Durante la última década, en tiempos de cambios climáticos cada vez más visibles, las grandes empresas, los bancos y gobiernos hablan mucho sobre promover proyectos de energía "limpia" . Se trata de las formas de generación de energía que no se basan en combustibles fósiles.
Así, en varios países se están retomando y ampliando, por ejemplo, los proyectos de generación de energía nuclear.
Inevitablemente, eso nos hace recordar la tragedia que sufre el pueblo japonés, con cuyo dolor nos solidarizamos. Los recientes terremoto y tsunami, que desencadenaron la situación de emergencia nuclear en Japón, muestran la enorme distancia entre la realidad enfrentada por el pueblo japonés en cuanto a la central nuclear de Fukushima y lo que realmente sería una energía limpia.
Paralelamente, las inversiones en otra energía considerada "limpia" también se intensificaron en los últimos 10 años. Se trata de la energía generada por el represamiento de agua mediante las llamadas hidroeléctricas.
El presente boletín se dedica a este tema, ya que el 14 de marzo es el Día Internacional de la lucha contra las represas, por el Agua, por los Ríos y por la Vida. A continuación, el 22 de marzo se conmemora el Día Mundial del Agua. Mostramos en varios de los artículos de esta edición que la nueva onda de la supuesta energía hidroeléctrica "limpia" no es nada más que un discurso. En la práctica, la situación muestra que los impactos negativos continúan presentes en los emprendimientos planificados y en aquellos en ejecución.
Algunos puntos claves llaman la atención. En primer lugar, continúa el énfasis en hidroeléctricas de gran escala que obviamente provocan grandes impactos. Un ejemplo es la destrucción de significativas áreas de bosque nativo. De esta forma, las grandes represas siguen siendo una de las causas directas de deforestación.
En segundo lugar, las represas siguen destruyendo la vida de las familias ribereñas y generando energía que no beneficia a estas personas, sino a núcleos urbanos distantes y, sobre todo, a industrias con alto consumo de energía. Por ejemplo, en el delta del Mekong en el Sudeste Asiático, la construcción de grandes represas amenaza la seguridad alimentaria de la población, que hoy está asegurada con la pesca que obtienen del río. Como si eso no fuera suficiente, las comunidades ribereñas se ven muchas veces forzadas a migrar hacia la ciudad, rumbo a un futuro incierto. En la visión de los gobiernos lo que hacen es sacar a las personas de una situación de ‘pobreza’, rumbo a una situación de ‘progreso’. Sin embargo, los hechos muestran algo bien diferente: las represas generan más pobreza e impactan negativamente sobre la población, en especial las mujeres, y sobre la naturaleza.
En tercer lugar, la energía hidroeléctrica no es nada limpia si consideramos el problema del cambio climático. Hay diferentes fuentes de emisión de gases de efecto invernadero: los árboles, tanto los que se deterioran al aire libre como los que mueren cuando la zona de la represa es inundada, liberan dióxido de carbono (CO2). Además, la vegetación sumergida también produce metano (CH4), que en su mayor parte se libera por los vertederos y turbinas de las represas. Según estudios, el CH4 puede tener de 25 a 34 veces más impacto para el clima que el CO2. Cabe destacar que este impacto generalmente no es considerado en las Evaluaciones de Impacto Ambiental (EIA) de las represas, incluso en la EIA de la represa Belo Monte en Brasil (1). Por lo tanto, es un sinsentido total que en el ámbito del Protocolo de Kioto se permitan proyectos de venta de créditos de carbono a partir de centrales hidroeléctricas a través del Mecanismo de "Desarrollo Limpio" (MDL).
Y como si eso no fuera suficiente, hay otros estudios, por ejemplo en China, que comprueban que las grandes represas pueden causar inclusive el denominado estrés sísmico, aumentando el riesgo de terremotos y tsunamis.
Otra categoría muy citada como energía 'limpia' es la energía generada a partir de los llamados agrocombustibles, cuya producción involucra, en la mayoría de los casos, a diferentes monocultivos en gran escala como la soja, la palma africana y la caña de azúcar, con muchos impactos sociales, económicos y ambientales negativos, ampliamente estudiados.
Finalmente, la tragedia de Japón tendrá aún mayores impactos en el mundo si las inversiones en energía nuclear se transfieren a inversiones en otras energías consideradas más ‘limpias’, como los monocultivos en gran escala para producir agrocombustibles y la construcción de más represas hidroeléctricas.
En conclusión, las energías llamadas "limpias" no son limpias cuando se producen en gran escala y terminan teniendo efectos devastadores de diversa índole, asemejándose a los terremotos y tsunamis en su destrucción de las vidas de las personas. Mientras tanto, incrementan las ganancias de las empresas. Cabe destacar que las grandes represas, como también la producción de agrocombustibles en gran escala y la energía nuclear, siguen siendo grandes fuentes de ganancias para las empresas involucradas.
La lógica del discurso de los defensores de estas energías "limpias" parte del principio de que las necesitamos para poder mantener el presente modelo de producción, comercialización y consumo. Es evidente que este modelo es social y ambientalmente injusto, o sea, es un modelo fallido. Al apostar a este tipo de energía, erróneamente llamada ‘limpia’, sin cuestionar el actual modelo, nuestros gobiernos siguen trabajando para el enriquecimiento de las empresas y provocando el sufrimiento de millones de personas de ésta y de próximas generaciones, dado que los impactos ambientales son profundos.
En dirección contraria a los defensores de este modelo energético, diferentes iniciativas de pequeña escala a nivel local y regional para generar energía tienden a tener más futuro. Se incluyen iniciativas controladas por las organizaciones y los movimientos sociales que atienden a sus necesidades básicas sin causar daños que comprometan el futuro de esas poblaciones y de la naturaleza. Sin embargo, esas iniciativas cuentan con escaso o ningún apoyo financiero si lo comparamos con las enormes sumas de dinero que las empresas y los gobiernos reciben y gastan en energías verdaderamente “sucias”.
Es necesario cambiar estructuralmente nuestra matriz energética hacia un proyecto energético popular en el que la energía y el agua sean considerados derechos fundamentales. Como dice el Movimiento de los Afectados por las Represas (MAB) en Brasil: ¡Agua y Energía no son mercaderías!
(1) Fearnside, Philip. “Hidrelétricas Amazônicas como Emissoras de Gases de Efeito Estufa”. En: Revista Proposta, Año 35 – No. 122