El cambio climático ya está ocurriendo. Los recientes huracanes en el Caribe, Centroamérica, México y el sur de Estados Unidos, que dejaron gran cantidad de muertes a su paso, no son hechos naturales normales: son desastres provocados por los humanos, resultado de causas bien conocidas. Si estas causas no se encaran con seriedad, millones de personas seguirán sufriendo los impactos del cambio climático, que abarca desde sequías extremas a tormentas e inundaciones extremas.
A pesar de sus compromisos declarados, los gobiernos tanto del Norte como del Sur hasta ahora han hecho poco para resolver el problema. Se dice que mientras Roma ardía, Nerón tocaba la lira. Hoy se está dando una situación similar: mientras arden los combustibles fósiles y los bosques, nuestros gobiernos se ponen a tocar la lira, simulando que el mercado terminará resolviendo el problema. Desgraciadamente, no lo hará. Por el contrario, es el mismo mercado quien hace que lo absurdo parezca razonable y que lo razonable parezca imposible.
Pretender que la plantación de millones de hectáreas de árboles “compensará” de algún modo las emisiones de carbono provocadas por la quema de combustibles fósiles es claramente un absurdo. Es obvio que el depósito de carbono biosférico neto continuará aumentando al extraerse más carbono del subsuelo e inyectarlo en la biosfera. Pero al mercado, sin olvidar la industria del petróleo, le encanta esta visión. Se ha creado una nueva mercancía, el carbono, con la que se podrá hacer mucho dinero. El absurdo se ha vuelto razonable.
Nosotros, ellos, todo el mundo sabe que es necesario tomar medidas políticas drásticas, sin importar si son o no económicamente sensatas. Cuando un ser querido está gravemente enfermo nadie piensa en términos del dinero que costará salvarlo sino que se hace todo lo necesario para salvar esa vida. El clima del planeta está muy enfermo y se necesita un enfoque similar. La prioridad de la agenda debería ser la eliminación de los combustibles fósiles lo antes posible. Esto sería lo razonable. Pero intereses económicos profundamente enquistados se oponen a esto y lo declaran “inviable”. El segundo punto de la agenda debería ser detener la deforestación, pero las “fuerzas del mercado” siguen promoviendo la destrucción de los bosques en aras del lucro económico, haciendo que la conservación de los bosques se vuelva imposible.
Sería muy simple echarle la culpa al actual presidente de EEUU, pero la verdad es que hay muy pocos gobiernos, si es que hay alguno, que estén haciendo algo para tratar el problema del cambio climático con seriedad. Las empresas petroleras del Norte y del Sur siguen explotando y explorando para tener aún más petróleo. Se hace que el petróleo sea barato y se hace que las energías alternativas sean caras. La eficiencia y la conservación de la energía no son más que medidas marginales superficiales para tranquilizar al público en cuanto a que se está haciendo algo. Algunas zonas de bosques se declaran “protegidas” de forma de permitir que continúe la destrucción de los bosques restantes. Las plantaciones forestales como sumideros de carbono siguen instrumentándose en el Sur a pesar de que son absurdas.
En este contexto, la única solución posible está en manos de la gente común, que todavía es capaz de distinguir entre lo razonable y lo que no lo es. Es la gente quien presionará a los gobiernos para que instrumenten las medidas necesarias para detener el cambio climático antes de que sea demasiado tarde. Nerón puede haber tenido la excusa de su locura, pero nuestros gobiernos no. El mensaje de la gente tiene que ser fuerte y claro: ¡paren la música y hagan algo ya!