EL 27 de abril del 2007, luego de una visita a la Amazonía, el Presidente de la República Eco. Rafael Correa decretó la veda para la extracción de madera en la zona debido a la inminente desaparición de los bosques nativos del país. Pese a esta declaratoria la extracción de cedro en el interior del Parque Nacional Yasuní (PNY) y en la Zona Intangible (ZI) continúa imparable.
El Parque Nacional Yasuní y la Zona Intangible son territorio de los Pueblos Indígenas en Aislamiento Voluntario (PIAV) Tagaeri/Taromenane. La invasión a su territorio por parte de compañías petroleras, madereros y turistas ha puesto a estos pueblos al borde de la extinción. Varias medidas han quedado escritas en el papel hasta la fecha para evitar que esto suceda, que no se han implementado.
En un recorrido por la Zona Intangible, miembros del Pueblo Huaorani junto con campañistas de Acción Ecológica, constataron la presencia de varias cuadrillas de madereros extrayendo cedro en la espesura de la selva. La situación de estos hombres es tan penosa que no tienen otra alternativa que poner en riesgo su vida a cambio de poder contar con un ingreso del cual sobrevivir. Quienes se benefician y controlan el negocio de la madera del Yasuní no son estos jornaleros que arriesgan su vida, sino empresarios madereros que están seguramente en posiciones cómodas e influyentes manipulando sus hilos de poder.
En el Puente del Río Shiripuno, canoas de gran calado cargadas con cuadrillas de jornaleros, armas de fuego, motosierras y mulas, penetran sin dificultad en la selva para extraer tablones de cedro, madera muy cotizada por su calidad y escasez.
En este lugar de la Amazonía no cuentan las declaraciones del Presidente, ni el Decreto de Delimitación de la ZI, ni la veda que la Ministra del Ambiente decretó el 11 de Enero del 2007 para el cedro y la caoba. No cuentan porque no hay quien implemente estas medidas. Hasta la fecha no se ha podido concretar una coordinación entre las autoridades y ministerios responsables, no existen puestos de control en las carreteras, ni a la entrada del parque, ni en los puertos, el sistema forestal continúa siendo deficiente y corrupto y la madera circula alegremente hasta Guayaquil para su exportación o a Tulcán para el mercado de Colombia.
Navegando por el río Shiripuno encontramos dos canoas grandes que bajaban tranquilamente con sus ocupantes rumbo a los campamentos madereros instalados bosque adentro. Las huellas de la invasión son visibles, claras en medio de la selva: plásticos, basura, grandes bloques de tablones de cedro flotando a la orilla del río y semi escondidos en la rivera.
En el río Cononaco, se encontró un aserradero clandestino; los tablones estaban apilados en espera de que “sus dueños” vinieran a recogerlos. Muy cerca de este lugar se han dado varios ataques de los Tagaeri/Taromenane para defender su territorio de las invasiones. A pesar del riesgo de un nuevo enfrentamiento, se continúa extrayendo cedro del lugar.
El viaje continuó por el Shiripuno hasta llegar a la comunidad huaorani de Boanamo. Frente al desembarcadero se encontraba una canoa donde cargaban tablones de madera que llegaban, en una embarcación mas chica, por el estrecho río Boanamo. Tres hombres desembarcaron la madera y luego regresaron por el Boanamo aguas arriba.
La gente de Boanamo manifestó que esta madera la había mandado a sacar otro huaorani llamado Ike, de la comunidad de Tigüino. No habían negociado nada con Boanamo y encargaron al guía de este recorrido que cuando saliera le preguntara a Ike si era verdad que la madera era suya.
En Boanamo viven 15 personas. El jefe de la comunidad es Omayegue, ni él ni su esposa hablan español. Ninguno de los dos está de acuerdo con la extracción de madera de su territorio. Durante la tarde y noche que permanecimos en la comunidad, mantuvimos conversaciones con Nantu Guaponi, guía del recorrido, acerca de su desacuerdo con la extracción de madera y su disposición de encontrar alternativas económicas para la comunidad.
Según las conversaciones mantenidas en esta comunidad, los Taromenane viven a escasas horas de camino desde Boanamo. Omayegue conoce sus caminos y hasta suele pasar semanas enteras recorriendo su territorio, de la misma manera en que lo ha hecho el pueblo huaorani desde hace miles de años.
Subimos 15 minutos por la bocana del Tiwino hasta encontrar un campamento maderero habitado, donde vimos ropa colgada y un fogón. Tenía el techo de plástico negro y parecía albergar a mucha gente. Las condiciones del campamento eran elementales, apenas se podía apreciar el techado levantado con troncos. Sobre el río y junto al campamento había una canoa mediana con tanques de combustible. A 100 metros del campamento había una gran cantidad de tablones semi-escondidos.
De regreso, sobre la vía Auca no encontramos ningún puesto de vigilancia para el control de los camiones cargados que circulan con madera.
Estos hechos comprueban que la tala ilegal de cedro es un problema que no ha sido resuelto dentro del Parque Nacional Yasuní, el Territorio Huaorani y la Zona Intangible. Se necesitan acciones urgentes para terminar con esta peligrosa amenaza. La situación especial de protección para la ZI es conocida por todos los actores (menos por los pueblos libres) y aún así nadie la respeta. Tampoco existe la voluntad de hacer respetar la legislación existente. Como dicen los madereros “digan lo que digan en Quito, aquí todo sigue igual”.
Deben adoptarse medidas urgentes que incluyan puestos de vigilancia de ingreso al PNY, puestos de control de madera, control permanente de circulación de camiones, concientización y alternativas económicas para las comunidades indígenas involucradas en el tráfico, negociaciones y posibilidades de trabajo para que los madereros que ingresan al PNY salgan pacíficamente, seguimiento de las denuncias presentadas en la fiscalía contra los intermediarios, que desemboquen en las cabecillas de esta mafia.
Es muy importante llegar a acuerdos con las poblaciones locales con el objetivo de que éstas se conviertan en los principales actores involucrados en el mantenimiento del PNY y sus recursos.
Deben desarrollarse políticas para la protección de los Pueblos Indígenas en Aislamiento Voluntario en coordinación con la CONAIE, declarar la ZI como territorio indígena de los PIAV conservando su condición de intangibilidad a perpetuidad y prohibir medidas que impulsen el contacto.
Adicionalmente, no se deben dar mas licencias para la extracción de hidrocarburos dentro de la reserva de Biosfera Yasuní y la comunidad internacional debería apoyar la propuesta de mantener el crudo bajo la tierra en el bloque ITT, tal como lo ha planteado el gobierno ecuatoriano.
Por Nathalia Bonilla, Campaña de Bosques, Acción Ecológica, correo electrónico: foresta@accionecologica.org, www.accionecologica.org