Los Pataxós de la aldea de Nueva Esperanza, municipio de Itamarajú, localizado en el extremo sur de la bahía del Estado de Bahía, están amenazados de expulsión. El área de 52.100 hectáreas que forma parte del territorio de Barra Velha, ha sido reconocida por el Estado brasileño como área que pertenece por derecho a los Pataxós. Pero el gobierno aún no ha expidido el decreto declaratorio, acto que resolvería la situación de violencia constante contra los habitantes de la aldea Nueva Esperanza y contra los cerca de 7 mil Pataxós que habitan ese territorio. Los Pataxós denuncian el retraso del gobierno así como los impactos de Veracel Celulosa, propiedad de la transnacional sueco-finlandesa Stora Enso (50%) y de Fibria (50%). Los indígenas Pataxós luchan contra los intentos de expulsión de Veracel Celulosa, mientras intentan sobrevivir en apenas 20 hectáreas de tierras cercadas por los eucaliptos de Veracel.
Los colonizadores portugueses, impresionados por las bellezas naturales y por las abundantes potencialidades de una economía integrada colonial, iniciaron el proceso de conquista y colonización en esta región, hace mucho tiempo conocida como el extremo sur de Bahía. Los grandes bosques tropicales que se extendían por toda la región, con vastos manglares y "mussurunga", fueron el principal soporte de la actividad económica basada en la explotación de madera a lo largo de dos siglos, especialmente para la construcción naval y civil. El complejo paisaje geográfico, formado por la continuidad de una planicie con altos y exuberantes relieves que surgen por lo menos a 24 km del litoral, fue considerado un obstáculo para la expansión de la ocupación, por tener una altura que va de los 200 a los 900 metros sobre el nivel del mar, que servía de refugio para los indígenas que no estaban aliados. Hay relatos, como el del príncipe austríaco Maximiliano de Nied-Nieuwied, quien atravesó la región en 1816, que ilustran la belleza del paisaje, sus características y las estrategias de los indígenas para refugiarse en los abundantes bosques de la región, como los Pataxós (1).
Ese pueblo, como muchos otros en Brasil, sufre la expropiación desde la colonización. Un gran número de los Pataxós que viven en el extremo sur del estado de Bahía, se encuentran en la región de Monte Pascoal. Después de muchas luchas, consiguieron la demarcación de un territorio de 8.628 hectáreas, llamado Barra Velha de Monte Pascoal el 1 de setiembre de 1991, a través del decreto nº1.393. Pero los Pataxós que viven dentro y en el entorno de este territorio reivindican la revisión de los límites a 52.100 hectáreas. El Estado brasileño reconoció en 2008 que las 52.100 hectáreas han sido tradicionalmente ocupadas por los Pataxós y que ese territorio es fundamental para su supervivencia física y cultural. Alrededor de 24 mil de las 52.100 hectáreas de ese pueblo forman parte de una Unidad de Conservación, el parque Monte Pascoal. El reconocimiento se basa en la publicación del informe de delimitación que fundamenta los nuevos límites del territorio en el Diario Oficial de la Unión. A pesar de esto, el Ministerio de Justicia no expidió el decreto declaratorio, alegando la existencia de 6 mandatos de seguridad - acciones judiciales - de hacendados y gobiernos municipales en la región, como el Ayuntamiento Municipal de Porto Seguro y Prado, contrario a la demarcación. En consecuencia, la violencia continúa.
Además de los hacendados, la otra principal invasora del territorio indígena es la empresa de producción de celulosa de madera de eucalipto, Veracel Celulosa. En el caso de la aldea de Nueva Esperanza, el área retomada en marzo de 2013 por los Pataxó dentro del territorio ya delimitado de Barra Velha de 52.100 hectáreas, fue amenazada por la empresa Veracel Celulosa al presentarse ante la justicia para intentar expulsar a los Pataxó de esta área. El primer juez que trató el proceso (0002592-59.2013.4.01.3310), decidió mantener a los Pataxó en el área considerando la delimitación ya hecha por el Estado brasileño, optando por esperar hasta que el gobierno expidiera el decreto declaratorio. Pero un nuevo juez asumió recientemente el caso y amenaza rever la decisión del juez anterior y expulsar a las 35 familias Pataxós que viven allí, casi 160 personas de todas las edades.
Desde 2013, los Pataxó de Nueva Esperanza intentan sobrevivir en un área de apenas 20 hectáreas cercada por las plantaciones de eucaliptos de Veracel. En el lugar donde había eucaliptos, los Pataxó ahora plantan alimentos como mandioca y ananá, para el sustento de sus familias. Pero aún sufren diariamente los impactos de las plantaciones de eucalipto de Veracel. Afirman que viven situaciones extremas en relación al agua. Una sequía prolongada viene profundizando los impactos ya devastadores del monocultivo a gran escala del eucalipto. Muestran un lugar donde la cercanía de los eucaliptos a las nacientes de agua destruyó las mismas y forzó a los Pataxó a cavar un pozo de agua para garantizar mínimamente el abastecimiento de las familias.
Otro impacto grave es la aplicación de los agrotóxicos por Veracel. Denuncian que últimamente Veracel realiza aplicaciones de agrotóxicos con avionetas, aparentemente intentando combatir una oruga que ataca al monocultivo del eucalipto. Las aplicaciones aéreas afectan también a las familias Pataxó que viven prácticamente dentro de las plantaciones. Los habitantes reclaman que no fueron avisados sobre estas aplicaciones y no están al tanto de los productos aplicados. Lo que sí saben es que los productos ocasionaron diversas enfermedades, principalmente en los niños, como picazón y problemas respiratorios. Denuncian también que la empresa únicamente ha traído desgracia y que las promesas realizadas son un mito. Comparan a Veracel con Alvares Cabral, el primer portugués que llegó a Brasil e inició la era de la dominación colonial. Hacen la comparación porque dicen que Cabral tenía el mismo objetivo que Veracel tiene hoy: la expulsión de los pueblos indígenas de sus territorios.
El sueño de los Pataxó de Nueva Esperanza es tener una vida digna, lo que implica controlar el territorio para así poder vivir bien dentro de él, para ver a sus hijos y nietos nacer y vivir en paz. “La población está creciendo y nuestra área es pequeña para alimentar a los descendientes con dignidad y salud. No podemos soportar una nueva invasión para destruir nuestra tierra, nuestro pueblo”. Destaca uno de los líderes.
Veracel es una empresa certificada por el sello de certificación FSC (Consejo de Manejo Forestal). La empresa afirma en su página en internet que “conoce, respeta y contribuye a las causas indígenas” (2). La certificación FSC ya fue denunciada muchas veces, pero ni las quejas más graves contra Veracel lograron quitarle la certificación a la empresa (3), lo que demuestra que la FSC y sus miembros (empresas, ONGs y otras organizaciones de la sociedad civil) son cómplices de la situación, ya que no toman ninguna medida a pesar de tantas denuncias a lo largo del tiempo.
Ivonete Gonçalves de Souza, ivonetecepedes@gmail.com, CEPEDES
Domingos Andrade, cimiextremosuldabahia@gmail.com, CIMI
- Cancela, F (2012), “Del proyecto a proceso colonial: ‘indios, colonos y autoridades regias en la colonización reformista de la antigua capitanía de Porto Seguro (1763-1808)”, Salvador, p. 36-38
- http://www.veracel.com.br/relacionamento-com-a-comunidade/comunidades-indigenas/
- http://wrm.org.uy/es/?s=veracel