“No se manifestaba la faz de la tierra. Sólo estaban el mar en calma y el cielo en toda su extensión. No había nada junto, que hiciera ruido, ni cosa alguna que se moviera, ni se agitara, ni hiciera ruido en el cielo. No había nada que estuviera en pie; sólo el agua en reposo, el mar apacible, solo y tranquilo. ... Sólo el Creador, el Formador, Tepeu, Gucumatz, los Progenitores, estaban en el agua rodeados de claridad.” (Fragmentos del Popol Vuh, el libro sagrado de los mayas que explica el origen del mundo)
En química, el agua, con la fórmula H2O, se explica como una sustancia que proviene de la reacción del hidrógeno y el oxígeno. Tiene un peso molecular de 18 gr/mol y sirve de base para medir la densidad de las sustancias. El calor la hace pasar del estado líquido al gaseoso y el frío del estado líquido al sólido. El agua es vapor, nube, hielo, granizo, nieve, líquido, lluvia, quebrada, río, mar. Es también un ácido, un hidróxido, una sal y un óxido.
Sólo un pequeño 2,5% del total del agua existente en el planeta es dulce y por lo tanto de uso humano. Para el concepto urbano occidental y moderno el agua es un recurso renovable y la tendencia creciente es a considerarla un elemento de consumo más, una mercancía que se puede comprar y vender, apropiar, despilfarrar y contaminar.
Pero para las antiguas culturas y aún aquellas que todavía no han perdido del todo su ligazón con la naturaleza, el agua es un elemento sagrado, inspirador de mitos y leyendas. En algunos casos, por la dificultad de conseguirla y conservarla le llegaron a conferir un valor casi divino. El agua es nacimiento desde su fluidez y en su brotar es eternidad.(1) Por eso aparece como elemento originario asociado a lo sagrado en la gran mayoría de las religiones: en los textos de la Torá judía, del Antiguo Testamento cristiano, del Corán musulmán, en los códices de las religiones precolombinas, en las prácticas del hinduismo con el río Ganges como centro, en los mitos egipcios marcados por las crecidas anuales del río Nilo, en las tradiciones griegas, romanas y chinas.
En la actualidad, los Pueblos Indígenas del 3er Foro Mundial sobre el Agua celebrado en Kyoto, Japón, en marzo de 2003, declararon que se comprometían “a honrar y respetar el agua como un ser sagrado que sostiene toda la vida. Nuestros conocimientos, leyes y formas de vida tradicionales nos enseñan a ser responsables, cuidando este obsequio sagrado que conecta toda la vida”. Cuando el agua es concebida como sagrada, no tiene precio y su valor trasciende la especie humana.
Por fuera del concepto de sacralidad existe igualmente una corriente de pensamiento que concibe el derecho al acceso al agua potable como un derecho humano básico. En 1977, en Mar del Plata, Argentina, se organizó la primera Conferencia de las Naciones Unidas sobre el Agua y fue punto de partida de una reflexión acerca de una política global para el agua. Allí la comunidad internacional constataba por primera vez que todas las personas tienen igual derecho de acceso al agua potable, en cantidad y calidad suficientes como para cubrir sus necesidades.
Es que hoy, 1.400 millones de personas -1 de 4 habitantes del planeta- carecen de agua potable. Las diferencias y tensiones no dejan de aumentar. Mientras el consumo medio de los habitantes de California, Estados Unidos, supera los 500 litros diarios, en Sudán esta cifra cae a 19 litros.
En 1992, la Agenda XXI de la Cumbre de la Tierra, celebrada en Río de Janeiro, Brasil, volvía a esa idea. En 2000, la Asamblea General Extraordinaria de las Naciones Unidas fijó la meta de reducir a la mitad el número de personas que no tienen acceso al agua potable para el 2015. El primer Foro Alternativo Mundial sobre el Agua (2), celebrado en Florencia, Italia, en 2003, inspirado en el Manifiesto del Agua (3) así como en las reflexiones del Foro Social Mundial de Porto Alegre, pregona a favor de «otra política mundial y local del agua» y busca asegurar «el derecho al agua para todos los 8 mil millones de personas que van a vivir en el planeta en 2020 ».
Pero todos estos son enunciados que no han sido sostenidos en las esferas de decisión por las voluntades políticas que deben hacerlos aplicar. Por el contrario, en todo el mundo aumenta la presión por privatizar el servicio de agua, al igual que otros tantos rubros y servicios. Las transnacionales del agua --como Bechtel, Veolia, Suez, Saur Bouygues, Nestlé, Vivendi Environnement, Danone, RWE, Thames Water, Southern Water, Coca-Cola, Aguas de Barcelona, por nombrar algunas-- cuentan para ello con los organismos multilaterales financieros que imponen recetas privatizadoras a los países del Sur.
La apropiación del agua y generalmente su contaminación por el sector industrial se produce también por su uso y abuso --generalmente gratuito-- para emprendimientos tales como fábricas de celulosa (que requieren grandes volúmenes de agua), minería, granjas camaroneras. Algunas de estas actividades suponen además el deterioro y la destrucción del bosque, lo que a su vez incide directamente en el ciclo del agua en la medida que el bosque es un elemento clave del mismo.
Los monocultivos de árboles a gran escala son también una forma de apropiación del agua, pues las especies de rápido crecimiento actúan como sifones de las napas subterráneas, en detrimento de otras actividades circundantes a la plantación.
En el Taller Popular en Defensa del Agua que se realizó en México en 2005 se identificaron “algunas de las caras que asume la privatización” (4). Entre ellas figuran:
* Privatización de los territorios y biorregiones. Las empresas que comercian y/o necesitan masas de agua para sus actividades van por la privatización de territorios y biorregiones enteras para garantizarse el uso monopólico del recurso, protegidas por cambios en las legislaciones.
* Privatización por desviación de aguas. La construcción de represas, hidrovías y desviación de ríos de sus cauces naturales para abastecer zonas de alto consumo industrial, agroindustrial y urbano.
* Privatización por contaminación. Las industrias mineras, petroleras, papeleras, eléctricas, junto a la contaminación por agrotóxicos de la agricultura industrial y a otras industrias sucias, contaminan las fuentes de agua como "efecto colateral", apropiándose de facto de un recurso que es de todos, al imposibilitar que otros las puedan usar.
De tales efectos pueden dar testimonio las comunidades de Nigeria afectadas por empresas petroleras como la Shell, que contaminan las aguas del Delta del Níger que, según un estudio de la Comunidad Europea, contienen niveles de petróleo que resultan peligrosos tanto para la vida acuática como humana.
Las plantaciones industriales de palma aceitera, además de alterar el ciclo del agua con la deforestación que suelen provocar, llevan consigo el flagelo agregado de los agrotóxicos que utilizan para controlar plagas, malezas o enfermedades vegetales, y que terminan en los cursos de agua superficiales y subterráneos. En lugares donde las precipitaciones suelen ser abundantes, herbicidas como el glifosato o el paraquat suelen ser arrastrados por la lluvia hasta los arroyos y ríos que constituyen la única fuente de agua de comunidades enteras alrededor de las plantaciones, con los consiguientes efectos sobre su salud.
Por último, todo es cuestión de políticas. Como bien lo explica la ecologista suiza Rosmarie Bär, “cuando se habla de agua hay que hablar de políticas. La política del agua va de la mano de la política del suelo y de la agricultura, de la política comercial y económica, la de medio ambiente, social y sanitaria, así como de la política de la igualdad”.
Las políticas que actualmente se imponen en todo el mundo están muy lejos de tomar en cuenta que formamos parte de un gran sistema que a su vez integra otros sistemas y otros y otros: desde los átomos a las galaxias. Lo que se haga en una parte de un sistema, repercute en los demás. La gran tarea urgente que tenemos como humanidad es revertir esa desviación para recuperar el futuro.
(1) “El agua”, Comfama, http://www.comfama.com/contenidos/bdd/6358/AGUA.pdf;
(2) “Declaración de Florencia para otra Política del Agua. Manifiesto del Foro Alternativo Mundial sobre el Agua” (21-22 de marzo,2003), http://paginadigital.org/articulos/2003/2003terc/noticias5/agua25-4.asp;
(3) “El manifiesto del agua”, Ricardo Petrella, Barcelona, Encuentro Icaria Editorial-Intermón Oxfam, 2002 ;
(4) “Las caras de la privatización del agua”, Silvia Ribeiro, La Jornada, abril 2005, http://www.jornada.unam.mx/2005/04/30/027a1eco.php