En 2003 la empresa brasileña Aracruz Celulose pagó US$ 610 millones a Klabin para quedarse con las operaciones en celulosa de Riocell, en [el estado de] Rio Grande do Sul. Junto con la fábrica de celulosa capaz de producir 400.000 toneladas anuales y las 40.000 hectáreas de plantaciones de eucalipto vino también un certificado del Consejo de Manejo Forestal (FSC) de buen manejo de las plantaciones.
Este certificado ha significado un dolor de cabeza para Heiko Liedeker, el director ejecutivo del FSC. Simplificando, el problema es que Aracruz es una de las empresas de pulpa y papel más polémicas del mundo. Las plantaciones de la empresa en Espírito Santo se encuentran en tierras pertenecientes a los pueblos indígenas Tupinikim y Guaraní. La empresa está investigando en árboles de ingeniería genética. El tratamiento que reciben los trabajadores de las plantaciones de Aracruz es espantoso. Las plantaciones han secado arroyos y cursos de agua. Y en enero de 2006, Aracruz estuvo involucrada en una violenta acción policial para desalojar dos aldeas reconstruidas por los Tupinikim y Guaraní en tierras recuperadas de manos de Aracruz.
En mayo de 2006, Heiko Liedeker conoció a dos brasileños de Espírito Santo en la secretaría internacional del FSC, en la ciudad de Bonn. Se trataba de Paulo de Oliveira, Tupinikim de la aldea Caieira Velha, y Wera Kwaray, Guaraní de la aldea Boa Esperança, quienes se encontraban en Europa para dar publicidad a los impactos de Aracruz sobre su sustento, cultura, bosques y tierra. Las ONG alemanas Urgewald y Robin Wood se organizaron y enviaron representantes a la reunión; Geertje van der Pas, de la ONG brasileña CIMI, actuó como intérprete. También yo participé de la reunión.
Paulo de Oliveira describió la forma en que Aracruz, en la década de 1970, había cortado la selva Atlántica y luego la había incendiado. “Los animales desaparecieron”, dijo De Oliveira. “Antes de que llegara Aracruz nosotros cazábamos y encontrábamos comida”. Luego explicó que la FUNAI, el departamento del gobierno encargado de los asuntos indígenas en Brasil, había producido una serie de informes (el más reciente de ellos publicado este año) que reconocían los derechos de los Pueblos Indígenas a su tierra en Espírito Santo. Describió también cómo los Tupinikim y Guaraní habían demarcado por sí mismos su tierra y explicó la forma en que la policía le había roto un brazo durante el desalojo en enero de 2006 y que había estado preso en la Casa de Huéspedes de Aracruz. “¿Por qué la policía usa esta casa, si existe una comisaría?”, preguntó.
“Lo primero tiene que ver con la certificación de Aracruz”, respondió Liedeker. “Aracruz no está certificada, sino que una sola plantación está certificada”. Aracruz tiene un certificado correspondiente a sus operaciones en Rio Grande do Sul, explicó, no por sus operaciones en Espírito Santo.
Wera Kwaray señaló que hace dos meses unas 2.000 mujeres de Vía Campesina habían ocupado un vivero de árboles de Aracruz en Rio Grande do Sul. Según Vía Campesina, esta manifestación fue “una protesta contra las graves consecuencias sociales y ambientales que causa la expansión del ‘desierto verde', como llaman a las extensas áreas de monocultivos de eucalipto”. “Si Aracruz no ha hecho nada malo en el sur, ¿por qué ocurrió esto?” preguntó Kwaray. “Es un signo de que algo está mal”.
Hubert de Bonafos, oficial de acreditación del FSC, explicó que en diciembre de 2004 el FSC había llevado a cabo su auditoría anual de [el Programa de certificación] SmartWood examinando la certificación de Riocell. Dijo que “como resultado, el FSC identificó algunos puntos débiles, que incluyó en un informe para SmartWood”. El FSC concedió a SmartWood un año para resolver los problemas. Aunque SmartWood no cumplió con este generoso plazo el FSC no tomó ninguna medida pública.
Liedeker prometió que el informe del FSC sobre Aracruz y SmartWood sería “hecho público muy pronto”. Basándose en este informe Liedeker decidirá si recomendar que la Junta del FSC tome alguna medida, como rescindir el certificado de Aracruz o penalizar a SmartWood.
Según las normas del FSC, para poder postularse a un certificado FSC las empresas tienen que “mostrar un compromiso a largo plazo de adhesión a los Principios y Criterios del FSC”. Eso incluye reconocer y respetar “Los derechos legales y consuetudinarios de los pueblos indígenas para poseer, usar y manejar sus tierras, territorios y recursos”. Aracruz ha violado este principio desde el inicio de sus operaciones en Espírito Santo, a fines de los años 1960. Por lo tanto, según las normas del propio FSC el certificado de Aracruz debería rescindirse.
En febrero de 2006 le escribí a Liedeker para hacerle algunas preguntas relativas al certificado FSC de Aracruz. Una de mis preguntas era si el FSC consideraba que Aracruz era [una empresa] polémica. Liedeker eludió la pregunta explicando que el FSC no declara polémicas o no polémicas a las empresas. En su respuesta figuraba esta extraordinaria declaración: “El FSC se reserva todos los derechos en relación con este documento. Este documento o cualquier parte del mismo solamente puede reproducirse acompañado de las preguntas originales y solamente con permiso escrito del FSC”.
Durante la reunión de Bonn, Peter Gerhardt y Lydia Bartz, de las organizaciones Robin Wood y Urgewald respectivamente, preguntaron varias veces a Liedeker si Aracruz era una empresa polémica. Una vez más, Liedeker evadió las preguntas. Claro, no podía decirles a Paulo de Oliveira y Wera Kwaray que Aracruz no es una empresa polémica, pero reconocer que sí lo es implicaba tener que admitir que ya hace mucho tiempo que debería haber insistido para que se rescindiera la certificación.
Con esta certificación parcial de Aracruz el FSC está estimulando las ventas de productos de Aracruz. “Cuantos más productos de Aracruz compres, más grande se volverá esta empresa”, dice un habitante de Espírito Santo en un video-clip en el sitio web de Robin Wood. “Cuantos más productos se compren, más tendremos que sufrir”. Al no rescindir la certificación de Aracruz, el FSC está empeorando las cosas para los residentes locales.
“Les juro que nos estamos tomando esto muy en serio. Ya estamos encaminados”, nos dijo Liedeker. Pero han pasado tres años desde que Aracruz compró su certificado FSC. El FSC debe rescindir esta certificación de inmediato.
Por Chris Lang, correo-e: http://chrislang.org , www.chrislang.blogspot.com