Un grupo de mujeres están decididas a detener la replantación de palma aceitera en la aldea de Apouh en Ngog, en el distrito de Edéa 1, departamento de Sanaga Marítimo, región Litoral, en Camerún. Denuncian que la empresa Socapalm continúa estableciendo monocultivos alrededor de las casas y de las tumbas ancestrales de la comunidad, lo que genera gravísimos impactos en sus vidas.
“Si no se detienen estas operaciones, nosotras, las mujeres que vivimos cerca de Socapalm en Edéa, tendremos que soportar otros 50 años de sufrimiento, abusos, violaciones, robos, hambre, frustración y violaciones de nuestros derechos, nuestra intimidad y nuestra dignidad, lo que arrinconará a toda nuestra comunidad a sobrevivir de una forma fundamentalmente dolorosa, injusta, miserable e insoportable”, denunciaron en una petición internacional lanzada el pasado 25 de Noviembre, Día Internacional de la Eliminación de la Violencia contra las Mujeres.
En la petición, las mujeres -organizadas en la Asociación de Vecinas de Socapalm en Edéa (Afrise, por sus siglas en francés)- advirtieron: “La historia de abusos que cometen las empresas del sector de la palma aceitera no es nueva en Camerún, así como tampoco lo es en la región”. Aquí se puede escuchar (en francés) el testimonio de Ms. Ngon Bissou Félicite Hortenseof, presidenta de Afrise.
Socapalm es una subsidiaria de la empresa Socfin, un grupo agroempresarial con sede en Luxemburgo, que se dedica al cultivo de palma aceitera y caucho. Socfin, cuyos accionistas mayoritarios son el millonario francés Vincent Bolloré y la familia belga Fabri, opera en ocho países de África central y del oeste. Su origen en la región se remonta a épocas coloniales, cuando en connivencia con el Banco Mundial, logró apropiarse de miles de hectáreas de tierra para su beneficio (1).
Hoy en día, Socfin controla aproximadamente 58,000 hectáreas en Camerún que le fueron otorgadas en concesión (2). Y, actualmente, está en proceso de renovar sus plantaciones, reemplazando los ejemplares de palmas más viejos y menos productivos por nuevas plantas para poder incrementar sus ganancias, que en 2021 superaron los 80 millones de euros (3).
Como muestra del desprecio hacia las comunidades que llevan años de lucha reclamando sus tierras, la empresa está plantando a escasos metros de las casas, e incluso sobre las tumbas de sus seres queridos (4). Las comunidades vienen intentando por todos sus medios detener esta barbaridad. Sin embargo, Socapalm suspendió el diálogo con ellas y avanza con las plantaciones. Las mujeres de la comunidad le han dirigido una carta al presidente de Camerún pidiéndole que actúe. Pero no hubo respuesta.
Sumado a ello, usando otra de las tácticas propias de estas empresas dirigidas a silenciar a quienes se oponen a su accionar, el líder tradicional de la comunidad fue enviado a prisión, hecho que las mujeres también denuncian en su petición.
Las plantaciones industriales de palma aceitera son sinónimo de acaparamiento de tierras, destrucción de territorios, esclavitud, y múltiples formas de violencia hacia las comunidades, violaciones sexuales, fraude económico (5), entre muchas otras. Socfin no está exenta, por el contrario, es un claro ejemplo de todo lo anterior (6). La violencia es intrínseca al modelo de plantaciones a gran escala, que necesita homogeneizar el territorio, destruir lo colectivo y las formas de producción y reproducción tan ricas y diversas.
Las empresas de palma necesitan, además, desarticular la resistencia, y sobre todo, la lucha de las mujeres por recuperar sus tierras y el control colectivo de sus territorios y sus vidas. Es así que la violencia física y sexual para controlar, amedrentar y callar a las mujeres se vuelve una táctica de uso cotidiano. Los abusos sexuales son moneda corriente para las mujeres y niñas que deben diariamente atravesar tenebrosas plantaciones para poder ir a la escuela, a sus huertos, a buscar agua, o a las ferias a comercializar sus productos, ya que sus pueblos han quedado completamente cercados por monocultivos.
Hartas de esta situación, las mujeres de Afrise lanzaron la petición en la que exigen a la empresa y al presidente de Camerún ser escuchadas. En ella, describen la situación que, con urgencia, debe terminar: “El 90% de nosotras entregamos nuestros cuerpos a los guardias para acceder a la plantación. Nuestros hijos no son empleados por la empresa y acaban drogándose, dedicándose a actividades ilegales o tomando la ruta de la inmigración ilegal para morir en el mar. Estamos abandonadas a nuestra suerte en un sistema que no es inmune a la corrupción”.
Y manifiestan: “No aceptaremos pasar los próximos 50 años en esta miseria. Estamos decididas a luchar para liberar nuestras tierras y conseguir espacios de vida para nuestros hijos, las generaciones presentes y futuras.”
¡Expresamos nuestra total solidaridad con estas mujeres, que a pesar del sufrimiento, resisten, se organizan y luchan por recuperar su dignidad!
Les invitamos a leer la petición completa, y darle la mayor difusión y visibilidad posible.
(1) Boletín WRM 252, El legado perenne de un proyecto poco conocido del Banco Mundial que le aseguró las plantaciones africanas a multimillonarios europeos, Noviembre 2020.
(2) CorpWatch, Palm Oil Giant SOCAPALM to Return Sacred Land Back to Mbonjo Villagers in Cameroon, mayo 2023.
(3) Watch Africa, Socfin exploitation of rubber & palm oil linked to deforestation & human rights abuses in Ghana & Nigeria, October 2023.
(4) Rights of women living near agroindustries, ACCESS to land against famine. Video in French.
(5) Mongabay, Plantation giant Socfin accused of dodging taxes in Africa, October 2021.
(6) Boletín WRM 233, Las plantaciones de SOCFIN en África: muchas zonas de violencia y destrucción, septiembre 2017.