Como respuesta a la información publicada por Taiga Rescue Network en su boletín Taiga News nro. 32, en relación con los impactos sociales y ambientales provocados por las plantaciones de eucalipto de Veracel en el estado de Bahía, Antonio Alberto Prado --Gerente de Relaciones Públicas de la compañía-- se dirigió a dicha publicación a efectos de explicar que "... desde sus inicios, en 1991, el manejo del suelo y el desarrollo de las plantaciones por parte de Veracel se ha basado en principios sustentables y ecológicamente sanos". Según él, cuando Veracel llegó a la región el bosque atlántico ("mata atlántica") nativo había prácticamente desaparecido. "Las áreas utilizadas para la plantación", afirma, "son las que ya habían sufrido una intervención humana irreversible, tratándose más que nada de pastizales y tierras degradadas". Agrega que Veracel está llevando a cabo un programa de conservación del bosque nativo remanente y que "el paisaje resultante está caracterizado por un mosaico forestal conformado por eucaliptos en las zonas llanas y bosque nativo en los valles". Manifiesta también que la presencia de Veracel fue "bienvenida por la población local, como una oportunidad única de preservar y restaurar el bosque nativo, a la vez que por la oferta de trabajo para una población ya conocedora de las operaciones forestales".
Podemos decir, como mínimo, que el Sr. Prado parece tener una muy mala memoria. Afortunadamente la "bienvenida" que se dio a la compañía está bien documentada por las ONGs brasileñas FASE, IBASE y CDDH-Teixeira de Freitas, que realizaron una exhaustiva investigación entre 1992 y 1996 sobre los impactos de la expansión de los monocultivos de eucalipto en el norte de Espírito Santo y el extremo sur de Bahía.
En 1992 la empresa llegó al extremo sur de Bahía con el nombre de VeraCruz Florestal con el objetivo de establecer plantaciones de eucalipto y una fábrica de pulpa. Un año después, un grupo de ONGs ambientalistas y sociales del Brasil, junto a SINTREXBEM --el sindicato de trabajadores forestales-- denunciaron que la compañía estaba devastando la mata atlántica, uno de los ecosistemas más biodiversos del Planeta. Acto seguido le iniciaron una demanda judicial. En febrero de 1993, por decisión judicial y del Ministerio de Medio Ambiente, se suspendieron temporalmente las operaciones de VeraCruz Florestal, debido a que ésta había infrigido la ley ambiental para la protección de la mata atlántica. Todo esto se encuentra muy bien documentado en una serie de publicaciones que el Sr. Prado debería haber leído antes de responder a Taiga News, y entre las cuales le recomendamos el "Dossie Veracruz" publicado en 1993.
No obstante, parece que el Sr. Prado no sabe nada de todo esto y, en cambio, prefiere subrayar el hecho que "Veracel también posee y protege una reserva de más de 6.000 hectáreas de bosque primario". Pero esta área simplemente estaba allí cuando la empresa llegó, de modo que por lo único de que la compañía puede sentirse "orgullosa y honrada" --como dice su carta-- es que en este caso concreto ¡no violó la ley! A su vez, el Sr. Prado parece olvidarse que simultáneamente y a unos pocos kilómetros de distancia, la empresa estaba destruyendo vastas superficies de mata atlántica para sustituirla por plantaciones. Por último, la presencia de remanentes de bosque en los valles se explica mucho más por las dificultades técnicas resultantes de entrar con maquinaria a plantar en estos lugares que por consideraciones ambientales.
Los impactos sociales de Veracel en la región también han sido negativos. Al igual que otras grandes empresas forestales que allí operan --Aracruz Celulose y Bahía Sul Celulose-- Veracel ocupó enormes superficies con sus plantaciones. De ese modo, más y más pequeños y medianos propietarios se vieron privados de sus tierras, que iban siendo progresivamente invadidas por las plantaciones, a la vez que otras alternativas económicas desaparecían. La empresa recibió el apoyo de la población local tan sólo al inicio de sus operaciones, cuando se la percibía como posible generadora de empleo. Pero este apoyo desapareció rápidamente, puesto que el número de puestos de trabajo generados fue menor al prometido, a la vez que el número global de oportunidades de empleo en la región en realidad disminuyó.
La carta del Sr. Prado revela que Veracel --cuyos principales accionistas son actualmente Stora Enso y Aracruz Celulose-- aprende rápido de su nuevo socio Aracruz (ver Boletín 36 del WRM) sobre cómo disfrazar sus impactos con un discurso "verde". Pero las palabras no pueden ocultar los hechos por mucho tiempo.
Sin embargo, estas empresas no utilizan sólo palabras, sino también su poder. Aracruz Celulose --que es dueña de extensas plantaciones de eucalipto en el vecino estado de Espírito Santo-- tiene ahora el propósito de obtener la aprobación para expandir sus plantaciones en el extremo sur de Bahía. Aracruz es famosa por el largo conflicto que mantiene con los indígenas Tupiniquim y Guaraní en Espírito Santo, legítimos dueños de la tierra que la compañía está ocupando con vastas plantaciones para alimentar su fábrica de celulosa. La empresa ha solicitado la rápida aprobación de la Evaluación de Impacto Ambiental de un proyecto para instalar 45.000 hectáreas de eucalipto en el sur de Bahía. ONGs ambientalistas han denunciado que el proceso está completamente parcializado en favor de Aracruz, la cual está utilizando su influencia para obtener la aprobación de la EIA. Aracruz tiene también fuertes vínculos con el Gobernador de Bahía, quien vé con buenos ojos las plantaciones. A menos que las organizaciones locales logren influir en el proceso, la EIA se transformará en una mera formalidad y los estados de Bahía y Espírito Santo se transformarán --en palabras de un líder indígena Tupiniquim- en un mar de "bosques muertos que matan todo".
Artículo basado en información obtenida de: Greenpeace.- Dossie Veracruz, Rio, December 1993; Sandra Faillace, FASE, 7/10/2000, CEPEDES, 10/10/2000,