Hasta hace poco tiempo, los países nórdicos eran relativamente poco conocidos en el Sur. Finlandia, Noruega y Suecia eran a lo sumo conocidos por cuestiones positivas como su legislación social progresista, su solidaridad frente a las dictaduras del Sur, compositores como Sibelius, el Premio Nobel y aspectos más populares como famosos jugadores de tenis, corredores de autos, las olimpíadas de Helsinki o el mundial de fútbol en Suecia.
Lamentablemente, la situación ha cambiado y ahora hay una percepción mucho menos positiva, en particular como resultado de la acción de empresas vinculadas a la industria de la celulosa y el papel. Con la consultora finlandesa Jaakko Poyry a la cabeza, compañías tales como UPM/Kymmene, Metsa Botnia, Stora Enso y Aracruz Celulose han comenzado a desembarcar en países de Asia y América Latina y a generar conflictos con las poblaciones locales. Dichos conflictos se originan en primer lugar en la ocupación de enormes áreas de tierras productoras de alimentos por plantaciones de eucaliptos para proveer a las plantas de materia prima. Luego vienen los conflictos por los impactos ambientales sobre el agua, la flora y la fauna, que privan a las poblaciones locales de los elementos esenciales para asegurar su sustento. A ello le siguen los escasos y pésimos empleos que generan las plantaciones de eucaliptos, que resultan en un balance negativo de puestos de trabajo a nivel regional. A todo ello se suman finalmente los impactos ambientales y sociales resultantes de la puesta en funcionamiento de las fábricas de celulosa.
Por supuesto que esas empresas no actúan solas en el gran negocio de la celulosa y el papel. Muchas otras empresas, en particular europeas, les proveen de distintos componentes de las costosísimas fábricas de celulosa y de papel, en tanto que agencias oficiales de créditos a la exportación facilitan la exportación de dichas fábricas al sur.
Dados los elevados costos de una fábrica de celulosa (que ronda entre 600 y 1.200 millones de dólares según su tamaño), lo fundamental es el acceso al crédito, tanto multilateral como privado y en muchos casos con el acceso al segundo atado al primero. Es aquí donde entra a jugar la banca multilateral: el Banco Mundial y bancos regionales como el Banco Interamericano de Desarrollo y el Banco Asiático de Desarrollo.
El Banco Mundial, a través de su Corporación Financiera Internacional (CFI), da créditos al sector privado, a la vez que facilita directamente el otorgamiento de préstamos de la banca privada a los emprendimientos que financia. La empresa finlandesa Botnia (asociada a la también finlandesa UPM/Kymmene) tiene proyectado instalar en Uruguay una gigantesca planta de celulosa para producir 1 millón de toneladas anuales, cuyo costo se estima en 1.200 millones de dólares. Para ello solicitó a la CFI un préstamo de 200 millones de dólares, compuesto por 100 millones a ser provistos por la propia CFI y otros 100 millones a ser gestionados con la banca privada.
Dado que la proyectada planta se instalaría sobre el río Uruguay, que es compartido por Uruguay y Argentina, tanto grupos ambientalistas y organizaciones sociales de ambos países, como el gobierno argentino denunciaron al Banco la insuficiencia de las evaluaciones de impacto ambiental llevadas a cabo por la empresa, que ni siquiera tomó en cuenta los impactos acumulados de su planta a los del ya aprobado proyecto de la empresa española Ence, que planea producir 500.000 toneladas anuales en la misma zona.
Frente a las denuncias, la CFI reaccionó contratando a la consultora japonesa Pacific Consultants International para llevar a cabo estudios adicionales. El tema también dio lugar a un viaje a Uruguay de la Ombudsman del Banco Meg Taylor, quien en su informe incorporó muchas de las críticas hechas desde la sociedad civil, tanto con respecto a las fábricas de celulosa como en lo referente a las plantaciones de eucaliptos asociadas.
El 19 de diciembre se conoció el informe de la consultora, que más que un informe parece un tratado completo de todas las falsedades que repite la industria de la celulosa y el papel (recomendamos su lectura a tod@s nuestr@s lector@s). Ya en la primera página del informe es posible intuir la conclusión, ya que allí dice que “ambas empresas son productores líderes en su sector, tanto desde el punto de vista tecnológico como en términos de sus valores, políticas y enfoques empresariales y sociales”. El solo hecho de que el informe afirme que Ence en España es líder en sus valores, políticas y enfoques sociales muestra su total falta de visión crítica al respecto, dado que la historia de esta empresa incluye destrucción ambiental, hechos delictivos y repulsa social a sus actividades.
Solo como muestra de la nula seriedad del informe, se destaca lo que dice sobre plantaciones, afirmando que “El desarrollo de plantaciones en la región es un factor positivo ya que las plantaciones proporcionan una mejor estructura de hábitat con mayores nichos para una más amplia variedad de flora y fauna, aumentando así la biodiversidad en comparación con las actuales condiciones de pasturas … Como resultado, estos proyectos mejoran la biodiversidad, en lugar de disminuirla”. Ni los más ardientes defensores de los monocultivos de árboles se han atrevido a hacer esa afirmación.
También como muestra sirve la parte del informe que se refiere a dioxinas: El informe afirma que “El blanqueo ECF … elimina esencialmente la producción de dioxinas y furanos” y luego agrega que “el reemplazo total de cloro elemental por dióxido de cloro resulta en la reducción de las dioxinas y furanos en los efluentes a niveles no detectables”. O sea, que efectivamente se generan dioxinas y furanos. El nivel “detectable” obviamente dependerá de la escala de la operación. En este caso estaríamos ante dos emprendimientos cuya escala acumulada los ubica entre los más grandes del mundo, pero igual el informe descarta que las dioxinas y furanos vayan a ser “detectables”. Por otro lado, el informe opta por ignorar la existencia de estudios recientes hechos en Suecia que prueban que las plantas de celulosa ECF han aumentado los niveles de dioxinas en el Mar Báltico.
Vinculado a lo anterior, es interesante ver lo que dicen los Lineamientos del Banco Mundial en la materia: “El uso de cloro elemental para el blanqueo no es recomendado. Solo procesos ECF son aceptables y, desde una perspectiva ambiental, los procesos TCF son preferidos”. De lo anterior se infiere que desde la perspectiva ambiental el proceso ECF tiene impactos. Sin embargo, nada dice el informe al respecto y nada le dice el Banco a la consultora.
Pese a la clara falta de objetividad del informe y a su sesgo a favor de las empresas, el Banco lo aceptó como “su” informe, aunque sostiene que aún es un borrador para consulta. La reacción de los ambientalistas locales fue inmediata, a través de un comunicado que finaliza diciendo que “dada su falta de seriedad, este informe no constituye una base creíble para la toma de decisión de la CFI en cuanto al otorgamiento de los préstamos solicitados por las empresas y menos aún para una consulta con la ciudadanía uruguaya y argentina”.
Como siempre, parece que los procesos de consulta y participación del Banco Mundial son un mero trámite para aprobar proyectos ya aprobados de antemano. Pese a que varias veces hemos tenido esa experiencia (en particular durante el proceso de consulta sobre la revisión de la política forestal del Banco), aún tenemos la remota esperanza de estar equivocados y que el Banco archivará –como corresponde- este informe y que finalmente no otorgará los préstamos solicitados.
Ver informe de la consultora en: http://www.ifc.org/ifcext/lac.nsf/Content/Uruguay_Pulp_Mills_CIS
Ver comunicado de prensa del Grupo Guayubira en: http://www.guayubira.org.uy/celulosa/Comunicado_CFI_BM.html
Ver carta abierta de Ricardo Carrere en: http://www.guayubira.org.uy/celulosa/CFI_BM_Critica_Carrere.html