Todo el mundo parece estar de acuerdo acerca de la necesidad de proteger lo que queda de los bosques del planeta … mientras los bosques continúan desapareciendo al mismo ritmo alarmante de siempre. Por lo tanto, resulta crucial distinguir entre quienes están genuinamente comprometidos con la protección del bosque y aquellos cuyos hechos van en la dirección opuesta a sus palabras. Al respecto, la mayoría de los artículos incluidos en este número del boletín del WRM constituyen buenos ejemplos.
Tomemos el caso del artículo sobre Ecuador, donde las comunidades locales están luchando para impedir que una compañía minera canadiense destruya su ambiente, dentro del cual está una zona de bosque primario de enorme valor biológico, ubicada en la zona de amortiguamiento de una de las reservas ecológicas más importantes del país. Hombres, mujeres y jóvenes se han organizado bajo la consigna común e innegociable de “No a la Minería”, que actualmente cuenta con el apoyo unánime de todos los gobiernos locales de la región, además del de las comunidades que están dentro de los límites de las concesiones mineras o en sus adyacencias.
En el caso de Congo, el pueblo local Efe ha utilizado y protegido el bosque Ituri durante siglos. A principios de la década de 1990, compañías madereras europeas y malayas comenzaron a destruirlo –y con ello las formas de vida y sustento de los Efe- mientras que el apetito de las empresas transnacionales sobre los minerales de la región –oro y coltan- trajeron consigo guerras y mayor destrucción del bosque.
En Laos, la empresa consultora noruega Norconsult ganó un contrato de un millón y medio de dólares para supervisar las obras de construcción de la represa Xeset 2, financiada por la Agencia Noruega de Cooperación para el Desarrollo (Norad). China también está muy involucrada: el Banco de Importaciones y Exportaciones de China financia el 80% del proyecto de US$ 135 millones y el principal contratista es la empresa china Norinco (China North Industries Corporation). Una persona del lugar dice: “No queremos que construyan la represa pues le hará mucho mal a nuestra tierra y al ambiente. ... Pero no nos atrevemos a oponernos a los funcionarios del gobierno”. Los organismos y consultores oficiales –de Laos, Noruega y China- saben que esto es verdad, pero siguen adelante con los planes.
Todo el mundo sabe que las plantaciones de palma aceitera son una causa importante de destrucción del bosque. Sin embargo, la demanda de biodiesel por parte del Norte está impulsando la expansión de este cultivo a lo largo y ancho de los trópicos. En el caso de Tailandia, el gobierno planea aumentar las plantaciones de las actuales 400.000 hectáreas a 1,2 millones de hectáreas para el año 2009. Tal como expresa el artículo incluido en este boletín: “Si la palma aceitera se expandiera según los planes del gobierno, Tailandia perdería irremediablemente su soberanía alimentaria, sus bosques y su diversidad biológica. Sería una catástrofe para el pueblo tailandés”.
Varios otros artículos ofrecen más ejemplos del doble discurso gubernamental y empresarial. Afortunadamente la moneda tiene dos caras. La otra cara incluye a los pueblos locales organizados y a las organizaciones que los apoyan, que llevan adelante su propia agenda social y ambiental.
Por ejemplo, a fines de abril de este año, en Brasil, el Movimiento de Trabajadores Rurales Sin Tierra (MST) y Vía Campesina organizaron una Reunión Internacional sobre Plantaciones de Monocultivos de Eucaliptos para trazar una estrategia de acciones conjuntas contra el avance de las plantaciones de monocultivos forestales y fábricas de celulosa en el Sur.
También en abril, organizaciones de pequeños productores, ONGs y otras organizaciones sociales uruguayas llegadas de los cuatro rincones del país lanzaron una Iniciativa Nacional para la Suspensión de la Forestación.
En Uganda, el gobierno finalmente decidió en mayo desistir de su intención de entregar la Reserva del Bosque Mabira Central para el cultivo comercial de caña de azúcar. Esta decisión fue el resultado de enérgicas manifestaciones –que dejaron un saldo de cinco personas muertas y muchas más heridas- de la población local en contra de la destrucción del bosque.
En Costa Rica, varias organizaciones están promoviendo una restauración del bosque centrada en la familia, a partir de la experiencia documentada realizada en el país, en oposición al modelo de plantaciones de monocultivos de árboles aplicado hasta la fecha.
En resumen, los gobiernos simplemente hablan sobre la conservación de los bosques, mientras que la gente lleva a cabo acciones reales para proteger sus bosques y su ambiente. La explicación para lo primero es el lucro. Esto resulta claro en el artículo sobre la fábrica de celulosa finlandesa Botnia en Uruguay:¿Por qué se están usando dineros públicos de la UE? Como dice el autor, “... esa es la respuesta a la pregunta. El dinero público de la UE va para Botnia porque beneficia a la industria europea”. La explicación de las luchas de los pueblos para proteger sus bosques es igualmente simple y está ejemplificada en el artículo de República Democrática del Congo: “Entenderán por qué nos llamamos Pueblo del Bosque... Cuando el bosque muera nosotros también moriremos”.