La lucha de mi familia y los perjuicios que hemos sufrido son tan solo un ejemplo de lo que sucede en las pobladas zonas lluviosas de la Australia rural. En 1984 nos mudamos al noroeste de Tasmania y elegimos una zona relativamente aislada para vivir --un lugar alejado de las granjas que utilizan productos químicos y en donde la vegetación de arbustos nativos era extensa y hermosa.
Todo eso cambió a mediados de la década de 1990, cuando los gobiernos estatal y federal impusieron a los ciudadanos comunes un "Acuerdo" Forestal Regional y el plan de Plantaciones Visión 2020. Como resultado, gran parte del bosque nativo fue destrozado y reemplazado por una enorme plantación de monocultivos de árboles utilizando una especie exótica [para Tasmania] de eucalipto, el eucalipto "Nitens".
En 1997 nos despertamos azorados por el ruido de una máquina topadora que arrasaba los árboles nativos a solo 18 metros de distancia de nuestra casa. La pérdida de los árboles que amábamos nos causó profunda pena y preocupación, pero esto no era todo.
El capataz de Forest Enterprises (una compañía que acababa de comprar las tierras vecinas) nos informó que iban a realizar un rociado aéreo con simazina mezclada con otros herbicidas, aproximadamente a 30 metros de nuestra casa y prácticamente encima de un arroyo cercano.
Simplemente no podíamos creer que el gobierno estatal permitiera semejante abuso de plaguicidas. Así que tomé el teléfono y confiadamente llamé a la Unidad de Quejas de Aplicaciones. Para mi consternación se nos informó que el Código de Prácticas de Aplicaciones Aéreas ¡NO prohíbe semejante negligencia flagrante! En poco tiempo nos dimos cuenta que evidentemente a la burocracia le interesaba muy poco la situación. Entonces, trasladé mi solicitud de ayuda a los políticos.
Para abreviar una historia muy larga diré que nos llevó más de cien llamadas telefónicas y una cantidad similar de mensajes de correo electrónico lograr que se hicieran algunas modificaciones menores a los planes de aplicación de herbicidas de la compañía forestal. El tema tuvo que ser tratado en el parlamento aunque las negociaciones ¡se limitaron a una sola zona de cosecha de árboles del bosque! Es decir, las compañías forestales estaban (y siguen estando) autorizadas a reiterar sus irresponsables aplicaciones de plaguicidas en todo el Estado.
La introducción de cambios (adecuados o no) para proteger las fuentes de agua depende completamente del esfuerzo y/o la habilidad de hacer política de un vecino o de una comunidad local.
Si no hubiera sido porque se detectó (accidentalmente) que los tanques de agua potable residenciales YA estaban contaminados con simazina, seguramente la aplicación aérea de plaguicidas en el parque vecino se hubiera realizado igual. Finalmente el resultado fue que se aplicó glifosato en la ciénaga que rodea nuestro embalse doméstico, y la simazina en el suelo convertido en lodazal debido al tránsito de maquinaria pesada a sólo 10 metros del arroyo ubicado frente a nuestra casa.
Actualmente en Tasmania, las empresas agrícolas y forestales están autorizadas a efectuar rociado aéreo de plaguicidas peligrosos y con efecto residual (y mezclas de los mismos) desde 30 a 60 metros de altura (¡!). Esto sucede a menudo en pleno verano, cuando los niveles de agua en nuestros tanques de recolección de agua de lluvia son mínimos. No existe ningún tipo de mecanismo de notificación a los residentes del lugar.
El gran monocultivo de Eucaliptos nitens ha resultado en ataques generalizados de escarabajos. Frente a eso, las empresas forestales no piensan dos veces antes de rociar regularmente cipermetrina y otros plaguicidas similares sobre las copas de los árboles.
La simazina y otros herbicidas derivados de la triazina se utilizan habitualmente tanto en aplicaciones aéreas como terrestres. Se aplican de forma rutinaria en las zonas húmedas de todo el Estado... en zonas donde el suelo tiene una perturbación importante y donde los arroyos están sometidos al cruce ilegal de las máquinas topadoras.
El estado de ánimo de los residente ha cambiado notoriamente, pasando de la preocupación por la situación a la FURIA absoluta. Ahora estamos abocados a buscar la forma de demandar a los burócratas y a los políticos por poner nuestras vidas en riesgo –permitiendo el asesinato y el ataque con el uso de plaguicidas.
Ya no confiamos en los burócratas del Departamento de Industrias Primarias, Agua y Medio Ambiente, y por supuesto, tampoco en el Departamento Forestal. Ambos organismos tienen un claro conflicto de intereses con su doble papel de promover e instruir sobre el uso de plaguicidas, por un lado, y su obligación de regular ese uso por el otro. Tienen una larga historia de irresponsabilidad y franco antagonismo cuando se trata de proteger la salud humana y el medio ambiente. Queremos contar con fondos para organizar nuestras propias evaluaciones INDEPENDIENTES. ¿La APVMA (sigla en inglés de la Autoridad Australiana de Plaguicidas y Medicamentos Veterinarios) nos proporcionará este dinero?
El Departamento Federal de Medio Ambiente informó formalmente que no puede obligar al gobierno estatal a elaborar políticas sobre la aplicación de plaguicidas. ¿Para qué sirve entonces la AVPMA? ¿Es tan sólo una oficina de relaciones públicas?
Extractos de la carta enviada por Brenda J. Rosser, correo electrónico: shelter@tassie.net.au , portavoz de Tasmanian Clean Water Network, y Waratah-Wynyard Residents Against Chemical Trespass, enviada a David Loschke, División Plaguicidas, comentando el borrador de documento de AVPMA sobre dispersión del rociado aéreo.