La petrolera multinacional Shell afirma que es posible hacer que el carbono emitido al conducir un auto sea “neutro”; solo hay que "compensar" las emisiones plantando árboles o invirtiendo en zonas de bosque existentes en otros lugares. Pero, ¿qué está pasando en esos "otros lugares"?
(Este artículo está disponible in Bahasa Indonesia)
Según empresas como la petrolera multinacional Shell y la aerolínea KLM, es perfectamente posible hacer que el carbono emitido al viajar por tierra o por aire sea “neutro”; simplemente hay que compensar las emisiones de carbono plantando árboles o invirtiendo en zonas de bosque existentes en otros lugares. Sin embargo, lo que a menudo no se dice es que para que haya compensación alguna, esos árboles deben permanecer en pie, por lo menos durante su tiempo de vida. Y eso no es en absoluto lo que siempre ocurre.
Desde abril de 2019, Shell ofrece a sus clientes la opción de hacer que las emisiones generadas al conducir sean “neutras”. Quienes decidan pagar un céntimo extra por litro de gasolina o diesel, o utilicen el combustible V-power, que es un poco más caro, estarán pagando para compensar sus emisiones de carbono. Shell destina ese dinero extra a la plantación de árboles y a inversiones en reservas de bosques existentes. Según la página web de Shell, ya se han compensado las emisiones de más de 20.000 viajes en automóvil de esta manera. Eso equivaldría a alrededor de 55 millones de litros de gasolina. Para compensar esto, según Shell, habría que plantar o proteger 376.000 árboles, que deberían permanecer en pie de por vida.
¿Cómo puede Shell hacer esto?
Entre otras cosas, la compañía petrolera compra créditos de carbono (CO2) del Proyecto de Restauración y Conservación Katingan Peatland (también conocido como el proyecto Katingan Mentaya), en Kalimantan Central, una provincia ubicada en la parte indonesia de la isla de Borneo. Aunque el mayor mecanismo de compensación relacionado con los bosques de los últimos 15 años se denomina REDD+, en Indonesia se usan otros términos, como Proyectos de restauración de ecosistemas o Proyectos de restauración y conservación. Sin embargo, éstos funcionan bajo la misma lógica y propósito de REDD+: permitir que continúe la extracción y la quema de combustibles fósiles.
El proyecto Katingan Mentaya es el mayor proyecto de compensación relacionado a bosques del mundo, según su página web. Fue creado en 2007 por la empresa indonesia PT Rimba Makmur Utama, en colaboración con la agencia de proyectos británica Permian Global y dos ONG: Puter Indonesia Foundation y Wetlands International. El director de la empresa es un ex banquero de JP Morgan en Nueva York, Dharsono Hartono, quien luego de descubrir que la conservación y el lucro son dos caras de la misma moneda, decidió regresar a su país de origen. El Ministerio Forestal aprobó la Concesión para restauración de ecosistemas en octubre de 2013, otorgando aproximadamente 100.000 hectáreas, alrededor de la mitad de la superficie solicitada por la compañía. Tres años después, el Departamento Forestal y de Medio Ambiente aprobó una segunda concesión que abarca casi 50.000 hectáreas.
La reserva tiene una superficie total de 157.722 hectáreas de bosques tropicales y suelos de turba. Los agentes del programa argumentan que, de no haber sido por el proyecto, la zona se hubiera convertido en plantaciones industriales de acacia para la producción de papel. Los créditos de carbono se han vendido desde 2017 a un precio de entre cinco y diez dólares la tonelada y, por lo tanto, la reserva puede ganar hasta 75 millones de dólares por año por “evitar” la emisión de CO2 a la atmósfera.
Sin embargo, “evitar” no significa disminuir la cantidad total de CO2 en la atmósfera. Los créditos de carbono se venden como una licencia para emitir una cantidad similar de gases de efecto invernadero en otras partes del mundo. No hay ganancia climática pero, en el papel, tampoco hay pérdida. De ahí el término de emisiones de carbono “neutras”.
La teoría dice que de poderse asegurar que la misma cantidad de CO2 emitida durante un viaje en automóvil puede eliminarse de la atmósfera en otro lugar, la contaminación se compensa. Pero esto solo cuenta si se puede comprobar que los árboles plantados que estarían “eliminando” el CO2 nunca se habrían plantado sin el proyecto de compensación. De lo contrario, la compensación no es “adicional”. Ahora, si la compensación se basa en la protección de los bosques y suelos de turba existentes, como es el caso de la reserva Katingan Mentaya, la historia se vuelve aún más complicada. ¿Cómo saben con certeza los agentes del proyecto que el bosque que están protegiendo iba a ser talado?
La respuesta es que no pueden saberlo con certeza. Los agentes de los proyectos se basan en perfiles de riesgo y modelos futuros. Estiman las probabilidades futuras de deforestación observando otras zonas similares. A esto se le llama la línea de base. En función de esto calculan la cantidad de CO2 “almacenado” dentro de la zona del proyecto, que luego se convierte en créditos de carbono comercializables. Cada crédito representa una tonelada de “emisiones de CO2 evitadas”. Pero, por supuesto, cuanta más deforestación pronostiquen en sus líneas de base, mayor será la ganancia de CO2 que puedan reclamar y más créditos podrán vender.
Hace cinco años, la agencia de investigación francesa Chaire Economie du Climat concluyó que el 26 por ciento de los 410 proyectos REDD+ analizados se superponían con un área protegida o parque nacional ya existente. REDD+ simplemente sirvió como un logo para atraer nuevos fondos.
Además de esto, otra crítica importante a REDD+ es que los bosques protegidos son vulnerables y pueden desaparecer debido a incendios, tala o enfermedades. Los proyectos de compensación deben garantizar que estos bosques permanecerán en pie durante toda una vida.
A pesar de todo esto, las industrias petroleras y de aviación están adoptando proyectos REDD+, principalmente en el marco de lo que se denomina “mercado voluntario”. Este mercado no solo sirve para que los consumidores se sientan mejor al seguir usando combustible, volando para sus vacaciones o comprando en línea, sino que también sirve, cada vez más, para que las grandes empresas aduzcan estar haciendo algo frente a su contaminación a gran escala y por tanto complazcan a sus clientes y financistas.
Además de Shell, la compañía de automóviles Volkswagen y el banco BNP Paribas también compran créditos de carbono de la misma reserva en Kalimantan. En todo el mundo, desde Camboya hasta Perú y desde Zimbabwe hasta Guatemala, ahora hay cientos de proyectos de este tipo.
Carbono convertido en humo
2019 fue un año de severos incendios en los bosques en Indonesia, los cuales están relacionados estrechamente con la expansión de las plantaciones de palma aceitera. Los incendios que se produjeron entre los meses de julio y octubre transformaron gran parte de Sumatra y Kalimantan en zonas cubiertas de smog tóxico. Las escuelas y los hospitales cerraron, la población local tuvo que usar máscaras, decenas de miles de personas fueron evacuadas y hubo 10 víctimas mortales.
Los incendios también llegaron a la reserva Katingan Mentaya, que limita con una plantación industrial de palma aceitera de la empresa PT Persada Era Agro Kencana. El frágil suelo seco de estas plantaciones permite que el fuego se propague fácilmente. La concesión para plantaciones de palma aceitera en medio del bosque fue otorgada en 2013, a pesar de que en 2011, Indonesia y Noruega acordaron una moratoria sobre la tala de bosques. La industria del aceite de palma es una causa importante de deforestación tropical, genera un volumen importante de emisiones de carbono y drena los suelos de turba. Ésta es una de las razones por las cuales Indonesia es el cuarto mayor emisor de gases de efecto invernadero. Se estima que 2.000 hectáreas de la reserva de Katingan se convirtieron en humo.
En noviembre de 2019, dos periodistas indonesios, Gabriel Wahyu Titiyoga y Aqwam Fiazmi Hanifan, viajaron a la reserva y constataron que “la zona quemada es enorme”. Titiyoga contó: “Caminé aproximadamente dos millas y todavía no puedo ver el final de la cicatriz del fuego”. Los periodistas también encontraron decenas de parcelas agrícolas dentro de la zona del proyecto que, en el papel, no deberían haber estado allí. En un cartel de madera se lee: “Esta zona está controlada por los Dayak”. Los Dayak dicen que nunca les informaron adecuadamente sobre los límites de la reserva. Las parcelas individuales están marcadas con letreros de madera con los nombres de los aldeanos. Para cultivar sus vegetales y arroz, los indígenas Dayak también usan el fuego, pero de una manera muy diferente; lo utilizan de manera controlada. El conflicto sobre el uso de la tierra y los bosques en la zona del proyecto, sin embrago, se remonta a muchos años atrás.
En 2014, el gobernador de Kalimantan Central prometió a cada familia Dayak cinco hectáreas de tierra agrícola. Pero todavía tenían que decidir dónde se ubicaría esa tierra. Durante las elecciones provinciales de 2017, un político local les prometió lo mismo. Ahora los Dayaks reclaman la tierra que les prometieron basándose en documentos con esta información. No obstante, jurídicamente no tienen sustento para su reclamo.
Hay alrededor de 40.000 personas que viven en 34 aldeas en torno a la zona del proyecto. Quinientos aldeanos fueron entrenados como bomberos en el marco del proyecto. Para “evitar una pelea”, el proyecto ofreció a las comunidades 100 millones de rupias (unos US$ 10.000) al año para proyectos de capacitación y educación, con el objetivo de hacer que trabajen la tierra sin el uso de fuego o productos químicos. Cuatro aldeas se negaron con el argumento de que el dinero no era suficiente.
Pero, ¿cómo pueden las personas en el Norte global conducir con emisiones de carbono “neutras” cuando parte de la reserva de compensación se incendió? De acuerdo con la empresa certificadora estadounidense Verra, que otorga la etiqueta VCS (sigla de Verified Carbon Standard) y supervisa el comercio de carbono de este proyecto, aun cuando se incendiara toda la reserva, los clientes de Shell podrían igualmente conducir siendo “climáticamente neutrales”. Cada reserva de compensación para CO2 retiene un porcentaje de créditos en un “fondo de emergencia” para créditos que se pierden en otro lugar. “Es como un seguro de riesgo”, dice Naomi Swickard, directora de desarrollo comercial de Verra. Eso significa que la cantidad de CO2 que perdió el proyecto de compensación en Indonesia, se compensaría a su vez a través de un sistema de seguro con créditos generados por otro bosque conservado en otra parte del mundo.
En consecuencia, la reserva Katingan Mentaya, que en teoría contiene el carbono equivalente al emitido por los automóviles en el norte global, enfrenta la amenaza de incendios forestales y el establecimiento de grandes plantaciones de palma aceitera, así como el accionar de organismos gubernamentales que emiten permisos superpuestos. Aun así, se venden los créditos de carbono y compañías altamente contaminantes aseguran a sus clientes que sus emisiones están siendo compensadas. Tan solo es necesario que, de alguna manera, los árboles siempre permanezcan en pie.
Los proyectos de compensación de bosque en gran parte culpan a los pueblos de los bosques y a la agricultura campesina por la deforestación, sin abordar las causas políticas y económicas subyacentes de la deforestación. Tampoco cambian la presión que existe sobre los bosques y la tierra.
El gobierno indonesio tiene como objetivo reducir sus emisiones de CO2 en un 29 por ciento para 2030, a través de sus propios esfuerzos, al tiempo que afirma que podría alcanzar el 41 por ciento con apoyo internacional. Las previsiones son que los incendios de 2019 reducirán ese objetivo a alrededor del 20 por ciento. “Todavía nos queda mucho por hacer desde ahora hasta 2030. El Presidente ordenó que en el próximo año [2020] no debe haber incendios forestales”, declaró Ruandha Agung Sugardiman, Director de Control de Cambio Climático del Ministerio de Medio Ambiente. Y en el caso de que el gobierno necesitara reservas de carbono adicionales para sus objetivos nacionales de reducción, se podría retener las acciones de las empresas en el mercado de carbono para evitar que se vendan. Esta condición, según Ruandha, es parte de los contratos de las empresas.
Desde 2007, el año en que comenzó REDD+, la concentración de CO2 en la atmósfera no ha hecho más que aumentar. Los gobiernos y las empresas presentan sus proyectos de tipo REDD+ como un primer paso en sus “acciones” para la mitigación del clima, y el mundo aplaude. Pero, en la práctica, las industrias obtienen permiso para seguir extrayendo petróleo, expandiendo plantaciones o deforestando, y los consumidores continúan viajando por tierra y por aire sin preocupaciones. Los proyectos de compensación (de bosque) no son una solución para el cambio climático, ya que las emisiones deben reducirse drásticamente en donde se producen, y no compensarse.
Este artículo es un resumen de los siguientes artículos periodísticos:
Daphné Dupont-Nivet (solo disponible en holandés):
- De Groene Amsterdammer, Het klimaatbos gaat in rok op, diciembre de 2019
- Trouw, Het CO2-compensatiebos van Shell: brandstichting en ruzie met de lokale bevolking, diciembre de 2019
- Investico, Branden en boeren bedreigen Shell-Klimaatbos en Indonesia, diciembre de 2019
Artículo de Gabriel Wahyu Titiyoga, The Carbon Center’s Staggered Walk, publicado en la revista Tempo (en inglés)
Artículo de REDD-Monitor, Indonesia’s Katingan REDD Project sells carbon credits to Shell. But that doesn't mean that the forest is protected. It is threatened by land conflicts, fires and palm oil plantations, diciembre de 2019 (en inglés)
Reportaje en video de los medios indonesios, Narasi Newsroom (en Bahasa):