En el mundo actual existen muchos millones de personas cuyo nivel de consumo no alcanza a cubrir sus necesidades básicas. Dicho en lenguaje sencillo, se trata de millones de personas –en su mayoría niños– que sufren hambre y miseria. En contrapartida, otros millones de personas –aunque muchos menos que los anteriores– consumen demasiado, sin que ello signifique que sus necesidades básicas –como seres humanos– se vean así cubiertas.
El resultado de la situación anterior no es solo un mundo injusto –que por supuesto lo es– sino un mundo que va derecho al desastre ambiental. No precisamente por culpa de quienes consumen poco, sino por quienes lo hacen en exceso. Si bien esto es aplicable al consumo de prácticamente cualquier producto –desde petróleo a camarones– el consumo de papel y cartón sirve para ejemplificar el problema.
El consumo anual per cápita mundial de papel y cartón fue de 52 kilos en el 2004 (1) Como ocurre con todos los promedios, éste esconde la desproporción entre quienes consumen mucho y quienes consumen poco. En efecto, los ciudadanos de los llamados países “desarrollados” consumieron en promedio 175 kilos, en tanto que los de los llamados “en vías de desarrollo”, consumieron apenas 20. Pero también estos promedios esconden la realidad de que en algunos países del Norte el consumo es muy superior al promedio -como en los casos de Finlandia (334 kgs), Estados Unidos (312) y Japón (250)- y que un consumo supuestamente “bajo” –por ejemplo, de 20 kilos- puede alcanzar perfectamente para cubrir las necesidades básicas de papel.
El tema es que ese consumo excesivo genera graves impactos sobre la vida de millones de personas en el Sur. En efecto, ese papel y cartón se produce a partir de celulosa, para cuya elaboración se requiere madera, que crecientemente proviene de enormes monocultivos de árboles, en particular eucaliptos, pinos y acacias.
Dichos monocultivos se instalan en regiones que reúnen varias condiciones: rápido crecimiento de los árboles, acceso a amplias áreas de tierra fértil y barata, bajo costo de mano de obra, disponibilidad de subsidios y apoyos estatales, escaso control ambiental. Es decir: básicamente en el Sur.
El resultado es el mismo en país tras país: latifundización y extranjerización de la tierra, concentración de poder, expulsión de la población rural, pérdida neta de empleos a nivel local, agotamiento de suelos y recursos hídricos, pérdida de biodiversidad. Pese a las promesas de “desarrollo” que acompañan a las plantaciones, los impactos no hacen más que agravarse a medida que se incrementa el área plantada, como es fácilmente percibido en países con millones de hectáreas de plantaciones como Sudáfrica, Brasil, Chile e Indonesia.
El problema se agrava aún más cuando se instalan fábricas de celulosa para exportación en la cercanía de las áreas plantadas, con los consiguientes impactos socioambientales. Aracruz y Veracel en Brasil, Arauco en Chile y Argentina, Sappi y Mondi en Sudáfrica y Swazilandia, Advance Agro en Tailandia, Asia Pulp and Paper en Indonesia son ejemplos conocidos de los graves impactos de esta industria.
¿Y todo para qué? Para que la industria del papel pueda disponer de celulosa abundante y barata para seguir ampliando sus mercados y aumentando sus ganancias mediante la permanente invención de nuevas “necesidades”.
El resultado –en particular en el Norte pero también replicado crecientemente en el Sur- es la imposición de un consumo desmedido de papel. Los ejemplos abundan. Existe una cantidad impresionante de artículos descartables de papel y cartón tales como vasos, platos, bandejas, servilletas y hasta manteles que están sustituyendo –a nivel masivo- a sus similares duraderos. Es ahora común que cuando una persona adquiere un producto cualquiera –un juguete, un reloj, un par de zapatos- éste viene envuelto en papel, dentro de una caja de cartón y es entregado al comprador en una bolsa de papel. Los hogares de las personas son invadidos cada mañana por correspondencia no solicitada consistente en publicidad impresa en papel. En definitiva, toda persona es forzada a consumir una dosis diaria de papel y cartón que nunca pidió ni quiso consumir.
El tema trasciende entonces a la responsabilidad del consumidor individual y se enmarca en el plano más amplio de la sociedad de consumo. Por tanto, no se resuelve simplemente culpabilizando al individuo, sino que se trata de un tema que debe ser resuelto a nivel de la sociedad en su conjunto.
En ese plano, las sociedades del Norte deben llegar a comprender que su estilo de vida –en el que el consumo ocupa un lugar exagerado– está afectando las posibilidades de supervivencia de personas con sus mismos derechos en otras partes del mundo. Al mismo tiempo, deben entender que ese consumo desmedido está llevando al planeta al desastre ambiental, que ya se evidencia en el cambio climático, el agotamiento y contaminación del agua, la pérdida de biodiversidad, entre otros.
El uso excesivo e innecesario de papel y cartón es sólo un ejemplo de muchos otros posibles, pero puede servir para desencadenar el necesario debate –en particular en el Norte– sobre los límites que deben ponerse al consumo y para identificar mecanismos para hacerlo posible. Las sabias palabras de Gandhi –“ El mundo alcanza para cubrir las necesidades, pero no la codicia de todos”– pueden servir para iluminar ese debate.
(1) World Resources Institute.- Resource Consumption: Paper and paperboard consumption per capita
http://earthtrends.wri.org/searchable_db/index.php?theme=9&variable_ID=573&action=select_countries