.000 hectáreas de un bosque nativo de lenga (Nothofagus pumilio), en abierta oposición a la opinión manifestada desde la sociedad civil y círculos académicos. Beneficiaria de la concesión es la empresa Trillium, con sede central en los EE.UU., la cual ya ha generado conflictos ambientales por sus devastadoras actividades en el sur de Chile.
Las obras de infraestructura constituyen también una causa directa de deforestación y pérdida de biodiversidad. Recientemente la ONG Vida Silvestre ha denunciado la destrucción por esta razón de los bosques ribereños pertenecientes al sistema hidrológico del Río Uruguay en la provincia de Entre Ríos, al este del país. En la norteñas provincias de Jujuy y Salta, los indígenas Kolla han venido defendiendo las yungas –uno de los últimos relictos de bosque montano en Argentina, que es hábitat de yaguareté, una especie de felino en peligro- contra un proyecto de gasoducto que pretende conectar el este de Salta con las minas de cobre existentes del lado chileno. Greenpeace Argentina ha tenido una activa participación en este conflicto.
Por último pero no por ello menos importante, las plantaciones con especies de rápido crecimiento se están convirtiendo en un factor de amenaza para la biodiversidad en Argentina. Las plantaciones como sumideros de carbono --junto a las ya conocidas para la industria de la pulpa y la madera-- vienen siendo promovidas como “la solución” al cambio climático y pueden convertirse en un factor de pérdida de los bosques en un futuro próximo. Por ejemplo, en mayo de 2000 la empresa El Foyel S.A. comenzó a deforestar 300 hectáreas de bosque nativo en una zona adyacente al Parque nacional Nahuel Huapí, en la provincia sureña de Río Negro. Fueron cortados cipreses autóctonos, ñire (Nothofagus antartica) y maitén (Maytenus boaria) a efectos de implantar pino oregon y radiata para un proyecto de sumidero. La rápida y enérgica reacción de los pobladores locales y de la ONG ambientalista Comunidad de Limay impidió que el proyecto continuara.
En un documento titulado “Principios y bases para el proceso de preparación de la Estrategia Nacional de Biodiversidad” puede leerse: “El gobierno y el pueblo de la nación argentina reconocen que el mantenimiento de un ambiente rico en especies y ecosistemas resulta vital. Manifiestan su preocupación por la pérdida de valores y conocimiento ancestral conservado durante años por las diferentes culturas y comunidades que habitan en el país. Lo que es más, consideran que la conservación de tal riqueza es importante para el país y para los mejores intereses de la humanidad”. Bonitas palabras . . . pero del dicho al hecho hay un gran trecho.
Artículo basado en información obtenida de: “¿Nos perdimos en el bosque o perdimos el bosque?” por Carlos U. Leoni, Ecosrioplantenses, 28/2/2001.