A gran distancia de los bosques tropicales de la Amazonía, British Columbia (BC), la provincia más occidental de Canadá, ha sido caracterizada como el “Brasil del Norte” por el ritmo de destrucción de sus bosques. En los bosques de British Columbia la tenencia de la tierra está predominantemente en manos de intereses comerciales y las actividades de extracción son en gran escala. Pero hay un atisbo de cambio con el surgimiento de los bosques comunitarios, que han traído consigo una nueva forma de utilizar el bosque y de manejarlo. Uno de esos bosques comunitarios pertenece a Kaslo, una pequeña ciudad en las orillas del lago Kootenay, en el sudeste de British Columbia.
En 1997 se concedió un bosque comunitario a la comunidad de Kaslo, dándole a los integrantes de la comunidad mayor incidencia en el manejo del bosque local. Esta operación de manejo del bosque comenzó con una amplia variedad de personas, mucho más amplia que las que tradicionalmente participan en los bosques de BC (los bosques de BC están dominados por la presencia masculina, similar a una fiesta de solteros en la que la única mujer simbólica es la que hace el strip-tease). Una de las personas que participa en la experiencia es Susan Mulkey.
Susan Mulkey vino al bosque comunitario de Kaslo como facilitadora, con experiencia en trabajo social y sin experiencia directa en manejo de bosques. Como integrante del directorio durante cinco años, Susan ayudó al bosque comunitario a despegar –y aportó sus conocimientos en materia de facilitación. El bosque comunitario de Kaslo funcionó por consenso en la toma de decisiones para negociar entre las perspectivas muy diversas que conforman las pequeñas comunidades.
El Bosque Comunitario de Kaslo comenzó a tener ciertos logros: obtuvieron ganancias, mejorando la participación y la intervención democrática, valiéndose de una diversidad de valores, entre ellos los ecológicos, de utilización del agua de consumo, visuales y de recreación. Principalmente, se empleó a gente del lugar para el trabajo en el bosque, beneficiando así directamente a la comunidad local. El viejo club de varones que dominaba las decisiones relativas al manejo, comenzó lentamente a incluir perspectivas más amplias y más participativas.
Pero no fue una transición fácil, como explica Susan, “Los grupos dominantes de la comunidad, muchos de los que tradicionalmente han detentado el control –los dueños de los aserraderos, los contratistas– se vieron, y todavía se ven, muy amenazados por nuestro trabajo. Aquí estoy yo, una pequeña mujer activista social, hablando de hacer las cosas de otra manera en los bosques, hablando de manejo del bosque, hablando de consenso, hablando de diversificación. La ‘guardia vieja’ está aterrorizada con todo eso”. Algunos integrantes de la comunidad, sobre todo los que tradicionalmente han concentrado el poder, resistieron con fuerza esos cambios, molestos ante lo que llamaban “el enfoque de relaciones construido por las mujeres”, al que se le otorgaba menos valor y a menudo se veía como trivial o innecesario.
Las fuerzas forestales empresariales e industriales todavía son muy fuertes en Kaslo, así como en toda British Columbia. En la última elección del Bosque Comunitario de Kaslo, la “guardia vieja” logró abrirse camino y llegar al directorio (el órgano decisorio principal), y ahora están dominando nuevamente el bosque local, introduciendo un criterio de manejo del bosque totalmente diferente del de los últimos años.
Así, pues, ¿qué ocurre cuando la explotación industrial del bosque sustituye al bosque comunitario? Una cosa es cierta, la existencia del bosque comunitario de Kaslo sin lugar a dudas corre peligro, como informa Susan Mulkey: “Se están erosionando todas las cosas que hacen a un bosque comunitario diferente al manejo forestal empresarial: el sistema de adopción de decisiones, la capacitación en la dirección, los criterios moderados de manejo del bosque, creciente consulta y participación pública”. Pero, continúa Susan, “Esto ha sido una enorme experiencia de aprendizaje. Hemos aprendido la importancia que tiene la gobernanza, y a establecer reglamentos de gobernanza de forma tal que no permitan el predominio de un interés sobre los demás. Deberíamos haber construido mecanismos para evitar este tipo de situación, conservando mientras la atención en la necesidad de un proceso democrático. Por ejemplo, deberíamos haber incluido en nuestros estatutos los principios y valores rectores tales como proceso de toma de decisiones por consenso, mecanismos para asegurar una representación comunitaria diversa”.
Para algun@s de nosotr@s es difícil ver a los bosques comunitarios o al manejo comunitario de bosques como una amenaza, cuando parece ser la forma ideal de volver a poner en el bosque la democracia, la justicia social y la ecología. Pero para algunas de las personas e instituciones que han lucrado y se han beneficiado de la antigua forma de explotación comercial, los bosques comunitarios y la gente nueva (particularmente mujeres) que estos pueden traer a la mesa donde se toman las decisiones resultan amenazadores. Los retos para cambiar la explotación y el manejo forestal no terminan con lograr la tenencia de los bosques comunitarios, o aumentar la participación en el manejo. El desafío es permanente, en particular para asegurar que los bosques comunitarios, o el manejo comunitario de bosques, signifiquen en realidad un cambio en las relaciones de las personas a nivel de la comunidad; para asegurar que verdaderamente estén contribuyendo a una democratización del manejo del bosque.
Por: Jessica Dempsey, basado en una entrevista a Susan Mulkey, miembro del Bosque Comunitario de Kaslo, y miembro ejecutivo British Columbia Community Forest Association.