Desde los comienzos de la Conquista, el Pacífico Colombiano se ha caracterizado por ser una región sujeta a una continua extracción de sus recursos naturales -como oro, arcilla, bálsamo y diversas maderas preciosas- sin generar ningún beneficio para los habitantes locales. Con la entrada de las grandes compañías madereras en la década de los 60 se inicia además un período de devastación social, cultural, económica y ambiental en la zona.
Estas empresas estaban interesadas en las grandes extensiones de bosques de cativo y abarco, por ser especies económicamente atractivas dados sus altos rendimientos comerciales. Más de 30 años de explotación han devastado el 85% de estos bosques y generado solamente pobreza y miseria. El Pacífico representa menos del 7% del área boscosa del país pero entre 1987 y 1991 aportó el 62.5% de toda la madera consumida en Colombia, lo que equivale a 4.749 millones de m3 . Como contrapartida, en el municipio de Riosucio, por ejemplo, el índice de necesidades básicas insatisfechas llega a un 97,5%.
La cuenca del río Atrato, ubicada en el Pacífico, forma parte de la región biogeográfica del Chocó. Por su ubicación, características geográficas, evolución geológica y ecológica presenta características únicas. Junto con la Amazonia, registra los más altos grados de endemismo del Planeta y una enorme biodiversidad. Este ecosistema es tan rico como frágil. En un proceso de siglos de coevolución con el medio, las comunidades indígenas y negras que habitan la zona desarrollaron un sistema de adaptación apropiado para este complejo y frágil ecosistema, mediante la combinación de sistemas agrícolas y forestales que posibilita múltiples opciones para la obtención de ingresos y alimentos, tales como caza, pesca, agricultura y madera.:
Una visión reduccionista y de obtención de ganancias para pocos y en corto plazo ha visto el catival como un mero bosque maderable. Pero es mucho más que eso: es una formación vegetal muy singular y diversa, con más de 60 especies, que cumple importantes funciones dentro de los ecosistemas de la región. Los factores que han llevado a su casi completa destrucción son: la explotación por parte de empresas madereras con sede en el bajo Atrato mediante concesiones y permisos que les permiten ejercer el monopolio de la extracción, transformación y comercialización sobre las maderas, sin atender en lo más mínimo la protección y regeneración del bosque; la creciente articulación de la región a la economía de mercado, incrementando el monocultivo y las actividades extractivas; la desidia oficial en lo que respecta a la protección de los recursos naturales y el mejoramiento de las condiciones de vida de la población de la región; la visión gubernamental de la región como zona de terrenos baldíos, desconociendo la ocupación que por años han hecho las comunidades indígenas y negras de estos territorios, y estimulando la colonización espontánea de campesinos empujados desde el interior del país en busca de mejorar sus condiciones de vida, que han introducido sistemas de manejo inadecuados para el medio, como el de tumba y quema.
La titulación colectiva de los territorios a las comunidades ancestrales constituye una alternativa para frenar y revertir esta situación. Hace más de dos años, ocho comunidades negras de Riosucio fueron las primeras en recibir sus títulos por parte del estado en el marco de la ley 70. Sin embargo, hoy en día estas comunidades, acosadas por la pobreza y las amenazas de bandas armadas que respaldan a los madereros, difícilmente pueden garantizar el mantenimiento del bosque e incluso su propia permanencia en la zona.
El deterioro del catival está llevando a la zona a una creciente desertificación: el bosque desaparece, ecosistemas muy productivos como ciénagas, pantanos, y bosques se han vuelto tierras improductivas, se está dando despoblamiento por desplazamiento forzado de las comunidades locales y de las propias empresas que se han ido retirando a medida que el recurso se agota. Es urgente encarar tareas para la regeneración del bosque y tomar medidas para atender las necesidades de las poblaciones locales y asegurar su permanencia en la zona. Sólo así el catival podrá crecer de nuevo y vivir.
Fuente: Gonzalo Díaz Cañada, Fundación Beteguma, 28/9/99.