Cuando hace 250 años los británicos invadieron India, se encontraron con que el subcontinente estaba cubierto por un mosaico de vegetación que no pudieron comprender. Árboles altos y oscuros, plantas trepadoras llenas de nudos, praderas silvestres... la propia abundancia tropical de los bosques indios los impactó y los anonadó. Los bosques terminaron significando una cantidad de asuntos (o cosas) más simples: serpientes, tigres, salvajes o rebeldes, plagas y aventuras. Sin embargo, los colonos y comerciantes británicos nunca pasaron por alto lo que había de mundano y práctico detrás de lo “exótico” y “oriental”. La East India Company siguió “construyendo el imperio” y los primeros cien años de dominio británico fueron testigo del saqueo colosal de la mitad de la vegetación forestal de la India. Las maderas resultantes terminaban alimentando las vías de ferrocarril y los astilleros nuevos y antiguos tanto en India como en Inglaterra. La tierra “desbrozada” se adjudicó a plantadores blancos (té, café, índigo y caña de azúcar) y a los “zamindars” nativos, la nueva clase de señores feudales creada por los británicos.
El despojo no habría de detenerse antes de 1860, cuando un siglo de construcción del imperio y las presiones y compulsiones políticas asociadas habían resultado en gobernantes más sensatos y en muchos lugares se dejó a los bosques en paz, por ejemplo aquellas zonas bajo el control administrativo de reyes y nawabs “nativos”. A los bosques dentro del imperio les aguardaba otro destino. En 1864 se creó el Imperial Forest Service, la primera administración de bosques para el Imperio Británico. En 1868 y 1878, India fue “obsequiada” con su primera política sobre bosques y su primera ley sobre bosques [respectivamente], que prescribían, entre otras cosas, la prohibición a las comunidades indígenas de vivir en el bosque y restringir el uso del bosque por parte de éstas. En el interés de la reina y el imperio, los británicos declararon “dominio eminente” a todos los recursos de propiedad colectiva “sin asentamientos” y “sin propietario”, como las praderas y los bosques, lo que significaba que el Estado colonial los “gestionaría” como mejor entendiera. La “gestión” de los recursos (los británicos la llamaban manejo forestal científico) era la llave que, según la política india para los bosques, haría que los bosques fueran más homogéneos y productivos.
“Homogeneización” era la palabra mágica con la que empezaba cada plan de trabajo relativo a los bosques de India (hasta muy recientemente: 1988). Quizás la verdadera urgencia residía en la forma de pensar colonialista, que prescribía domesticar o amansar lo salvaje, es decir hacer de un paisaje pagano algo civilizado. De modo que entre 1864 y 1947 (cuando los británicos se fueron de India) a los bosques indios se les enseñó el “orden”, con prolijas filas de pinos altos y elegantes rellenando las laderas y los monocultivos de sal (Shorea robusta) y teca (Tectona grandis), en lugar de la “chusma” (‘jhar’ en hindi vernáculo). De hecho, los bosques se administraban cada vez más como haciendas y en ellos comenzaron a establecerse poblados (nuevas colonias de trabajadores de las plantaciones). Más tarde, cuando Dietrich Brandis, el “padre de la forestación india”, desarrolló el sistema ‘taungya’ de plantación, muchos de estos poblados pasaron a ser conocidos como ‘taungyas’. El sistema taungya se convirtió en el principal método de plantación no solamente en India sino también en varios países asiáticos y africanos.
Desde el punto de vista ecológico, el sistema taungya devolvió a los sistemas de bosques tanto tropicales como templados el componente del fuego que tanto se necesitaba. En lo socio-político, brindó una solución temporaria al problema de la creciente intranquilidad tribal en las zonas boscosas de la India británica. Las aldeas taungya tenían una suerte de espacio de “rehabilitación” para los ‘jhumiyas’ (agricultores itinerantes) desplazados, donde podían talar bosques y quemar la zona para cultivar alimentos. Después los agricultores tenían que establecer plantaciones en esa tierra. En los primeros años de taungya este trabajo era obligatoriamente “pordiosero”, es decir que los cultivadores no recibían salario. No obstante esto, los poblados taungyas tenían algunas mejoras respecto de las aldeas pre-taungya de los bosques. En Bengala, por ejemplo, empezaron a surgir aldeas “permanentes” en los bosques a partir de 1910 y los pobladores firmaron acuerdos o pactos con el Departmento. En estos acuerdos se estipulaban algunos privilegios para los habitantes de las aldeas de los bosques tales como madera y otros implementos para la construcción de viviendas, leña y forraje gratuitos, además de tierra cultivable.
El departamento forestal de la India independiente continuó con la tarea de homogeneizar los bosques, lo que fue legitimado por la política forestal de 1952, según la cual los bosques se administrarían de forma de cubrir las “necesidades supremas” de la nación. Estas necesidades se tradujeron en forestación comercial agresiva y, según cifras de la Comisión de Planeamiento y la Encuesta Forestal India, en los 38 años siguientes surgieron más de 17 millones de hectáreas de plantaciones, hasta que la nueva Política Forestal de 1988 estableció una moratoria a la tala de bosques. Sin embargo, las plantaciones continuaron después de 1988 y en los períodos correspondientes a los planes quinquenales octavo y noveno se crearon cerca de 16 millones (!) de hectáreas de nuevas plantaciones. A pesar de que la política de 1988 hablaba de integrar las necesidades de biomasa y sustento de las comunidades de los bosques a los futuros planes y estrategias de manejo de los bosques, los programas de plantaciones en India siguen siendo gobernados por las necesidades de la industria y los consumidores urbanos. La elección de las especies deja esto en claro. Según cifras de 1999 de la Encuesta Forestal India, hasta 1997 el departamento forestal había creado 15 millones de hectáreas de plantaciones, que incluyen grandes bloques de plantaciones para celulosa y papel (el eucalipto y la teca constituyen cerca del 16% de la superficie total). En virtud de programas de forestación sociales o privados se establecieron cerca de 20 millones de hectáreas de plantaciones en tierras agrícolas.
De acuerdo con la Evaluación de Recursos Forestales (2000) de la FAO, India tiene 34 millones de hectáreas de plantaciones, y si nos guiamos por los objetivos de los planes, es probable que pronto tenga otros 30 millones. Añádanse cuatro o más millones entre 2000 y 2005 y obtendremos para 2020 la gigantesca superficie de 65-70 millones [de hectáreas] de plantaciones, cerca del 36 % del total mundial. Como era de esperar, el gobierno de India preconiza la fórmula PPP (asociación público-privada) del Banco Mundial para cubrir los costos, lo que significa que el Estado firmaría contratos con empresas (o instituciones financieras internacionales o lo que sea) en nombre de las comunidades de usuarios movilizadas a través de la Ordenación Conjunta de los Recursos Forestales. Ya se han practicado experimentos así en el estado de Andhra Pradesh, donde se expulsó a comunidades enteras de sus tierras (oficialmente “invadidas”). El poderoso grupo de presión de la celulosa y el papel en India exige que las tierras boscosas “degradadas” se arrienden a las empresas para establecer plantaciones “protegidas”, y por el momento están pidiendo una “pequeña” cantidad de 1,6 millones de hectáreas. Esto ocurre a pesar de varios informes y recomendaciones de organismos del gobierno en cuanto a que tales acciones pueden tener impactos adversos sobre las comunidades de los bosques.
Mientras las plantaciones crecen y cubren el país, los trabajadores originales de las plantaciones indias, los aldeanos de los bosques, siguen languideciendo en sus ghettos, privados de todo privilegio y despojados de todo derecho. Puesto que hoy la forestación es una industria sumamente mecanizada que exige una gran inversión de capital y que las prácticas de manejo forestal del país muestran un muy encomiado cambio de paradigma a favor de la “conservación de la biodiversidad”, la importancia del trabajo forestal ha decaído. Para los aldeanos del bosque esto se traduce en desempleo perpetuo, penurias económicas inenarrables y miseria. Los aldeanos no tienen acceso a diversos planes de desarrollo o préstamos bancarios ni ningún derecho de propiedad sobre sus tierras agrícolas o viviendas. En muchas zonas el Departamento Forestal los amenaza con la expulsión. Difícilmente haya mejores ejemplos de un Estado soberano que declara persona non grata a un cuerpo entero de sus ciudadanos y les declara la guerra.
Listo el escenario para una invasión mercantil a gran escala en términos de comercio de carbono y de servicios ecosistémicos, los bosques y las comunidades de los bosques de India luchan contra la doble amenaza de la forestación de producción y protección.
Por Soumitra Ghosh, correo-e: soumitrag@gmail.com