Las políticas sobre bosques y agricultura alrededor del mundo tienden a considerar a la tierra como solo eso: tierra. Cuando se percibe de esta manera, como una simple entidad física, la ‘tierra’ puede ser fácilmente dividida o cartografiada o alquilada a otros para que la utilicen o la consideren como un recurso o bien. Esta concepción de la tierra surgió de varias décadas de procesos de encierro y despojo de tierras, que se llevaron a cabo innegablemente con la fuerza y acompañados de violencia. El objetivo principal era controlar la ‘tierra’controlar la ‘tierra’.
Actualmente, la mayoría de la tierra del mundo está sujeta a algún tipo de régimen de concesión (ya sea privada o pública) para regular su acceso, control y/o propiedad. Las concesiones han sido una de las principales formas de organizar la tierra, los bosques y los ‘recursos’ desde la época colonial hasta el capitalismo moderno, otorgando a determinados actores el uso legal o control sobre tierras específicas y marginando a otros. Junto con la Biblia, los colonizadores impusieron una cosmovisión en la que la ‘tierra’ estaba separada del resto de la ‘naturaleza’, incluidos sus habitantes.
En consecuencia, muchas de las resistencias contra la imposición de concesiones, también han resistido la imposición de esta concepción eurocéntrica de ‘tierra’, que está alineada con los intereses de la élite.
Esta concepción de ‘tierra’ ha distorsionado y socavado otros conceptos e interpretaciones del espacio vital. En las tierras altas de Sulawesi, Indonesia, por ejemplo, no existe una palabra para ‘tierra’ en la lengua de los pueblos. Hay una palabra para ‘suelo’ y varias expresiones para bosques que expresan la relación de las personas con él. No existe una categoría abstracta como ‘tierra’. (1) Y el concepto de ‘tierra’ no es el único. Durante una reunión con una comunidad indígena Wixárika en Jalisco, México, en 2016, la investigadora y activista Silvia Ribeiro se dio cuenta de que la gente estaba usando el idioma español para referirse a conceptos como ‘planta’ y ‘animal’. Un miembro de la comunidad le explicó: “No tenemos una palabra para todos los animales que no nos incluya a nosotros, ni para todas las plantas sin nosotros; como si todo fuera uno y nosotros no estuviéramos incluidos”. Cada animal, planta y ser vivo, al igual que cada montaña, río, camino e incluso roca, tiene un nombre; porque todos son sujetos, parte de un mismo continuum de seres que conforman la comunidad de un territorio. (2)
Concesiones por despojo: el control de la tierra para lucrar
El control de las tierras y los ‘recursos’ fue vital para los colonizadores; fue una estrategia para acumular mayor riqueza, influencia territorial, acceso estratégico a los ‘recursos’ y a mano de obra barata (y frecuentemente esclava), lo que permitió a los imperios prosperar. Desplazaron, utilizaron y/o erradicaron por la fuerza a poblaciones indígenas para poder tener acceso a sus tierras. Esta separación de los Pueblos Indígenas de sus territorios y/o de su autonomía sobre sus territorios fue un componente crucial de la colonización; algo que persiste en las estrategias de conservación contemporáneas, así como en las iniciativas de compensación de carbono forestal, como es el caso de REDD+.
Las formas en que los colonizadores impusieron su control sobre la tierra variaron de una colonia a otra, o diferían por el tipo de recurso que les interesaba, según la geografía de la colonia. También cambiaron a menudo durante el período colonial. (3) A raíz del acaparamiento de tierras coloniales, las empresas y los individuos adinerados asociados con los colonizadores se apropiaron de enormes extensiones de tierra y establecieron sus operaciones comerciales. (4)
En el sudeste asiático, por ejemplo, los colonizadores europeos fueron quienes establecieron las concesiones de plantaciones a gran escala en toda la región para expandir y consolidar su control territorial. Esto incluyó la pacificación de disturbios en las zonas rurales mediante la imposición de nuevos estados de control y la creación de nuevas fuentes de acumulación de capital con plantaciones de caucho, café, té, caña de azúcar y coco. Los gobiernos coloniales de la región apoyaron el establecimiento de las plantaciones de caucho al otorgar préstamos a promotores privados, como el ‘Programa de préstamos para plantadores’ de Malasia de 1904, y al otorgar concesiones de tierras a precios muy bajos. En Malasia peninsular, se les facilitaron zonas consideradas como ‘tierras baldías’ –aunque ocupadas y utilizadas por habitantes indígenas– a inversionistas del caucho. En la Indochina francesa, donde surgió la industria del caucho en la década de 1920, las concesiones prácticamente fueron repartidas entre los inversionistas, lo que llevó a amplias adquisiciones de tierras que provocaron enfrentamientos con los Pueblos Indígenas (5).
La Ley de Tierras Agrarias que el gobierno colonial holandés promulgó en 1870 para lo que se conoce actualmente como Indonesia, permitió que empresas y élites extranjeras ocuparan enormes extensiones de tierra. Esta Ley contiene la disposición de que “todas las tierras que no se posean en dominio probado, se considerarán de dominio del Estado”. En consecuencia, los colonizadores holandeses reclamaron la propiedad de la mayor parte de la tierra de su colonia mientras debilitaban el control de los Pueblos Indígenas sobre sus tierras ancestrales. Esto condujo a un aumento no solo de las inversiones holandesas sino también británicas, norteamericanas y franco-belgas, entre otras. Algunas empresas tuvieron explotaciones de caucho en la zona por un total de hasta 100.000 hectáreas. Esto confinó violentamente a los habitantes indígenas en superficies de tierra cada vez más pequeñas. El efecto de esta historia se sufre hasta hoy en día, ya que continúa influyendo en el carácter de la tenencia de la tierra de la mayor parte de Indonesia: el control desproporcionado del Estado sobre la tierra sigue siendo una desgracia para la política y la economía de Indonesia. (6)
Los colonizadores británicos establecieron un marco similar en Malasia, centrándose principalmente en economías basadas en las plantaciones, que servían a los intereses coloniales a largo plazo. Como argumenta la investigadora Amrita Malhi, “los ‘modos consuetudinarios de regulación’ fueron reemplazados por ‘un régimen de propiedad’ y se estableció el Estado colonial como árbitro exclusivo y centralizado de la tierra y su distribución”. (7)
Sin embargo, los colonizadores británicos no solo buscaron consolidar su poder a través del control de la tierra sino también de la reubicación de la población desposeída en espacios más reducidos. Estas nuevas concesiones de ocupación –ya fuera en términos de reservas de bosques creadas para estudiar especies de árboles y otros ‘recursos’ productivos, haciendas de plantaciones de monocultivos o aldeas recién creadas para los desplazados– dividieron los entornos ‘naturales’ y ‘sociales’ de Malasia, permitiendo generar más ganancias con ‘la tierra’. (8) En 1902, un capitalista escocés, William Sime, y un banquero inglés, Henry Darby, fundaron una firma comercial en Malaca con la participación de empresarios locales chinos: Sime-Darby, la empresa que en 1910 introdujo la palma aceitera en la Malasia peninsular (9). Hoy, esta empresa controla más de 620.000 hectáreas de plantaciones de palma aceitera en Malasia e Indonesia.
Otro ejemplo es cómo la colonización británica en las Américas utilizó el sistema de plantaciones como instrumento de control de la tierra y el poder político. La tierra donde se establecieron las plantaciones en los territorios de América del Norte y el Caribe fue robada a los Pueblos Indígenas mediante tratados cancelados, ignorados y fraudulentos, o directamente por medio de la violencia bruta. El sistema de plantaciones de monocultivos comerciales representó uno de los primeros ensayos capitalistas de los colonizadores, quienes trajeron por la fuerza y vendieron a millones de africanos como esclavos para trabajar en estas plantaciones.
Como muestran estos ejemplos, la categoría de las concesiones de tierra debe entenderse en su relación con las historias de colonización, despojo, conflictos y poder.
Estos eventos históricos llevaron a transformaciones dramáticas en los bosques y sus habitantes, transformaciones que tienen y seguirán teniendo efectos devastadores y duraderos. El sistema colonial que se impuso sobre cómo percibir, comprender y utilizar la ‘tierra’ continúa dominando los sistemas de conocimiento occidentales. En cierto modo, las concesiones, en particular las relacionadas con las plantaciones industriales, aún hoy representan espacios donde la tierra, los medios de subsistencia, la ley y el gobierno son monopolizados y colonizados por el sistema colonial dominante de plantaciones (10).
Concesiones en África: violencia, cooptación y racismo
En África, los colonizadores europeos también otorgaron vastas concesiones de tierras a empresas privadas. De hecho, todas las principales potencias coloniales en el continente utilizaron esa estrategia para expandir su control territorial. A mediados de la década de 1870, los colonizadores europeos habían realizado ocupaciones en la mayor parte de África. Podría decirse que el caso más notorio fue el gobierno belga del rey Leopoldo II con el ‘Estado Libre del Congo’, la cual fue su colonia privada durante más de una década (1895-1908).
Dentro de África existían concesiones en colonias francesas, británicas, belgas, alemanas y portuguesas (lo que incluye lo que hoy se conoce como Angola, Botsuana, República Centroafricana, Camerún, Chad, República Democrática del Congo, Gabón, Malawi, Mozambique, Namibia, Nigeria, República de Congo, Tanzania, Zambia y Zimbabue). Si bien la forma que tomaron las concesiones varió ampliamente, un elemento en común fue el propósito principal de los dueños de las concesiones de extraer ‘recursos’ de la manera más barata posible. Se les asignaron poderes que normalmente se asocian con los gobiernos, como el monopolio de la violencia y la capacidad de cobrar impuestos. Algunas colonias se administraron totalmente como concesiones. Por ejemplo, toda Rhodesia (actual Zimbabue) fue otorgada como concesión a la Compañía Británica de Sudáfrica. Además, las concesiones a menudo se otorgaron en áreas ricas en ‘recursos’. (11)
La explotación laboral extrema, junto con la coerción y la violencia, fue una condición básica para que estas empresas pudieran obtener ganancias exorbitantes con las concesiones.
En el África subsahariana, las concesiones a empresas privadas se caracterizaron por la cooptación de las instituciones locales, el reemplazo de los líderes que no cooperaban por líderes obedientes, y la creación de linajes de gobernantes. Con estas tácticas, las concesiones establecieron una serie de hombres fuertes que a menudo aún continúan dominando la política de estos pueblos en la actualidad. Éste es especialmente el caso en los lugares donde se establecieron concesiones para plantaciones de monocultivos. Los líderes que no obedecían o los jefes rebeldes solían ser apresados, reemplazados, degradados descaradamente o asesinados. La obediencia hacia los líderes cooptados se logró a través de la violencia extrema (12). Como la presencia europea se limitó principalmente a las respectivas capitales y ciudades costeras, su régimen a través de jefes e instituciones cooptados caracterizó la mayor parte del continente.
Mientras destruían las instituciones locales, el liderazgo y el tejido social, los europeos emplearon una variedad de estrategias para oprimir las numerosas luchas de resistencia y rebeliones. Entre ellas están los sistemas de trabajo forzado, impuestos que llegaban a grados de extorsión sobre los campesinos, sometimientos, y masacres en masa. Todas estas conllevaron profundas consecuencias en la política y las organizaciones actuales.
En Sierra Leona, por ejemplo, los jefes supremos, los jefes subordinados y los caudillos gobernaron el interior del país durante la era colonial y eran responsables únicamente ante la administración colonial en la capital, Freetown. El poder de los caciques perduró e incluso se fortaleció después de la independencia. Los jefes supremos pasaron a formar parte de la administración estatal, lo que a menudo los puso en conflicto con su papel como jefes en los sistemas de gobierno tradicionales. A lo largo del período posterior a la independencia, estos jefes controlaron la tierra, resolvieron disputas, gravaron la producción, ofrecieron algunos bienes públicos y asignaron votos a sus candidatos preferidos en las elecciones nacionales. (13)
Muchas naciones recién independizadas de África, en gran medida todavía imbuidas de los sistemas coloniales, decidieron nacionalizar su tierra. Los gobiernos se apropiaron de los derechos de uso de estas tierras y asignaron vastas extensiones a grandes proyectos del agronegocio en manos de empresas públicas o privadas, e incluso individuos. Millones de hectáreas de las poblaciones locales fueron confiscadas legalmente (una vez más).
Al respecto, el activista social y ambiental y defensor de los derechos humanos Nasako Besingi, explicó en una entrevista del WRM realizada en 2018, que “Es erróneo que un gobierno reclame la propiedad de la tierra, ignorando los derechos territoriales de las comunidades. De hecho, el problema con las ordenanzas territoriales de África es que fueron formuladas con la ayuda de los amos colonialistas, quienes, sin el consentimiento de la población, entregaron el territorio a los presidentes, que no fueron elegidos por la población sino más a menudo elegidos por los colonizadores para servir a sus intereses a largo plazo (14)
La frase ‘toda la tierra pertenece al Estado’, agregó Besingi, no implica que la tierra sea propiedad del gobierno, sino más bien de toda la población que vive dentro del territorio de un Estado. Un gobierno se describe mejor como una agencia ante la cual se formula, expresa y lleva a cabo la voluntad del Estado, y a través de la cual se determinan y regulan las políticas comunes en términos de desarrollo político, económico y social. El cumplimiento de esas tareas no se traduce en derechos de propiedad estatal sobre la tierra y los recursos naturales del Estado.
“Desde que empecé a participar en movimientos y organizaciones de derechos comunitarios sobre la tierra en Camerún y en otros países”, declaró Besingi, “ninguna de las comunidades con las que me he reunido aceptó la idea de que la tierra es propiedad del gobierno. Ellas afirman que la tierra pertenece a sus comunidades y es un patrimonio ancestral. Ninguna de las comunidades con las que he trabajado está de acuerdo con la presencia de empresas multinacionales en sus tierras, alegando que las empresas se establecieron mediante el uso de la fuerza coercitiva”.
Categorizar la tierra y los ‘recursos’ como concesiones es lo que ha permitido la expansión del sistema capitalista: concesiones para extracción de combustibles fósiles, plantaciones de monocultivos, actividades mineras, infraestructura corporativa a gran escala, etc. Incluso las concesiones del ‘ámbito público’, como las destinadas a la ‘conservación’, están entrando en la misma lógica capitalista de acumulación y quitándoles el control a las poblaciones locales.
El establecimiento de concesiones, de hecho, ha sido un intento de borrar la poderosa resistencia y supervivencia de quienes vivían en esas tierras y bosques antes de su imposición. Cuando se otorga una concesión a una empresa u ONG, se invisibilizan las historias, los recuerdos y el entramado de vida que existió o continúa existiendo en esa ‘tierra’. Las concesiones hacen creer que los legítimos propietarios o usuarios no son quienes originalmente ocuparon, protegieron y trabajaron esos territorios. Pero como señaló un anciano de Gitksan en una reunión con funcionarios del gobierno canadiense por su reclamo de propiedad del territorio de Gitksan: “Si ésta es su tierra, ¿dónde están sus historias?” (15)
Como señaló Besingi, el aspecto clave más importante de las luchas de resistencia de las comunidades en África es “vencer el miedo y la ignorancia inculcados deliberadamente en la población por las administraciones coloniales y poscoloniales... Teniendo en cuenta que los movimientos de larga duración son aquellos que se construyen desde la base y no desde el exterior, la resistencia solo puede ser fuerte cuando está ligada a las preocupaciones de la comunidad”.
En la actualidad, los conflictos por la tierra y la resistencia a la imposición de concesiones se insertan en luchas históricas mucho más profundas en torno a interpretaciones opuestas de lo que significa ‘tierra’ y ‘naturaleza’. Las comunidades que reclaman autonomía y control sobre sus tierras y vidas son parte de esta re-ocupación.
Secretariado Internacional del WRM
(1) Edge Effects, What is Land? A conversation with Tania Murray Li, Rafael Marquese, & Monica White, 2019.
(2) Boletín del WRM, diciembre de 2016, De las compensaciones por biodiversidad a la ingeniería de ecosistemas: nuevas amenazas a comunidades y territorios
(3) Nancy Lee Peluso & Christian Lund (2011) New frontiers of land control: Introduction, Journal of Peasant Studies, 38:4, 667-681.
(4) Roudart, Laurence and Marcel Mazoyer (2015) “Large-Scale Land Acquisitions: A Historical Perspective” in Large-Scale Land Acquisitions: Focus on South-East Asia, International Development Policy,
(5) Miles Kenney-Lazar and Noboru Ishikawa, Mega-Plantations in Southeast Asia: Landscapes of Displacement, 2019.
(6) Inside Indonesia, A 150-year old obstacle to land rights, 2020.
(7) Amrita Malhi (2011): Making spaces, making subjects: land, enclosure and Islam in colonial Malaya, Journal of Peasant Studies, 38:4, 727-746.
(8) David Baillargeon, Spaces of occupation: Colonial enclosure and confinement in British Malaya, 2021.
(9) Robert Fitzgerald, The Rise of the Global Company. Multinationals and the Making of the Modern World, 2016, Cambridge University Press
(10) Edge Effects, What is Land? A conversation with Tania Murray Li, Rafael Marquese, & Monica White, 2019.
(11) Sara Lowes and Eduardo Montero, Concessions, Violence, and Indirect Rule: Evidence from the Congo Free State, 2020.
(12) Idem (11)
(13) VoxDev, Historical legacies and African development, 2019.
(14) Boletín del WRM, diciembre de 2018, Una reflexión desde África: hay que vencer el miedo para construir movimientos más fuertes.
(15) J. Edward Chamberlin, If This Is Your Land, Where Are Your Stories?, Penguin Random House Canada.