Sobre como las empresas de celulosa y papel avanzan en estos territorios neutralizando la resistencia de las comunidades, en un proceso que lleva a la población a depender de las empresas económica y simbólicamente.
Cuando visitamos Três Lagoas, en el estado de Mato Grosso do Sul, Brasil, la presencia ostensiva de las empresas de celulosa y papel en todos los rincones de la ciudad llama mucho la atención. En los últimos años, la región cuenta con la mayor expansión de monocultivos de árboles de eucalipto en Brasil (1), los cuales fueron apropiándose no solo de las áreas ocupadas por otras actividades en el campo, sino también, de la cultura e imagen de la ciudad, de la política y de programas sociales.
En esta región, dos empresas son abastecidas por más de 500 mil hectáreas plantadas con eucaliptos y son representativas del poder económico del sector: Fibria, comprada por Suzano recientemente, con una capacidad total de producción de 3,25 millones de toneladas de celulosa por año solamente en las industrias de Três Lagoas; y Eldorado, que fue comprada en 2017 por Paper Excellence, y produce en el municipio cerca de 1,7 millones de toneladas de celulosa por año. Independientemente del nombre de la transnacional o del grupo económico nacional, se trata de la expansión de un modelo de producción de gran escala que solo trae beneficios a las grandes empresas y perjudica a las comunidades rurales.
Las empresas de celulosa llegan a esta región porque encuentran las condiciones más ventajosas y favorables para establecerse: precios bajos de la tierra, mucha tierra disponible en pocas manos, incentivos fiscales, legislación flexible, ausencia de movimientos sociales articulados y organizados que presenten resistencia. Y sobre todo, tienen la complicidad de los gobiernos que, como parte de un modelo de ‘desarrollo’, priorizan las ‘grandes inversiones’ en detrimento de los habitantes de los asentamientos de la reforma agraria, campesinos, indígenas y otras comunidades locales.
El WRM, en coordinación con el núcleo de estudios e investigación de la Universidad Federal de Mato Grosso do Sul (UFMS), realizó una visita a Três Lagoas y su región a fines de 2017. Además de la ciudad, visitamos varios asentamientos y comunidades rurales, donde atestiguamos que las empresas tenían todas esas condiciones para establecerse con éxito. Un habitante del asentamiento declaró: “Si la tierra da lucro para el grande, ¿por qué van a usarlo para los pequeños? Si pudieran, tomaban unos ganchitos y nos sacaban de aquí”.
En este artículo mostraremos como la noción de lo público termina confundiéndose con la de lo privado, en un proceso que lleva a la población local a depender de las empresas en lo económico y simbólico, cultivando una perspectiva de que es imposible un cambio en el contexto actual.
Asentamientos: omisión y dependencia
En la región de Três Lagoas, el monocultivo de eucaliptos se expande sobre antiguas praderas de haciendas arrendadas a empresas de celulosa. Son los asentamientos de la reforma agraria con sus plantaciones y criaderos de animales que rompen la monotonía del paisaje repleto de plantaciones de árboles. A su vez, las empresas avanzan en estos territorios con ‘planes de desarrollo’, compuestos por proyectos sociales que tienen asidero ante la omisión deliberada del Estado en relación a la implantación de las políticas públicas que beneficien a la población.
Las familias acaban ‘dependientes’ de las empresas, ya sea por la participación en proyectos sociales, que van de la formación de profesores a cursos de agroecología y distribución de semillas e insumos; o por el hecho de que muchos habitantes para complementar los ingresos acaban trabajando en las plantaciones.
“Si alguien dice que vive del lote, no es cierto. El Incra (Instituto Nacional de Colonización y Reforma Agraria) no nos dio nada; después las empresas llegaron y a partir de ahí no nos dio nada más. Nosotros estábamos aquí antes del eucaliptos, no en el asentamiento pero acampando, la lucha no va a retroceder”, relata un habitante.
El grupo de la UFMS llama a ese proceso de “privatización de la reforma agraria”. Son las empresas que acaban implantando proyectos que a veces hacen de ‘políticas públicas’. De esta forma, las empresas tienen control sobre los proyectos y consecuentemente ejercen una forma de control sobre los habitantes.
Los proyectos sociales son una de las principales herramientas de las empresas para cumplir dos objetivos: neutralizar la resistencia de las comunidades, y obtener certificación forestal que les permita mostrarse comprometidos con propuestas ‘verdes’ y socialmente responsables.
El silencio sobre los impactos provocados por las plantaciones se debe a que si las familias que viven en los asentamientos o los indígenas denunciaran los impactos, esto significaría la pérdida de acceso a beneficios y proyectos sociales que, en realidad, deberían ser derechos garantizados por parte del Estado.
Cercados por plantaciones de eucaliptos, los habitantes también sufren con la aplicación de productos químicos y con el ataque de animales a sus plantaciones, tales como el jabalí, tapir, guacamayo y tucán. En todas las comunidades, aparecen relatos de que estos animales atacan los cultivos porque fueron desterritorializados.
Un habitante declaró: “la función social del asentamiento pasó a ser la de alimentar a los animales silvestres”.
“Estamos enfrentando muchas dificultades para plantar debido a los bichos. Plantamos maíz y hay ataques de aves. Ya vi un tucán comiendo zapallo verde. No hay más frutas. Según las empresas, la orilla de los arroyos es preservada, pero no es así, no sobra nada para los bichos.”
Otra constatación de las comunidades, se refiere al impacto en los cursos de agua. Después de la llegada de las plantaciones a gran escala de eucaliptos, las comunidades afirman que el agua viene disminuyendo. “Antes siempre había agua, ahora se acabó, se secaron los ríos y arroyos. Mi marido iba a pescar en lagos que ya no existen más.” El bioma en la región es el cerrado, conocido como ‘tanque de agua’ o como ‘bosque boca abajo’. Las raíces profundas de los árboles colaboran con la capa freática, pero con las plantaciones esto no sucede pues ocurre todo lo contrario: éstas consumen inmensas cantidades de agua.
Expulsión del campo
Los cambios en el uso de la tierra debido a las plantaciones de eucaliptos generan muchos impactos: en las personas, en la flora y fauna, en el suelo y el agua. Antes de la llegada de las industrias de celulosa, la región era mayoritariamente ocupada por ganado. A pesar de que el modelo pecuario también es nocivo, comparativamente se nota un cambio negativo en las relaciones sociales en el campo. Los relatos apuntan a que muchas familias vivían en las antiguas haciendas donde por más que hubiera un integrante asalariado, podían plantar y tener animales para la leche y la carne. Con el arrendamiento de estas haciendas, las familias se vieron obligadas a mudarse para el núcleo urbano de Três Lagoas, donde deben vivir de los sueldos y comprar sus alimentos.
“En la ciudad hasta la papaya verde debemos comprar”.
“Había más empleo que con el eucalipto. Ahora en las haciendas arrendadas destruyeron hasta las casas. Las personas fueron obligadas a emigrar para buscar trabajo en otras regiones”.
Por lo tanto, hay una disolución del tejido social. Las personas que fueron para la ciudad casi no ven a sus hijos debido a las largas jornadas y a las distancias recorridas diariamente desde donde residen hasta donde se encuentran las posibilidades laborales: “no se educa, no vemos el crecimiento de nuestros hijos, trae más pobreza y llena la periferia urbana”.
Esta disolución impacta también a las escuelas del campo. Hay una rotación muy grande en el número de alumnos (en la escuela del distrito de Arapua, la rotación es de 50 alumnos por mes) y muchas unidades se cerraron por la reducción del número de alumnos. Esto se debe a la movilidad de los trabajadores y sus familias; por ejemplo, en el distrito de Garcias donde ya existió estación ferroviaria.
La rotación de alumnos convierte el día a día del equipo docente en algo difícil, afectando la calidad de la enseñanza. “Es muy triste ver nuestra realidad. Nuestra escuela que tenía un 100 por ciento de aprobación en las universidades públicas, el año pasado tuvimos solamente dos alumnos en facultades privadas”, se desahoga una docente de Arapua.
¿Es posible resistir?
La presencia de las empresas está por todos lados: en las escuelas, en los medios de comunicación, en las actividades públicas. Con símbolos y propagandas se va creando una especie de ‘cultura del eucalipto’. Popularmente conocida como “Ciudad de las Aguas”, Três Lagoas ‘ganó’ en los últimos años, según las autoridades, el título de “Capital mundial de la Celulosa”, debido al crecimiento del sector y la transición de la actividad agropecuaria, la industrialización y las plantaciones de monocultivos de eucalipto en la región. (2)
Si la llegada de las empresas ‘mueve’ la economía, hay otros impactos negativos que muchas veces no son asociados a su implantación. Entre ellos, la explotación sexual de mujeres y niñas y los numerosos problemas laborales y de infraestructura en la ciudad y el campo, donde no están preparados para recibir al contingente de personas que son atraídas por la promesa de empleo de las industrias.
A simple vista, parece que ‘todo está perdido’, que las empresas tienen el control total del campo y la ciudad. Sin embargo, después de hablar con las comunidades campesinas, sentimos que las familias están conscientes de esto, pero intentan aprovechar los proyectos sociales para poder lograr su independencia.
A pesar de los pocos recursos que algunas familias recibieron por parte de las empresas (montos insignificantes que en todo caso deberían ser otorgados por el gobierno), estas fueron capaces de producir alimentos no solamente como una fuente de ingresos, pero ciertamente como una afirmación de su dignidad. Tomamos esto como una forma de resistencia, aunque aún sea silenciosa.
A su vez, en la UFMS existen investigaciones que enfatizan críticas al modelo de monocultivos de árboles a gran escala, que intentan plantear la discusión junto al gobierno y a la población de la ciudad sobre los impactos, impulsando, por ejemplo, debates y visitas de campo. Por otro lado, la UFMS viene promoviendo algunos proyectos para apoyar y fomentar la producción de los habitantes, como son las ferias en el predio de la Universidad o el proyecto de venta de bolsas con alimentos. Lo que está en cuestión son dos proyectos diferentes de presente y futuro para el campo y la ciudad de Três Lagoas.
Lizzie Díaz, lizzie [at] wrm.org.uy
Integrante del secretariado internacional del WRM
(1) Ver “Mato Grosso do Sul – a nova fronteira do eucalipto”
(2) http://www.treslagoas.ms.gov.br/a-cidade/