¿Por qué los gobiernos de post-coloniales de África no desmantelaron el modelo de plantación colonial de explotación y extracción, devolvieron las tierras a las comunidades, e incentivaron el resurgimiento de sus tradicionales y diversos sistemas agrícolas y su alimentación local? Una pieza clave en esto está en los archivos del Banco Mundial.
En octubre de 2020, un grupo de 79 kenianos presentó una demanda ante un tribunal británico contra una de las compañías de plantación más grandes del mundo, Camelia Plc. Adujeron que la empresa es responsable de asesinar, violar y cometer otros abusos por sus guardias de seguridad contra comuneros locales a lo largo de los años, en sus 20.000 hectáreas de plantaciones, en las que se produce aguacate para los supermercados europeos.
Lamentablemente, ese tipo de abusos son rutina en las plantaciones industriales de África. Ha sido así desde que los europeos introdujeron las plantaciones de monocultivos en África a principios del siglo XX, utilizando mano de obra forzada y violencia para robar las tierras de las comunidades. Las plantaciones de la empresa Camelia comparten esa herencia, y los abusos sufridos actualmente por los comuneros en Kenia no son tan diferentes de los sufridos por las generaciones que les precedieron.
Los abusos y las injusticias son fundamentales en el modelo de plantaciones. La pregunta que debería hacerse entonces es por qué siguen existiendo este tipo de plantaciones coloniales en África. ¿Por qué los gobiernos del África post-colonial no desmantelaron este modelo de explotación y extracción, devolvieron las tierras a las comunidades e incentivaron el resurgimiento de sus tradicionales y diversos sistemas agrícolas y su alimentación local?
Una pieza importante de este rompecabezas se encuentra en los archivos del Banco Mundial.
El año pasado, una alianza de organizaciones africanas, junto con GRAIN y el WRM, produjo una base de datos sobre las plantaciones industriales de palma aceitera en África. A través de esta investigación descubrimos que muchas de las plantaciones de palma aceitera, así como de las plantaciones de caucho, actualmente establecidas en África Occidental y Central, fueron iniciadas o restauradas a través de proyectos coordinados por el Banco Mundial, implementados en las décadas de 1970 y 1980. El objetivo manifiesto de esos proyectos fue establecer plantaciones estatales que pudieran impulsar el “desarrollo nacional”. El Banco Mundial no solo suministró abultados préstamos a los gobiernos participantes, sino que también proveyó los consultores que idearon los proyectos nacionales de plantaciones y que supervisaron su manejo.
En todos y cada uno de los casos que analizamos encontramos que los consultores contratados por el Banco Mundial para estos proyectos fueron de una empresa llamada SOCFINCO, filial del holding Société Financière des Caoutchoucs (SOCFIN), con sede en Luxemburgo. SOCFIN fue una compañía líder en plantaciones durante el periodo colonial; con operaciones que se extendían desde el Congo hasta el sudeste asiático. En la década de 1960, cuando las potencias coloniales tuvieron que irse para sus casas, SOCFIN perdió varias de sus plantaciones, y fue entonces que creó su brazo de consultoría, SOCFINCO.
Según los documentos que obtuvimos en los archivos del Banco Mundial, SOCFINCO fue contratada por el Banco para supervisar el desarrollo e implementación de los proyectos de plantaciones de palma aceitera y caucho en varios países africanos, entre ellos, Camerún, Costa de Marfil, Gabón, Guinea, Nigeria y Santo Tomé y Príncipe. SOCFINCO supervisó la evolución de los planes de acción para los programas de plantaciones nacionales de palma aceitera y caucho, ayudó a identificar las tierras que serían convertidas a plantaciones industriales, además de que se le pagó para gestionar las plantaciones y, en algunos casos, organizó las ventas de caucho y aceite de palma por las compañías estatales de plantaciones establecidas a través del programa.
Por su gestión, SOCFIN recibió cuantiosos honorarios a través de estos proyectos, pero, más importante aún, los proyectos posicionaron a la empresa para, por un lado, tomar el control comercial de las exportaciones de mercancías agrícolas de África, y por el otro, incluso apoderarse eventualmente de las plantaciones. Fue un golpe maestro de SOCFIN. Como los proyectos del Banco Mundial funcionaban a través de compañías paraestatales (es decir, empresas parcial o totalmente de propiedad del gobierno o controladas por él), se pudo expulsar a las comunidades de sus tierras para establecer las plantaciones con la justificación del “desarrollo nacional”, algo que hubiera resultado mucho más difícil de hacer para una empresa extranjera como SOCFIN. En efecto, una condición para el otorgamiento de préstamos del Banco Mundial era que los gobiernos aseguraran tierras para los proyectos, lo que se facilitó por el hecho de que la mayoría de los proyectos fueron implementados por regímenes militares.
Los proyectos del Banco Mundial también permitieron que SOCFIN se ahorrara tanto los costos de establecer las plantaciones como los de las instalaciones asociadas. Con estos proyectos fueron los gobiernos africanos los que pagaron las cuentas, a través de los préstamos del Banco Mundial y otros bancos para el desarrollo
No pasó mucho tiempo antes de que las empresas paraestatales creadas por el Banco Mundial quedaran atrapadas en el endeudamiento. Por supuesto, el Banco culpó a los gobiernos por la mala administración y como solución pidió la privatización de las plantaciones - aún cuando estaban siendo dirigidas por los administradores con altos salarios de SOCFINCO y otros consultores extranjeros.
En el proceso de privatización que siguió luego, SOCFIN y SIAT, una empresa belga fundada por un consultor de SOCFINCO, tomaron el control de muchas de las preciadas plantaciones. Actualmente, esas dos empresas controlan una cuarta parte de todas las grandes plantaciones de palma aceitera en África y también son actores fundamentales del sector del caucho.
Nigeria es un buen ejemplo de cómo funcionó este esquema. Entre 1974 y el final de la década de 1980, SOCFINCO elaboró planes maestros para al menos 7 proyectos de palma aceitera respaldados por el Banco Mundial en 5 estados diferentes de Nigeria. Cada proyecto implicó la creación de una compañía paraestatal que se haría cargo de las plantaciones existentes del Estado y que además establecería nuevas plantaciones y refinerías de aceite de palma así como sistemas de agricultura por contrato a gran escala. Supervisando todo el trabajo de SOCFINCO en Nigeria estaba Pierre Vandebeeck, quien más tarde fundó la empresa SIAT.
Todos los proyectos del Banco Mundial en Nigeria generaron conflictos por la tierra prolongados, como es el caso de la comunidad Oghareki en el Estado de Delta, o los comuneros de Egbeda en el Estado de Rivers. Después de haberles quitado las tierras a numerosas comunidades y haber incurrido en enormes pérdidas para el gobierno nigeriano, las empresas paraestatales fueron privatizadas y las acciones de las plantaciones más valiosas terminaron finalmente en manos de SOCFIN o de la empresa SIAT de Vandebeeck.
SIAT asumió el control de las plantaciones del Estado de Bendel a través de su filial Presco, y luego, en 2011, adquirió la compañía de aceite de palma del Estado de Rivers, Risonpalm, a través de su empresa SIAT Nigeria Limited. Entre 1978 y 1983, Vandebeek fue el gerente de plantaciones de SOCFINCO para Risonpalm, en el marco del proyecto del Banco Mundial.
Por su parte, SOCFIN quedó a cargo de las plantaciones de palma aceitera de la zona de Okomu, que también se establecieron en el marco de un proyecto del Banco Mundial. Fue SOCFINCO quien primero identificó esta zona para el establecimiento de plantaciones como parte del estudio de valoración que realizó en 1974. Posteriormente, en 1976, se creó la empresa Okomu Oil Palm Company Plc. (OOPC) como compañía paraestatal, y se removieron 15.580 hectáreas de tierra de la Reserva de Bosque Okomu, en el Estado de Edo, y se despojaron a comunidades para establecer allí plantaciones de palma aceitera. Entre 1976 y 1990 la empresa contrató a SOCFINCO como administradora para supervisar sus actividades. Los informes varían, pero en cierto punto entre 1986 y 1990, OOPC fue vendida a la filial de SOCFIN, Indufina Luxembourg.
Esta sórdida historia explica por qué tantas subsidiarias de SOCFIN y SIAT en África todavía llevan pomposos nombres nacionales como SOCAPALM en Camerún, o Ghana Oil Palm Development Company (Compañía de Ghana para el Desarrollo de la Palma Aceitera). También explica por qué esas compañías están tan bien diseñadas para que las ganancias queden en las manos de sus dueños así como el protagonismo crucial del Banco Mundial para facilitar este proceso empresarial de lucro bajo el nombre del “desarrollo nacional”. Las dos familias francesa y belga que controlan SOCFIN ¡se embolsaron unos 30 millones de euros de SOCFIN tan solo en 2019!
GRAIN, www.grain.org