No hace mucho Tasmania obtuvo el segundo puesto más votado en la esfera del turismo internacional como lugar más hermoso para visitar en el mundo. Tasmania tiene montañas espectaculares y bosques antiguos, playas prístinas, vida silvestre singular en abundancia, clima fresco y templado y escasa población.
Gran parte de esto se declaró Patrimonio Mundial y existen senderos de incomparable belleza para caminatas y excursiones. A pesar de su pequeño tamaño, Tasmania tiene también algunas de las mejores tierras agrícolas de Australia, en general goza de buenas lluvias y se enorgullece de su “imagen limpia y verde”.
Pero eso mismo que vuelve a este lugar tan atractivo ha sembrado la semilla de su potencial caída, porque no solamente turistas y habitantes lo desean. Tasmania se ha convertido en un imán para los depredadores, que vienen en forma de gigantes de la industria de la madera, emprendimientos que ven nuestro patrimonio exclusivamente en términos de dinero. Ahora están destruyendo lo que debería pertenecer no solamente a los habitantes de Tasmania sino al mundo entero.
Esto es en gran parte endémico, pues el mayor peligro en realidad viene de adentro. A lo largo de muchos años la empresa Gunns, de Tasmania, ha ido adquiriendo el control no solamente sobre los bosques sino también sobre el gobierno, al punto de que hoy el estado entero virtualmente les pertenece. Es la mayor empresa de Tasmania y uno de los principales proveedores de astillas de madera del hemisferio Sur; actualmente Tasmania exporta más astillas que todos los otros estados australianos juntos, y eso que es por lejos el más pequeño, con apenas 500.000 habitantes. Gunns tiene tanta influencia que entre la población local esta empresa se conoce como “el Gunnbierno”; ahora quiere construir una fábrica de celulosa y los gobiernos estatal y federal se han deshecho en atenciones para complacerla. Sobre este proyecto llovieron enormes subsidios y financiación; a cambio, Gunns se ha convertido en un importante donante de TODOS los partidos políticos. A pesar de la casi completa oposición del pueblo de Tasmania, que en encuesta tras encuesta ha declarado categóricamente que no quiere esta fábrica ni las cosas desagradables que la acompañan, el proyecto ha sido impulsado por la vía de la aprobación rápida, pasando por alto todos los factores relativos a la evaluación del impacto ambiental y aplicando normas mínimas. De hecho, ¡se exoneró legalmente a Gunns de toda demanda por daños que pueda surgir en el futuro como resultado de sus acciones!
Junto con la fábrica llegaron las empresas de servicios de administración de inversiones (Managed Investment Services, MIS), enormes corporaciones multinacionales que hacen negocio con plantaciones de monocultivos exentas de impuestos. El gobierno federal ha concedido esta exoneración fiscal sobre la falsa base de que las plantaciones pueden usarse como sumideros de carbono e intercambiarse por contaminación industrial. Como Australia no ha ratificado el Protocolo de Kioto, esto brinda al gobierno una excusa para seguir con las emisiones de gases de efecto invernadero de su industria pesada. Estas emisiones se calculan en 22 toneladas por persona y hacen de Australia el país con más CO2 per cápita.
La falacia está en el hecho de que las plantaciones son nada más que un cultivo con rotaciones más largas y no un sumidero de carbono como se alega. Además, el dióxido de carbono en realidad no se puede compensar. Para que fuera un sumidero de carbono la madera tendría que permanecer en pie durante 50 años o más. El período de cultivo de trece años es una ilusión usada por los políticos y las empresas MIS para justificar este cultivo. Después de los primeros trece años se convierte en una cosecha anual, simplemente un ciclo continuo de producción que larga a la atmósfera la misma cantidad de dióxido de carbono que había compensado. Con este proceso no se ha ganado nada, salvo que las empresas MIS hicieron mucho dinero libre de impuestos y el gobierno sigue permitiendo la contaminación en todas partes.
Pero ése es solamente un aspecto. Gracias a la exoneración fiscal el flujo de inversiones es tal que las empresas MIS ahora están comprando todas las tierras agrícolas de Tasmania para convertirlas en monocultivos. La propia Gunns es una de estas empresas. Pueden pagar más que cualquier agricultor auténtico por esta tierra y recientemente usaron su dinero e influencia para que las plantaciones fueran definidas como “cultivo”. Luego cambiaron la legislación relativa a la protección de las tierras agrícolas para dar a este nuevo “cultivo” precedencia sobre todos los demás. En virtud de la Ley de protección de las tierras agrícolas tal cual está ahora, las plantaciones están exentas del cumplimiento de todas las otras leyes y los planes que gobiernan la agricultura auténtica y no pagan impuestos a la tierra ni porcentajes. Los réditos de esta operación son tales que el primer “cultivo” vendido no solamente genera lucro para la empresa por derecho propio sino que también les brinda la tierra gratis. Todo lo que viene después es ganancia pura.
Sin embargo, no son estas plantaciones lo que Gunns necesita para alimentar la fábrica de celulosa; éstas son para exportar como astillas. Las fábricas están siendo alimentadas con lo poco que queda de los bosques antiguos que convierten a Tasmania en un lugar único. En virtud de un acuerdo secreto rodeado de silencio, Forestry Tasmania otorgó a Gunns, a un precio irrisorio, el acceso durante veinte años a los bosques no protegidos que todavía quedan en el país. Pagan apenas 12 dólares australianos por tonelada, la mitad del precio de la madera de las plantaciones, y ni siquiera eso está garantizado, porque el precio se fijó según el precio internacional de la celulosa. Si éste bajara, tal como se espera, el precio que paga Gunns por su madera bajaría también...¡y si llega a menos de US$ 500 por tonelada el precio se vuelve negativo! Resumiendo, le estaremos pagando a Gunns para que destruya nuestros bosques.
Aunque parezca improbable, hoy nos encontramos casi en esa situación: el aporte de Forestry Tasmania a las arcas del estado ha sido CERO los dos últimos años y antes que eso estaba logrando un precio de apenas 2,61 dólares australianos por tonelada. Sin embargo Gunns sí obtiene enormes ganancias que abandonan la isla y se van al continente y a los accionistas internacionales. Los beneficios para Tasmania son las pocas migajas pagadas en forma de salarios mínimos a los subcontratistas que cortan y cargan este tesoro hasta las tres grandes procesadoras de astillas; son 3,5 millones de toneladas anuales que aumentarán a 8 millones de toneladas cuando la fábrica empiece a producir.
El gobierno local es plenamente cómplice y ha resistido con firmeza todos los pedidos para que una Comisión del Delito local o la Real Comisión Nacional investigue la corrupción. Cada uno de los políticos importantes del Estado parece haberse casado con estos gigantes de la madera y uno se pregunta cómo y dónde exactamente se están gastando algunos de esos grandes subsidios que reciben. No deja de ser significativo que dos ex primeros ministros de Tasmania estén hoy en la Junta Directiva de Gunns.
Por Barnaby Drake, correo-e: beepics@bigpond.com