El enorme abismo entre la ciencia climática y las negociaciones sobre el clima

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La distancia que existe entre la ciencia climática y las negociaciones sobre el clima quedó dramáticamente ilustrada en la reunión sobre el clima de la ONU que tuvo lugar en Bonn a comienzos de este mes. Mientras los científicos nos dicen que necesitamos grandes reducciones en las emisiones de gases de efecto invernadero, los gobiernos establecen objetivos de reducción tan bajos que casi garantizan un cambio climático descontrolado.

En un evento paralelo organizado por el Instituto de Potsdam para la Investigación del Impacto Climático, los científicos realizaron una serie de presentaciones bajo el título: “Las emisiones y el objetivo de quedar por debajo de 2°C – ¿lo lograrán las propuestas actuales?”. Katje Frieler, del Instituto de Potsdam, señaló que más de 100 países exigen un objetivo que limite el calentamiento global a 2°C o menos. “¿Cuánto hace falta reducir las emisiones para alcanzar ese objetivo?”, preguntó. Los gráficos que mostró daban miedo. Si las emisiones siguieran como hasta ahora, el aumento de la temperatura oscilaría entre los 3°C y los 8°C para 2100. Pero la cifra importante fue 1 billón de toneladas de CO2. Esa es la cantidad total de emisiones que podemos producir entre 2000 y 2050 para que la posibilidad de exceder los 2°C no pase del 25 por ciento. La mala noticia es que ya emitimos un tercio de esa cifra en los últimos nueve años.

Joeri Rogelj mostró que la situación era aún peor. Observó los objetivos de reducción de las emisiones que los países están fijando actualmente y concluyó que, si cumplen con dichas metas, es “prácticamente seguro que excederemos los 2°C”, con concentraciones medias de CO2 de más de 700 partes por millón para 2100.

Bill Hare, del Instituto de Potsdam y de Climate Analytics, resumió las implicaciones de los hallazgos que fueron publicados en la revista Nature el 30 de abril de 2009. Según dijo, “Entre 2009 y 2050 podemos quemar menos de un cuarto de las reservas de combustible fósil disponible y económicamente recuperable”.

Como señaló George Monbiot, “La prueba del compromiso de todos los gobiernos para detener la crisis climática es ésta: si están dispuestos a imponer un límite al uso de las reservas [de combustibles fósiles] ya descubiertas y una moratoria permanente a la prospección de nuevas reservas, bien. Si no lo están, todo es pura palabrería.”

La urgencia que revelaban las presentaciones del Instituto de Potsdam no se vio reflejada en las negociaciones de Bonn. Ninguna de las delegaciones gubernamentales presentes habló de imponer límite alguno al uso de combustibles fósiles. El Grupo de Trabajo ad hoc sobre la acción cooperativa a largo plazo de la Convención (AWGLCA) terminó presentando un borrador de negociación de 200 páginas, o sea casi cuatro veces más largo que el borrador redactado antes de la reunión. El Grupo de Trabajo ad hoc del Protocolo de Kyoto no logró alcanzar ningún acuerdo sobre objetivos de reducción de las emisiones más allá de 2012. En otras palabras, pura palabrería.

Además de detener la extracción y quema de combustibles fósiles, debemos también detener la deforestación. Pero en Bonn no hubo grandes progresos en las discusiones acerca de reducir las emisiones por deforestación y degradación forestal (REDD). En una sesión plenaria informal, Michael Zammit Cutajar, presidente del AWGLCA, habló largo y tendido sobre paréntesis y corchetes. Habló de “la falta de perfección de los corchetes” y de algo que él llamo “paréntesis mentales”.

En una reunión del AWGLCA sobre REDD que tuvo lugar durante la segunda semana de conversaciones, la impresión dominante fue que alguien había soñado con REDD la noche anterior, después de uno o dos vasos de cerveza. Durante 90 minutos, los delegados charlaron sobre REDD como si nunca antes hubiesen tocado el tema. Otras discusiones del AWGLCA fueron diabólicamente complejas, referentes a temas como REDD plus; REDD y NAMA; REDD y LULUCF; REDD y MRV; REDD y el CDB; REDD y la DNUDPI; REDD y el comercio de carbono; REDD y las compensaciones; y REDD y la contabilidad del carbono. Lo que todo esto significa no tiene importancia alguna, ya que no se llegó prácticamente a ningún acuerdo.

Pero mientras las negociaciones oficiales sobre REDD se ahogan en una sopa de acrónimos, organizaciones como The Nature Conservancy (TNC) avanzan a todo vapor con sus propias versiones de REDD. Durante un evento paralelo en Bonn, Sarene Marshall de TNC describió el Programa Piloto REDD de Berau, que cubre un área de 2,2 millones de hectáreas en Kalimantán oriental. De dicha superficie se talarían 780.000 hectáreas. Como nos lo aseguró la presentación de Marshall, se trataría de una “tala certificada de bajo impacto”. Luego, el proyecto “vendería 'créditos' por reducciones a compradores voluntarios del mercado de carbono.”

Aquí tenemos dos problemas serios. En primer lugar, la tala producirá grandes cantidades de emisiones. Comparar estas emisiones con lo que podría haber pasado con una tala más destructiva es fraudulento. Un nuevo informe de Global Witness, “Intereses Creados – la tala industrial y el carbono en las selvas tropicales,” documenta cómo la tala de bajo impacto “mata entre 5 y 10 árboles no previstos por cada árbol objetivo que se tala, y libera entre 10 y 80 toneladas de carbono por hectárea.” Además, la explotación también vuelve a los bosques más vulnerables a una mayor deforestación y a los incendios. “Durante los eventos del Niño a fines de los años 90, el 60% de los bosques explotados de Borneo se convirtieron en humo, contra el 6% del bosque primario,” señala Global Witness.

El segundo problema es que necesitamos reducir las emisiones por la quema de combustible fósil tanto como detener la deforestación, especialmente la tala a escala industrial de bosques primarios. No podemos compensar una cosa con la otra. “En la práctica, la compensación de emisiones de carbono está teniendo un efecto desastroso sobre las posibilidades de evitar un catastrófico cambio climático,” escribe Amigos de la Tierra en un nuevo informe sobre el sistema de compensaciones. “Las compensaciones no deben ser ampliadas en Copenhague. Los nuevos mecanismos de compensación propuestos no deben incluirse en las negociaciones y hay que eliminar los mecanismos de compensación existentes.”

La diapositiva más extraordinaria de la presentación de Sarene Marshall sobre el proyecto de Berau se titulaba “REDD Berau - Estructura de la Fase 1” y resumía las transferencias de dinero. Una flecha con tres símbolos de dólar va desde “Proveedores de Fondos” hasta “Concesiones Madereras”. Se creará un fondo de fideicomiso y una unidad de dirección de proyecto. Bajo las palabras “Actividades REDD” hay tres recuadros llamados: “Concesiones Madereras”, “Palma Aceitera” y “Bosques de Protección”. Por debajo está la palabra “Compensaciones”. Un recuadro incluye las palabras “Gobierno Local, Gobierno Nacional, Sociedad Civil, etc.” y otros dos dicen “Gobierno” y “Comunidades”. Ninguno de éstos parece tener intervención alguna en la supervisión de los flujos de dinero, ni en mucha otra cosa. La diapositiva de Marshall muestra la infraestructura política y financiera que establecerá TNC, una ONG con sede en los EE.UU. que, a mi entender, no ha sido elegida para gobernar esta zona de Kalimantán. Esto no es democracia, es carbocracia.

Por Chris Lang, http://chrislang.org/

Global Witness, “Vested interests - Industrial logging and carbon in tropical forests”. http://bit.ly/F7al4
Friends of the Earth/Amigos de la Tierra, “Offsetting: A dangerous distraction”. http://bit.ly/3cgNy