La Conferencia de las Partes de la Convención Marco sobre Cambio Climático --precedida por una reunión de sus Cuerpos Subsidiarios en el mes de setiembre en Lyon-- tendrá lugar en la Haya en noviembre próximo. El críptico lenguaje utilizado en las negociaciones sobre el clima --y los objetivos todavía más oscuros de muchos gobiernos y empresas-- hacen necesario traducir lo que está siendo negociado utilizando conceptos comprensibles, para así facilitar la tan necesaria participación pública en este debate. A fin de contribuir con este propósito hemos dedicado el presente número del Boletín del WRM enteramente a este tema, de vital importancia para la humanidad en su conjunto.
La solución al calentamiento global --que está sucediendo ahora mismo y siendo sufrido por millones de personas en todo el mundo-- es en teoría muy sencilla: reducir sustancialmente las emisiones de gases de efecto invernadero, en especial de dióxido de carbono. ¿De dónde provienen las emisiones de este gas? La mayoría proviene del uso de combustibles fósiles (carbón, petróleo y gas natural), cuyo carbono estaba almacenado en forma segura bajo la superficie de la Tierra. La extracción de enormes y crecientes volúmenes de combustibles fósiles está en el meollo de la crisis del clima. Existen otras fuentes de emisiones de gases de efecto invernadero, entre las cuales la deforestación --por la que se libera el carbono retenido en la biomasa de los bosques-- la que también debe ser abordada. Pero por lejos el uso de combustibles fósiles constituye la causa más importante.
La forma de reducir el uso de combustibles fósiles es reemplazarlos lo antes posible por fuentes de energía ambientalmente adecuadas. Tal solución es técnicamente viable, pero fuerzas muy poderosas --como la industria petrolera-- y un número de gobiernos de los países industrializados se oponen a este enfoque, sosteniendo que resultaría demasiado caro.
Empero, dado que la opinión pública está cada vez más preocupada por el cambio climático, esas mismas fuerzas y gobiernos tienen que dar al mundo un mensaje positivo para demostrar que están ocupándose del problema. En 1997, los gobiernos de los países industrializados finalmente se comprometieron a reducir las emisiones en el Protocolo de Kioto de la Convención sobre Cambio Climático. Pero simultáneamente inventaron el denominado Mecanismo de Desarrollo Limpio (MDL) a fin de evitar cumplir esos incluso insuficientes compromisos.
En tanto los expertos realizan encuentros y hablan de mecanismos cuyo propósito es básicamente eludir esos compromisos, hay organizaciones y comunidades que están implementando reales mecanismos para abordar el uso excesivo de combustibles fósiles. Entre ellas deseamos destacar la lucha de los pueblos indígenas que se oponen a la prospección y extracción petrolera en sus territorios. En el contexto del cambio climático, éste constituye el perfecto ejemplo de Mecanismo de Desarrollo Limpio: la opción cero petróleo.
Sin embargo, los intereses empresariales implicados en las negociaciones sobre el clima y sus expertos permanecen ciegos a esas realidades y están, en cambio, inventando astutos esquemas para evitar tomar el toro por los cuernos. Entre los esquemas más astutos está el de la creación del “mercado del carbono”, que comprende el uso de bosques y plantaciones forestales como sumideros de carbono.
Más allá de cuan absurdos estos astutos esquemas puedan llegar a ser, parecen estar recibiendo un creciente apoyo por parte de una serie de actores que tiene mucho para ganar si los mismos son aprobados en la próxima Conferencia de las Partes.
Muchos gobiernos están también apoyando esta iniciativa de comercio de carbono a través de sumideros. Para algunos gobiernos del Norte es ésta una manera fácil y barata de no tener que cumplir con los compromisos relacionados con disminuir las emisiones. Por su parte, algunos gobiernos del Sur lo ven como una forma de ganar algún dinero al contado por la venta de sus servicios de basureros de carbono. Sin embargo, los gobiernos del Sur tendrían mucho más para ganar si exigieran al Norte que se hiciera responsable de la “deuda de carbono” acumulada, la que por lejos excede la deuda convencional del Sur.
En resumen, la sociedad tiene un papel de suma importancia que cumplir, presionando a los gobiernos para inducirlos a cambiar el actual rumbo que han emprendido. La Convención sobre Cambio Climático parece haberse olvidado de que su tarea es asegurar que las futuras generaciones habrán de heredar un planeta vivible. Y la gente puede hacerla entrar en razones señalándole que es ahora cuando deben acordarse e implementarse verdaderas soluciones. Que la Convención no es un mercado para comercializar créditos de carbono sino un foro para abordar un problema muy real. Que el futuro de la humanidad no es negociable.