Comunidades Mapuche resisten desde hace décadas los impactos del modelo forestal impuesto en Chile por un puñado de empresas en connivencia con los gobiernos. Esta industria, basada en monocultivos a gran escala, ha provocado invasión de tierras, destrucción de bosques, contaminación ambiental, desmembramiento social y pobreza. Ante esto, las comunidades se organizan para recuperar tierras y desarrollar su vida de acuerdo a la cultura y cosmovisión del Pueblo Mapuche.
Para profundizar sobre esta lucha, compartimos fragmentos de una entrevista realizada a Pablo Reyes Huenchumán, werkén (vocero) del Lov (comunidad mapuche) Paillakawe, publicada originalmente en la plataforma Undisciplined Environments con motivo del Día Internacional de Lucha contra los Monocultivos de Árboles, en septiembre pasado. El lov Paillakawe se encuentra en un proceso de recuperación territorial en el Golfo de Arauco, región del Biobío, en Chile, parte del Wallmapu (territorio ancestral Mapuche).
¿Cuales que son los principales impactos del modelo forestal basado en plantaciones a gran escala en su territorio?
Los impactos llevan más de 50 años. El modelo se instauró durante la dictadura de Pinochet, en la que se agudizó la usurpación del territorio mapuche en esta zona. La industria forestal, en concreto aquí la del grupo Angelini, la forestal Arauco, fue adquiriendo gigantescos espacios territoriales a costa de la gente, gracias a los amigos y familias de la dictadura. Por ejemplo, en este sector uno de los personajes fue Julio Ponce, yerno de Pinochet, que facilitó que muchos predios le fueran entregados a la Corporación Nacional Forestal (CONAF) donde trabajaba, y los acabó vendiendo a precios irrisorios, terminando en manos del grupo Angelini. Actualmente la forestal Arauco tiene casi dos millones de hectáreas a su nombre.
Así se asienta este modelo, con gente campesina y Mapuche desplazadas. Hay historias de nuestra familia, de nuestro lov (comunidad mapuche), que aun recuerdan cómo les quemaron las casas y fueron amenazadas por guardabosques, quienes les decían que tenían que retirarse porque esto era sector forestal. Muchos predios agrícolas pasaron a ser forestales, degradando el suelo. La instalación de la industria forestal impacta muchísimo desde entonces, con efectos a nivel social, ambiental, político y territorial.
¿Qué factores contribuyen a que se mantenga este modelo forestal?
Las empresas forestales y en general, el capital, están en constante reconversión, limpiando su imagen. Por un lado, se apoyan en instrumentos como la certificación FSC (Forest Stewardship Council), que les permite vender su producto a un mayor precio, diciendo que trabajan de una manera ordenada, ambiental y sin conflictos con las comunidades aledañas, lo cual es una mentira.
La empresa forestal viene ahora con la energía eólica. En el 2019, la forestal Arauco presentó el proyecto M.A.P.A., que busca ampliar la planta de celulosa que ya está situada en el golfo de Arauco. Junto a ello, se planeó un proyecto de un parque eólico, al que se le llamó Viento Sur. En abril de 2022, en el proceso de consulta indígena y ciudadana, fuimos invitados. Les queríamos decir que una de las torres de este proyecto eólico está planeada sobre un Rewe (altar sagrado mapuche). Así como en el mundo wingka (no Mapuche) hay iglesias y mezquitas, nosotros movilizamos nuestra espiritualidad a través del Rewe. Lo que propone este proyecto es algo muy violento, para nosotros es inconcebible dejar que esto ocurra. Y pese a que les dimos toda la información, ninguno de nuestros argumentos fue tomado en cuenta.
Además, el capital privado se aprovecha de las comunidades que nosotros llamamos yanakona (Mapuche que traiciona su pueblo). Son comunidades afines a los intereses del capital, que han negociado, por ejemplo, la ampliación del proyecto M.A.P.A. Las empresas ofrecen compensación económica a las comunidades, pero hasta ahora no hemos visto que una sola de ellas haya salido de la pobreza con las migajas que les da la empresa. Pero parece que es una estrategia: estas comunidades, a través de sus dirigentes, son compradas. Así se desmembra el tejido social mapuche.
Y esto no solo pasa en Chile, sino en toda América Latina. El capitalismo latinoamericano es mediocre: siempre se conforma con vender la materia prima lo antes posible. No se pretende generar inversión para que los pueblos puedan ser también dueños de ese recurso. Así, el estado sigue siendo mediocre con su propia gente, generando políticas de desarrollo a través de estas grandes empresas como solucionadoras de problemas. Por ejemplo, que sea la empresa forestal la que soluciona el problema de empleo. Por eso les dan el espacio para que inauguren centros culturales, deportivos. Así el estado permite y facilita que la empresa se meta en el tejido social. A través de la propaganda y de los medios de comunicación ellos han ganado todo este espacio.
¿Cómo se organizan para afrontar los impactos de este modelo y ganar soberanía?
Como Pueblo Mapuche nos organizamos a través de los Trawun, que son asambleas de las comunidades. En el Trawun se deciden qué acciones se van a tomar. Fue en un Trawun que acordamos llevar adelante el proceso de control territorial, que consiste en tomar los predios, que llamamos en recuperación, y por tanto alejar a la forestal, aun considerando que puede haber persecución, cárcel y hasta la muerte. Actualmente el Lov Paillakawe controla unas mil hectáreas, y si consideramos también el territorio controlado por otros lov y comunidades vecinas en el Golfo de Arauco, sumaríamos unas entre 7000 y 8000 hectáreas. Desde hace tres años, la forestal no ha podido entrar en los territorios que actualmente tenemos controlados, salvo en una confrontación que hubo en el Lov Vilo en el sector Huape, que fue una acción de los carabineros, la policía militarizada intentando entrar con tanquetas en el territorio recuperado.
Estas recuperaciones se vienen haciendo desde hace mas de 20 años en otros territorios, más al sur en la provincia de Arauco, planteadas como procesos de control territorial por El Consejo de Todas las Tierras y sobretodo por la Coordinadora Arauco Malleco. El control territorial implica quedarse en el territorio, hacer vida y ejercer la soberanía en este espacio. Y eso es lo que estamos haciendo: chacra para la siembra de papa, arveja, habas, la crianza de gallina y algún cerdo. Pero esto tiene sus consecuencias: por haber entrado en un predio y quedarnos, la forestal nos tiene con medidas de criminalización, especialmente a los dirigentes, con demandas penales de usurpación. También sufrimos otras formas de hostigamiento, a través de drones, de helicópteros, persecuciones y hasta disparos por parte de los guardias forestales. Todos los que participamos de procesos de recuperación territorial sabemos que nos exponemos a eso.
¿Cuales son los principales desafíos en esta lucha?
La militarización es un desafío aun con este gobierno liderado por (Gabriel) Boric. Tememos que vayan a estar los cuatro años de gobierno con el Wallmapu militarizado. De esta zona del Golfo de Arauco no se habla tanto en la prensa, aunque cuando tomamos las calles sí se nos llamó violentos, terroristas, o últimamente que somos narcotraficantes. Aquí la única violencia que se ejerce es la de las empresas y los guardas forestales. Otro de los desafíos es lidiar con las estrategias de la empresa para generar divisiones y cooptar dirigentes. Y además el colonialismo, que sigue estando muy presente.
¿Cuales que son las medidas concretas que el Estado y otras instituciones podrían tomar para priorizar el derecho a decidir de los pueblos?
Como Lov Paillakawe consideramos que la única medida que sería realmente efectiva que podría realizar el Estado chileno es la expropiación de las tierras a estas grandes empresas forestales. Aunque existen mecanismos de devolución de tierras a través de la CONADI (Corporación Nacional de Desarrollo Indígena) están obsoletos. Los últimos gobiernos han subido la cuota para la compra de tierra, pero la realidad es que cada vez se compra menos tierra porque los propietarios legales de esos terrenos suben los precios. Así, las tierras que se entregan pueden ser de hasta tres hectáreas. Los Mapuche siempre hemos criticado esta forma de gestionar el territorio porque es muy mezquina, ridícula: el lov es una forma de vida comunitaria, la forma política y familiar de desarrollarse en un territorio, que son espacios amplios. Nunca se va a desarrollar en tres hectáreas, sino en un territorio, con elementos físicos, naturales, espirituales, que los Mapuche necesitamos para la plenitud. Así que esta forma de estos últimos años de devolución de tierras no es algo que como Pueblo Mapuche valoremos. Lo más revolucionario sería que se expropie por parte del estado las tierras forestales a grandes latifundistas para la gestión de las comunidades.
Otra medida que se debería tomar es que las consultas relacionadas al Convenio 169 de la Organización Internacional del Trabajo (OIT) sobre Pueblos Indígenas y Tribales sean vinculantes, no solo al Pueblo Mapuche sino a todos los Pueblos Indígenas.
¿Cómo se imaginan o sueñan un futuro de soberanía territorial?
La mayor parte del territorio bajo control actual por el Lov Paillakawe son espacios altos, cerros, son las montañas de la costa. Hay unas 200 hectáreas de bosque nativo, rico en biodiversidad, pero el resto es, o era, monocultivo. A pesar de ser un espacio montañoso, en ciertos espacios se pueden desarrollar una agricultura de subsistencia, familiar, de lov o de Trafkintu (intercambio) de productos, como hacía el pueblo Mapuche antes de la invasión europea o incluso la incaica, con pequeña producción agrícola, de choclo, diferentes tipos de legumbres, habas, porotos. Así, soñamos con una agricultura familiar y local, con productos de la zona y sin uso de agroquímicos, que puedan darnos estabilidad y podamos ver crecer a nuestras familias, sin pasar hambre y sin pasar por ser esclavos de los latifundistas. Y también aportando al resto de la población, que como pueblo Mapuche podamos también aportar con trigo y papa a las ollas comunes. Esto es lo que se plantea, poder volver a la soberanía alimentaria para nosotros y para la población, entre los pueblos.
En los espacios dónde cuesta mucho que vuelva ese manto orgánico, en esos espacios sí sería aceptable el monocultivo, no al nivel que tiene la forestal aquí en la zona, sino a muy baja escala, una o dos hectáreas, para la producción de leña, que sirva para cocinar y para la construcción de estructuras menores de madera y mejoras en la ruka (casa), evitando así la tala del bosque nativo para estos fines. Y también dejando espacios sin tocar, de bosque nativo, espacios donde la Ñuke Mapu (Madre tierra) tenga solo su espacio, y, nosotros tener espacios para la práctica de nuestra espiritualidad, para celebración de Trawun, de Ngillatun (ceremonia Mapuche), de Palín (juego que sirve para afianzar alianzas entre diferentes lov). Eso es lo que queremos reconstruir.
Marien González-Hidalgo
Investigadora asociada a la División de Desarrollo Rural de la Universidad Sueca de Ciencias Agrarias (SLU).